#4 Tiempos
El póker de la movilidad potosina | Columna de Jorge Saldaña
TERCERA LLAMADA.
Culto Público, hijos de mis azares: Para jugar al póker se necesita sangre fría, ojos atentos, corazón valiente, temple y estrategia, pero sobre todo… cartas.
En el juego inmobiliario potosino, se acaba de levantar la apuesta y se tiraron pares, pero la ambición desmedida (mala consejera en el juego) provocó un “no voy” por la Vía Alterna.
En un abre y cierra de parpados, la obra de 5 kilómetros polémica y 5.9 kilómetros politizada, pasó de ser una prioridad para el gobierno del estado (que la anunció y rescató con recursos propios cuando se retiró la federación), a ser un “vamos a ver si la retomamos”. Tómenla.
A la misma velocidad, se perdieron millones de pesos que ya se saboreaban algunos de los grandes propietarios de los terrenos aledaños a la ruta, por los que querían cobrar su peso en oro y no dar ni un centímetro de derecho de vía.
Si ya se veían recibir la primavera con millones en las cuentas, qué pena. Será para la otra.
Los “Team” Vía Alterna lanzaron un “All in” y el rival no picó, en su lugar se abrieron dos juegos, uno que se llama segundo piso en la 57, que lleva mano, y otro que se llama avenida Salk, que se juega con cartas abiertas.
Por cierto, hijos de los par de ases: ¿alguien ha visto al Consejo Potosí en esta jugada?
Que yo recuerde (pero que conste que soy un desmemoriado incorregible), en la presentación de los proyectos ejecutivos que dados a conocer por el Consejo, allá por junio del año pasado, no se habló nunca del segundo piso que se proyecta cruzará de la Distribuidor Juárez al eje 124.
Preguntando al respecto, supe que entre los notables miembros del Consejo Potosí hay varios dueños justamente de los terrenos de la Vía Alterna en cuestión, pero solo dos de ellos sacaron las uñas por querer defender sus intereses (por eliminación es fácil saber de quiénes se trata), mismos que tendrán que guardar en la pechuga, al menos por algún tiempo; ese fue el acuerdo previo a la reunión que tendrá el consejo en pleno para la siguiente semana.
¿Riesgos de ruptura con el Consejo? No, no por el momento, el par del que hablo arriba se mantuvo institucional y del lado del gobierno, que por ahora tiene las fichas. Ya habrá otra jugada y no podía ser de otra manera, el compromiso con el desarrollo del estado debe estar por encima de todo lo demás porque si no, ¿para qué jugamos?
Hablando de otros lances que no inmobiliarios, pero sí políticos, el martes se soltó a la opinión pública el tema del “Rey del Tóner”, que se trata de una investigación respecto a la compra multimillonaria (casi 200 millones de pesos) que efectuó el gobierno de Juan Manuel Carreras en papelería, tóner para impresoras y otras chucherías.
El asunto no es menor, porque la empresa surtidora, lo mismo que de papeles, tintas, servicios variopintos, afinación de güiros, venta de menudo y reparación de celulares (bueno no, pero casi, casi) se llevó contratos y contratos para surtir lo-que-se-le-ocu-rra, en plena pandemia, es decir cuando nadie necesitaba ese material.
El “bisne” se nota desde lejos, sobre todo si se da uno una vuelta a la dirección de la S.A. que resulta ser un localito de no más de 15 metros cuadrados que muy casualmente está a unas cuadras de la Oficialía Mayor de gobierno.
De fondo está un frente político que se abre contra la anterior administración y de manera directa contra ex funcionarios. Parece que después de destaparle varias a Marcelo y advertir que llamarán a cuentas a Toranzo, el siguiente en la lista, junto con sus más allegados, es hoy el ex mandatario de “rubiaescasa” cabellera. ¿Se acerca el “uno-dos” contra la llamada “herencia maldita”? Pues el que tenga ojos que vea… (hay promoción en boletos a Houston nada más de ida –digo- por si alguien ocupa).
