noviembre 26, 2024

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#4 Tiempos

Que nadie se mueva | Columna de Carlos López Medrano

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MEJOR DORMIR

 

Qué fastidio con los hombres de acción desmedida. La cultura del avance, de superar las métricas, de llegar temprano y ser el último en irse (como presumir que eres quien más se ha macheteado los dedos para pelar un plátano). Los que se desgañitan en un gimnasio bajo las luces frías de carnicería, suelo de goma, tubos oxidados.

Que se lo digan a los saltarines del sacrificio y el sudor: muchas grandes hazañas consisten en no moverse un centímetro. En no irse. Permanecer ahí junto a alguien cuando más lo necesita, cuando todos se mueven.

La lealtad es sobre todo un ejercicio de quietud. Es leal quien sigue a tu lado cuando las palomas salen disparadas para no ser vistas contigo. El perro que lame tu mano en medio de la tempestad y que te mira con ojos sinónimos de empatía, el que duerme a tus pies en la cama. Sin hacer nada te lo da todo.

La vida se te escapa, casi todo se distancia y se desvanece o se marchita, eso ya debería ser obvio para ti. Ocurre poco a poco sin que te des cuenta. Da igual lo que hagas. De modo que prueba contenerte un poquito. Atiende al slow down, you crazy child […] It’s alright, you can afford to lose a day or two de Billy Joel. Viena seguirá ahí, tampoco se desplaza. Eres tú el que da vueltas hasta perderse. Lo trascendental está ahí, eterno, sin atender a las modas, permaneciendo en soledad, a sabiendas de que tarde o temprano todo vuelve a su cauce. Y si no lo hace, eso es problema de los demás, no tienes por qué rebajarte para acomodarte al estruendo.

El cuadro que ya nadie mira en un rincón apartado en el museo, hasta que un niño le echa un vistazo de la mano de su madre. Sin decir lo atesorará siempre en la memoria, y cada paso en su vida llevará consigo un fragmento de pintura mientras crece. Sus propios hijos atenderán a sus palabras y honrarán ese espacio sagrado en años venideros. Serán legión, parte de las minorías que salvan a una nación de la barbarie.

Como la joven que no se conforma con las voces que escucha en redes sociales, que se niega a ser una oveja que baila rumbo al matadero. La que va a una tienda de discos antiguos y desempolva las liquidaciones, la música que ya nadie quiere, todo lo que ha sido relegado por la marea de tendencias. Una imagen la atrae (olvida las advertencias, juzgar por la portada trae más tesoros que tristezas) y hace la compra. En casa, frente al tocadiscos, una canción suena, y vuelve a la luz quien se creía muerto. Un pájaro roto que recupera fuerzas con cada aleteo y vuela al fin cuando nadie lo ve.

Tal vez el tónico definitivo sea dar un trago al agua de mar. Tomar consciencia de lo frágil que eres. Un golpe de la naturaleza dándole un amague a tu talón de Aquiles, lo justo para que reacciones y des una arcada de liberación. No puedes, no puedes con eso, la resistencia reanima.

Echar de menos a quien no lo merece, uno de los errores habituales de la inmadurez. En épocas de vacas flacas es inevitable. Que mucho aproveche la memoria mientras tienes vacíos. Ya la rellenarás de aventuras gamberras. Leo Gazzarra lo dijo bien en su último verano en Roma: en las despedidas está lo que nos conforma. «Somos quienes somos no por las personas que hemos conocido, sino por las personas que hemos dejado atrás». El abandono tiene filo, y con ese filo somos cortados.

Una vuelta de tuerca a lo que Plotino apuntaba en las Enéadas, refiriéndose a la conformación de la belleza, a la realización de uno mismo. La famosa metáfora de un escultor que pule y raspa la piedra hasta obtener lo que busca; cincelarse a uno mismo, limando lo que sobra, lo que hace daño, lo que tuerce, dejando en el pedestal tan solo la virtud, aunque duela.