Ya en el tema de los malandrines y próximos presuntos “N”, el Poder Judicial Federal y hasta la propia Fiscalía General, debería investigar el actuar de algunos jueces potosinos, en especial (todavía puedo poner su nombre completo) el de Baltazar Castañón Gutiérrez, que deja salir con absurda impunidad a los delincuentes y narcomenudistas.
Ayer miércoles, por ejemplo se detuvo a un sujeto en Salinas de Hidalgo “nada más” con 4 mil 500 dosis de metanfetamina, mismo que ya había sido detenido hace 15 días por el mismo delito y con cantidades también masivas de drogas, no obstante el juez calificó de “irregular” su arresto y lo dejó libre para seguir vendiendo.
No hay que ser el primer ingeniero del proyecto Space X, para darse cuenta que no hay casualidades tan grandes ni un juicio tan laxo como para que cada que caen los expedientes de los narcomenudistas reincidentes, el mismo juez los deje libres en menos de 24 horas.
Así pues nunca vamos a acabar…
Yo sí: Hasta la próxima Culto Público, hijos de mis Marzos y de las conjunciones planetarias.
Atentamente,
Jorge Saldaña
BEMOLES
GRACIAS
La admirada y valiente periodista, Lucero Aguilar Fuentes, me hizo favor de hacerme llegar algunas fotografías del interior de la nueva unidad de hemodiálisis que se inauguró en esta semana en el Hospital Central. Ella fue de las pocas invitadas personalmente por el gobernador a pasar al área en la que se debe guardar absoluto respeto a sus pacientes, asunto que me parece muy atinado porque su calidad como periodista y sensibilidad humana la respaldan para contar las historias de cientos de pacientes que han aprendido a vivir acompañados de una enfermedad costosa, compleja y dolorosa en todos los niveles.
ZANCADAS
Tanto el alcalde capitalino, Enrique Galindo Ceballos, como el canciller de México, Marcelo Ebrard, dieron en dos días un par de zancadas para adelante en sus respectivas gestiones. El presidente municipal se supo apuntar en el convoy de ciudades y empresarios que estarán recorriendo junto al canciller varias ciudades de los Estados Unidos para atraer inversiones de desarrollo, nuevos modelos de negocio y hasta producciones televisivas o cinematográficas.
En dos días que duró el acompañamiento de Galindo a Ebrard en Los Angeles, y con su visita a las oficinas centrales de Netflix en aquella ciudad, ya se pudieron entablar acuerdos para que nuestra capital sea considerada como un destino de producciones de primer nivel que se podrán anunciar en breve.
Por su parte, el canciller llevando de la mano a medio centenar de alcaldes y empresarios en un recorrido de “ganar-ganar”, pues se apuntó un “con permiso que ahí les voy” a las llamadas “corcholatas”.
HAY QUE TENER…
La iniciativa sobre la castración química a violadores viene y viene en serio… Ya falta muy poco para conocer completa la propuesta legislativa que podría convertir a San Luis Potosí al único estado de la República y casi en toda Latinoamérica que contemplará la castración a violadores sentenciados para que no vuelvan a reincidir en tan deplorable delito. ¿Y la Constitución y los tratados internacionales? ¿Y la dudosa impartición de justicia? ¿Y los derechos humanos? Para todo hay respuesta, mientras tanto hay que guardar una dosis de escepticismo.
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#4 Tiempos
Pena de muerte | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Imagine que un día, mientras se baña, descubre en alguna parte de su cuerpo –por ejemplo, en la planta del pie izquierdo, aunque bien podría ser en cualquier otro lugar- unos números tatuados que nunca antes había visto. ¿Cómo es que aparecieron allí? Hace usted memoria: ¿quién pudo haberle jugado una broma tan pesada? Y, sobre todo, ¿cuándo y a qué hora, que usted no se dio cuenta?