Así con los adioses, personas que borras y se esfuman pensando que pueden tener algo mejor (un cuento en doble sentido, al final las relaciones son una disposición a cargar la cruz del otro y hacer equipo en la espuma de los días). Eso eres, lo que queda después de las partidas. La formación del carácter en la pérdida. Si bien, en este caso, sí quedan cicatrices, ojeras indignas de la Galería Borghese. Lo importante es, de nuevo, permanecer. No caer como un castillo de arena.

Vuelvo a los impasibles, a los que reposan sin aspavientos. La armonía de los rastros. Contarles tus dramas y hallar comprensión, que no menoscaben lo que sientes, mientras muestran, en su aplomo, la senda correcta: sin removerse, con esa actitud que denota la filosofía de son cosas que pasan. Nada es para tanto. Solo necesitas la tenue luz de la alcoba. El cansancio importa poco cuando vuelves a casa.

 

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#4 Tiempos

Una mujer para quitarse los audifonos | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Tres mujeres, en últimas fechas, me lanzaron la misma pregunta: ¿ya no escribes? No lo había pensado a fondo, hasta que la suma de hojas calendario dieron la revelación. Llevo más de seis meses sin publicar una coma. Y aunque semejante silencio no altera el curso de la humanidad, aquella triada de voces me animó a retomar el teclado. Cada una, con una dulzura distinta, me dijo que le gustaba leerme y que debería volver al terreno de juego.

No pude sino tomármelo en serio. Decía Borges que dos es casualidad, mientras que tres es confirmación. El escritor argentino exageraba con fines didácticos, ya que tres también puede ser una mera casualidad. No obstante, viniendo de tales almas generosas, sentí el impulso de volver a escribir, así fuera esto. Si los comentarios hubieran venido de hombres cualesquiera, los habría pasado de largo, como tantas otras veces. Pero cómo resistirse a la gracia femenina. Hay mujeres que te levantan como un café.

Me gustan los halagos que no se revelan de inmediato, que parecen inocuos hasta que revisas y sueltan su ráfaga. No la chabacanería de un quéguapaestás, sino el dardo disfrazado de frases como “si necesitara de alguien serías tú a quien buscaría”; “no hay nada que puedas hacer para decepcionarme”; o “el perfume que llevas me remite a los momentos previos al beso”. Recuerdos alterados de viejas canciones.

Qué lástima que ya no se usen sombreros. O que tan pocos los lleven, y de esos, apenas unos cuantos con garbo. La mayoría los usa como si portara una corona impostada, sin naturalidad, arañando un estilo que no les pertenece. Es la fantochería que no sabe rendirse, que delata a sus adeptos cuando cruzan puertas techadas con el sombrero aún puesto. De este modo nos vamos quedando huérfanos de conductas preciosas, como la de quitarse el sombrero como demostración de respeto, de hechizo ante una presencia excepcional.

Queda la alternativa de las sustituciones, reemplazos imprevistos incluso, sin relación alguna, que en cualquier caso representan una equivalencia. Ahora que estamos tan inmersos en pantallas y dispositivos móviles, hay un acto notable que juega en la misma liga que la de quitarse sombrero: quitarse los audífonos al encontrarse con alguien que despierta nuestra admiración. Un movimiento menor, casi imperceptible, que conserva algo del hechizo de tiempos mejores.

Tantas veces aislado entre auriculares al salir al ruedo, blindado contra las afrentas del mundo con tus artistas favoritos. Con las tonadas que te animan. Para qué ceder al barullo de la ruta hacia el trabajo si puedes escuchar un tema que te calme los nervios. Eso piensas hasta que, de pronto, pasa cerca una de esas mujeres que son puro arrebato ante el que es difícil resistirse. Acabas cimbrado por su presencia en el transporte público, en la galería, en la banqueta. Te obligas a pisar tierra firme, a quitarte de encima cualquier distractor, porque quién sabe, quizá esa mujer termine lanzando una palabra que la convierta en parte de tu historia.

Si vas con audífonos a todo volumen nadie te querrá, menos aún si estás inmerso en la pantalla del teléfono por tanta comezón de mensaje. En cambio, si te zambulles en tu contexto, cabe siempre la posibilidad de que aquella bella damisela te pida un cerillo que, aunque no tienes, abrirá la brecha necesaria para invitarla a comer un postre uno de estos días. Para la oreja y tira los auriculares en el bolsillo. En cualquier instante ella podría dirigirse hacia ti. ¿Sabe cómo regreso a 5 de mayo?