Como quiera que sea, trata de averiguar el significado de aquella cifra misteriosa. Lee una vez y luego otra vez: 290614. Doscientos noventa mil seiscientos catorce. ¿Y qué quiere decir? Piensa usted en las cantidades de dinero que debe e, incluso, en el saldo de su cuenta bancaria. ¡No, imposible! Por más que ha tratado de ahorrar, nunca le ha sido posible reunir una suma semejante. ¡Ojalá tuviera esa cantidad! Pero no: sospecha que, por lo menos aquí, no se trata de dinero. ¿Y si hubiera que leer la cifra de otro modo, es decir, no de corrido sino por partes? 29-06-14. Así la cosa está más clara. Parece una fecha. ¿Veintinueve de junio del año dos mil catorce? Ahora imagine que, de pronto, lo invaden ciertas sospechas. ¿Y si esa fecha fuera la de su futura muerte?
Sí, eso es: usted ha desentrañado un misterio: esos números que nadie pudo haber tatuado -por la sencilla razón de que, si alguien lo hubiese hecho, usted se habría dado cuenta- son una revelación, algo así como un mensaje. Usted se morirá, pues, el veintinueve de junio del año dos mil catorce. Y cuando ha caído en la cuenta del significado de los números misteriosos, éstos desaparecen y no vuelven a dejarse ver nunca más. Fueron como un relámpago en la noche, sí, y, sin embargo, usted ya sabe…
¿Cómo sería la vida de los hombres si Dios, valiéndose de estos avisos o de otros, nos hiciera conocer el día de nuestra muerte? ¡Que sencillamente no podríamos vivir! Cada mañana nos despertaríamos con la boca pastosa pensando que la fecha fatídica está hoy más cerca que nunca. ¿Cómo vivir en semejantes condiciones?, ¿cómo no pegarnos entonces un tiro en la cabeza? Pero no. Dios, aunque conoce el día y la hora de cada uno, se la calla. Al crearnos, no nos puso en ningún ángulo del cuerpo nuestra fecha de caducidad. ¿Para qué conocerla? ¿Para vivir aterrorizados? Sin embargo, lo que ni Dios se ha atrevido a hacer, los humanos sí que lo hacemos, y hasta con una naturalidad que habría que llamar mejor ensañamiento. Nosotros sí, para castigar a los culpables, los condenamos a muerte y hasta les decimos, armados con el código penal, el día en que deberán ser ejecutados. ¿No es esto salvaje e inhumano? Imaginemos, en efecto, la vida de un hombre que deberá morir el 29 de junio del año 2014… ¿Cómo transcurrirían las horas de este hombre?
Bien, Víctor Hugo (1802-1885), el gran escritor francés, trató de imaginarlo escribiendo una novela publicada en 1829 que llevaba por título El último día de un condenado a muerte. En ella aparece un hombre acusado de asesinato al que la ley está a punto de dar el último golpe. ¿En qué piensa este hombre al saber que sus días están contados? ¿Qué ideas concibe mientras la fecha se aproxima y los minutos vuelan? Para enterarnos es preciso leer la novela. Yo, por mi parte, sólo quiero detenerme allí donde el prisionero, en su celda, se pone a observar las paredes con curiosidad. ¡Va a morir, él va a morir! ¡Y cuantos ocuparon esta misma celda antes que él están ya muertos, y bien muertos, desde hace tiempo! Sin embargo, antes de irse de este mundo escribieron algo en las paredes que era como su último adiós. Se puso a leer…
«¿Qué hacer con la noche cuando aún no despunta el día? Se me ocurrió una idea. Me levanté y paseé mi lámpara por las cuatro paredes de la celda. Están llenas de frases, de dibujos, de extrañas figuras, de nombres que se mezclan y se tapan unos a otros. Parece como si, aquí al menos, cada condenado hubiera querido dejar su huella. Con lápiz, con tizón, con carbón, letras negras, blancas, grises, con frecuencia profundas hendiduras en la piedra, por doquier caracteres oxidados, como si estuvieran escritos con sangre… A la altura de mi cabeza hay dos corazones inflamados, atravesados por una flecha y, por encima, la leyenda: Amor para toda la vida. El desgraciado no se comprometió por mucho tiempo. Al lado, una especie de tricornio con una figurita groseramente dibujada por debajo y estas palabras: ¡Viva el emperador!. Y luego otros dos corazones inflamados con esta inscripción: Amo y adoro a Mathieu Danvin. Jacques. En la pared de enfrente se lee este nombre: Papavoine. La p mayúscula está bordada con arabescos y adornada con esmero»…
La celda que describe Víctor Hugo es la celda de los condenados, sí, y, sin embargo, antes de tomar el camino del cadalso unos hombres dibujaron corazones y escribieron unas cuantas palabras de amor. Amo y adoro a Mathieu Danvin. ¿Quién era este Jacques que, a escasas horas de morir, resumía así las andanzas y quehaceres de toda una vida? Antes de irse de este mundo, Jacques había escrito las palabras decisivas; palabras que nunca leería Mathieu Danvin, pero que él se sentía en el deber de dejar grabadas para siempre. ¡A punto de ser llevado a la guillotina, Jacques declaraba su amor en la distancia a Mathieu Danvin! Por ahora no quiero leer más. Y cierro la novela de Hugo pensando en esto: que acaso lo único que hemos venido a hacer a este mundo es decir unas cuantas palabras de amor, unas pocas, para luego irnos un poco así como los barcos se pierden en la lejanía del mar durante la noche. ¿Que no somos correspondidos? Eso no importa. ¿Que no dio nunca nadie importancia a nuestro afecto? Eso importa menos aún. Nosotros hemos amado, lo hemos dicho y con eso nos basta.
Cuando hemos pronunciado las palabras esenciales, cuando hemos escrito nuestra declaración de amor en una de las paredes de la vasta prisión que es este mundo, ya nada nos falta. ¡Hemos dicho ya lo único que importa decir! Que venga entonces el carcelero: nosotros tendemos las manos hacia él y lo acompañamos a donde quiera llevarnos…
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#4 Tiempos
El secuestro de 7 vidas al barranco | Crónica de Jorge Saldaña
CRÓNICA
Por: Jorge Saldaña
Todos perdieron. En San Luis, a veces la justicia no llega por la puerta grande de los tribunales, sino por la rendija torcida del rencor. Cuatro adolescentes, todavía con el olor a niñez pegado en la piel, decidieron convertirse en verdugos de otro recién salido de la adolescencia. Lo subieron a un Mazda gris como si se tratara de un ritual iniciático: una venganza disfrazada de justicia.
El nombre del capturado era Fidel. Lo golpeaban dentro del auto, le gritaban lo que creían que era verdad: que había embarazado a una amiga, que la golpeaba, que la humillaba y que dejó junto a su hijo a la deriva. Ellos, convencidos de ser vengadores, eran apenas muchachos con un arma de balines que parecía real. Creían portar justicia, pero cargaban sólo una farsa de poder.
En la huida desesperada, Fidel se arrojó del vehículo. No era valentía ni cobardía: era instinto de supervivencia. Saltó, y el destino lo arrojó todavía más abajo, al barranco. El golpe contra las rocas fue la sentencia que ninguno de los adolescentes imaginó, pero todos firmaron con ese acto.
El saldo es un inventario de pérdidas: Fidel perdió la vida en la caída. Los cuatro jóvenes perdieron la libertad, y con ella, cualquier atisbo de futuro. La muchacha, centro invisible de la tragedia, perdió al padre de su hijo y a los amigos que quiso como vengadores. Se quedó sola, con un bebé en brazos y la sombra de un muerto sobre la cuna.
El niño crecerá huérfano de padre, y su madre, huérfana de red. No hay vencedores: sólo cenizas.
La historia parece sacada de una novela de Arriaga: adolescentes que creen en la épica de la violencia, que juegan a dioses con armas falsas, que hacen justicia con las uñas sucias del odio
. El final es tan brutal como inevitable: cuando la violencia se hereda, los hijos juegan con ella.El barrio El Aguaje se quedó con una postal difícil de olvidar: sirenas iluminando la noche, un cuerpo roto en el fondo del barranco, y cuatro chamacos esposados, con la mirada aturdida de quien no alcanza a comprender que la adolescencia terminó en un segundo.