Tal vez seas tú al que se le ocurra una chispa. Apela al ingenio desperdigado que atiza su piel. Cuánto duele la belleza distante, la que anuncia sus bondades tras la fría vitrina de quienes tan solo son extraños o seres comprometidos. Pero tal vez ella note tu gesto de caballerosidad. Te has quitado los audífonos. Qué gran reverencia: quitar la música por escucharla en ella. Sí, me gustan los halagos con disimulo: ella es una mujer para quitarse los audífonos.

El problema, claro, es si ella no se los quita.

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La primera mujer titulada como ingeniera en SLP | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hija de una familia de profesionista donde el padre y la madre se formaron en la escuela de ciencias químicas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, situación que propició que María Eugenia Igueravide Navarro pudiera cursar estudios profesionales. En la década de los sesenta estaría ingresando como estudiante en la entonces Escuela de Ingeniería de la UASLP, que apenas tres lustros antes había reabierto sus puertas. La elección no dejo de ser sorpresiva, pues en aquella época no había mujeres cursando carreras de ingeniería. Así Eugenia Igueravide junto a su compañera Yolanda Reza Pardo se aventuraban en un mundo que había sido dominado por hombres. De esta forma seguirían esos caminos que cuarenta años antes abrirían mujeres en San Luis como María Castro en medicina, Dolores Arriaga en leyes en el entonces Instituto Científico y Literario o Carmen Ortega un par de años antes en la carrera de física de la propia universidad potosina.

Para la época en que Eugenia Igueravide fincaba su formación, la educación secundaria y preparatoria podía cursarse en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí por lo que desde los trece años Eugenia Igueravide estaría ligada a la universidad, donde se recibiría de ingeniería civil en 1967 y donde impartiría catedra en la propia Escuela de Ingeniería, hoy Facultad de Ingeniería de la UASLP.

Al decir de la propia Eugenia Igueravide de joven le interesó la geografía, carrera que por cierto estuvo en función en la universidad potosina durante la segunda parte de la década de los cincuenta y que desaparecería justo cuando la joven Eugenia Igueravide estaba por ingresar a estudios profesionales; así que seleccionó una carrera que igual le había llamado la atención, y que se relacionaba con la construcción y los caminos, la ingeniería civil, que se abría como una opción en la escuela de ingeniería que estrenaba instalaciones en la cajas reales.

El 15 de febrero recibiría el título de ingeniería civil por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y continuaría sus estudios en la UNAM donde estuvo un año en la división de doctorado, para luego regresar como catedrática a la escuela de ingeniería potosina.

Integró su propia constructora con un equipo de pasantes, maestros de obra, albañiles, carpinteros, fierreros y peones que le llevaron a cristalizar grandes cosas. “Hoy en día, al ver las fotografías de aquellos proyectos, me sorprendo mucho, no sé cómo lo resistí físicamente, no sé cómo soportaba tanta presión; pero bueno, era muy joven, creo que la angustia era normal, sentía el peso de la profesión y el compromiso con las personas que habían puesto su confianza en mí”, expresaría Eugenia Igueravide en una entrevista. También trabajo durante veinte años en el Gobierno del Estado como Subdirectora de Proyectos.

Siguiendo la tradición familiar de apertura a la formación de las mujeres su hija Alejandra Santoyo Igueravide, estudiaría en la Facultad de Medicina de la UASLP.

“La ingeniería siempre me apasionó, se me facilitaron las matemáticas en el estudio, estuve decidida a afrontar lo que viniera en el área laboral, actualmente trabajo como constructora en mi propia empresa, como subdirectora de proyectos en la Secretaría de Desarrollo Urbano Vivienda y Obras Públicas, me he actualizado y aquí sigo”.

“Hasta el día de hoy sigo disfrutando la ingeniería, sorprendiéndome de los avances tecnológicos, imaginando lo que hubiera sido con esos avances en mis tiempos y deleitándome con lo que será en el futuro. La Ingeniería evoluciona para ayudar al mundo globalizado en el que vivimos y siempre será indispensable. Yo elegí el trabajo que más me gusta y no he tenido que trabajar ni un solo día de mi vida, siempre orgullosa de ser de Ingeniería”.

Así la carrera de Eugenia Igueravide se une al esfuerzo y la labor de aquellas mujeres que emprendieron la tarea de abrir caminos en sendas en las que no eran bien vistas y en las que ahora se hace común la presencia de las mujeres.

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Hoy seré breve | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

¡Hola! Buenos días en esta fresca mañanita, hijos de mis días favoritos: hoy tuve tiempo para poder escribir poco (para escribir poco se necesita mucho tiempo).

1. El tema del “huasteco Forbes” (Adriana Ochoa dixit) “millonario de microondas” (Oswaldo Rios dixit) o “Batman de Tanquián” (mea culpa) va a terminar mal, el asunto ya escaló a nivel nacional y si se sigue escarbando (como se hará) alguien va a tener que pagar el precio. Spoiler de lugar común: el hilo se rompe por lo más delgado, y la federación tendrá que entregar un sacrificio. Es fácil adivinar cuál cabeza va a rodar, la del que sacó la cabeza. La del rival más débil. Morena y el gobierno hasta se van a anotar un punto extra que ya anticipó la presidenta: no tolerar actos de corrupción. Mandar al “bote” a un Morenista hecho rico a costillas del poder es una carta de legitimación…y la van a usar.

Esa es todo mi apunte de hoy pero tengo pendientes tres Bemoles:

PRECISIONES DE LAS IMPRECISIONES

En una de mis entregas anteriores comenté que Beatriz Benavente fue la que llevó a Palacio de Galeana al Huasteco Forbes. De acuerdo a Betty (y le creo) eso no ocurrió así. El que abrió esa puerta con Pablo fue el Galo, el ex diputado. Mismo personaje que buscaba la conexión con un periodista a través de Betty. (Hay chat y captura de pantalla que confirma la solicitud, misma que no fue atendida).

EL 2027 Y SUS ANTICIPOS

Por razones de circunstancias, la agenda pública del 27 está muy adelantada, la transición de la gubernatura (yo recomiendo no comprar escapularios al diablo) esta causando angustias en muchos niveles. Sin embargo, no pierdan de vista que muchas cosas pasan en 3 años (menos). En fin que si ya nos estamos adelantando, hablemos también de la alcaldía capitalina: Enrique, mi amigo el alcalde, está apuntado a Madero 100, eso no es novedad, pero en el camino, puede influir también respecto a quién será su sucesor o sucesora en la capital del estado. El cambio de partido de Enrique es inminente más no urgente, y es ahí donde Movimiento Naranja, MC o los the blue is the New Orange juegan. Una alianza PAN y MC es probable y posible

. A un personaje que no hay que perder de vista es a Sebastián Pérez. Es todo lo que diré por ahora.

Y DE REPENTE TE CAE EL BALÓN

En los partidos de futbol, a veces entre correr y correr, se presentan posiciones tan fortuitas (o no) que son justamente donde cae el balón. El amasiato Verde-Morena en San Luis Potosí es la cancha, y una de muchas posibilidades es que se busque un perfil que pueda conciliar y amalgamar todos los intereses. En esa cancha juegan Juan Carlos Valladares y Guadalupe Torres. Es momento de probar varias tácticas y se está haciendo. La senadora Ruth González por su parte, y por méritos propios, prepara un tiro a gol y sin defensa.

AL TIRO CON LO QUE LE DICEN A SU JEFE

Que nadie se equivoque, el gobernador Ricardo Gallardo y el alcalde Enrique Galindo son aliados. Ellos se hablan, literalmente platican mucho y se entienden. Estar de acuerdo, a veces sí y a veces no, es parte del juego. Sea esta una advertencia, imprudente si quieren, pero sea para sus subalternos y colaboradores acomedidos de ambos personajes. No grillen a sus jefes. Ellos se entienden mejor de lo que ustedes creen o saben, o creen saber. Ellos hablan más seguido que ustedes con su crush.

Hasta la próxima.

Jorge Saldaña

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Opinión

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