Nadie hablará de ellos en la sobremesa. Nadie los pondrá en canciones. Pero ahí está la historia, un espejo áspero que refleja a al del país entero: un lugar donde la justicia se busca a golpes, donde la violencia se hereda como apellido, y donde hasta los niños cargan con la fatalidad de ser verdugos o víctimas.
En esta tragedia, no hubo malos ni buenos: sólo cinco adolescentes devorados por un mismo monstruo, el de la violencia que crece como plaga en los rincones donde el Estado no llega, pero sí llega Netflix y todas las plataformas con series donde se exalta la violencia como único camino, y la justicia por propia mano como un acto de valentía en una selva que no tiene otra ley que el ojo por ojo y diente por diente.
La pregunta queda flotando como un eco incómodo: ¿A quién le importa?
Simplemente es una corriente y cruda historia más, en la que nadie gana.
Un reflejo del barranco en el que todos estamos al borde.
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#4 Tiempos
El sueño que parecía imposible | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Durante décadas, el fútbol mexicano ha vivido con una deuda pendiente, la de encontrar a ese jugador distinto, capaz de cambiar un partido con una sola jugada, de desatar emociones colectivas y de encender la esperanza de millones. Y de pronto, en medio de la rutina de un campeonato que pocas veces sorprende, aparece un adolescente llamado Gilberto Mora para recordarnos que el sueño sí puede ser real.
Con apenas dieciséis años ya hizo historia. Debutó en la Primera División con Xolos y no fue un relleno, no fue una anécdota, se convirtió en protagonista, dio una asistencia, marcó un gol y rompió el récord de precocidad. Desde entonces, cada vez que pisa la cancha transmite esa sensación de que algo diferente va a ocurrir. Es el tipo de jugador por el que uno prende la televisión o se sienta en la tribuna con la ilusión de ver magia.
Lo extraordinario de Mora no es solo su juventud ni sus estadísticas. Es la manera en que juega con naturalidad, como si la presión no existiera, como si la cancha le perteneciera. Ve espacios que los demás ignoran, inventa caminos en lugares cerrados, toma decisiones que parecen dictadas por un instinto superior. Y lo más impresionante es que ya lo hace con la Selección Mexicana, donde su talento no se disfraza entre adultos, sino que se multiplica. En la Copa Oro lo vimos asistir, competir, atreverse, y ganar un título con una madurez que contrasta con su edad.
El horizonte para Mora es tan prometedor como inédito. Si el proceso se maneja bien, no solo podría disputar el Mundial Sub-17 —ese que corresponde a su categoría natural y donde sería la estr ella indiscutida—, sino que incluso está en condiciones de aspirar al Mundial Mayor , en un salto que pocos futbolistas en el planeta pueden presumir. Imaginarlo jugando ambos torneos, en paralelo, sería confirmar que estamos frente a un fenómeno.
México ha tenido buenos futbolistas, jugadores de época, líderes de vestidor o símbolos nacionales. Pero pocas veces hemos sentido tan cerca la posibilidad de tener a alguien con el aura de un Messi o un Maradona: un joven que no solo juega, sino que transmite la sensación de que su historia puede transformar la del fútbol mexicano. Por eso cada partido suyo parece más grande que el marcador. Porque lo que está en juego es la ilusión de un país entero que lleva generaciones esperando a “ese” futbolista que cambie todo.
Claro, el riesgo existe. La presión mediática, los clubes europeos que pronto tocarán la puerta, la exigencia desmedida de una afición que no suele tener paciencia. Pero si Mora encuentra el entorno adecuado, si logra madurar sin perder la magia, entonces podemos estar al inicio de la historia que tanto tiempo se nos negó.
Gilberto Mora es hoy más que un jugador: es la encarnación de un sueño que parecía imposible. Si mantiene el rumbo, no estaremos hablando solo del más joven en debutar, anotar o asistir. Estaremos hablando del crack que México llevaba décadas esperando, capaz de unir en un mismo calendario el Mundial Sub y el Mundial Mayor, para después escribir la página que nos acerque, por fin, a la eternidad futbolística.
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