junio 5, 2025

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#Entrevista | Un viaje a todas Las Habanas con Dainerys Machado

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Dainerys Machado

La escritora cubana platicó con La Orquesta sobre su nuevo libro, su relación con México y el atardecer que nunca llega a Miami

Por: Luis Moreno Flores

Dainerys Machado Vento nació en La Habana, Cuba, en 1986. Eso la convierte en una niña que vivió al centro del Periodo Especial, como se le conoce a la crisis que sumergió a su país tras la caída de la Unión Soviética. Ese es el telón de fondo que sirve a muchas de las historias de su más reciente libro Las noventa Habanas (Katakana Editores): 

«El número noventa se refiere a que existen muchas Habanas y también es un juego para hablar del periodo en el que varios de los cuentos tienen lugar y que es una época que marcó a la ciudad. Dos años después de la caída del muro de Berlín, se desplomó la Unión Soviética y Cuba, que desde el año 71 había entrado al consejo de la ayuda mutua económica, se quedó sin nadie que le comprara el azúcar, la caña. Éramos un país mono exportador. Eso causó que la economía se cayera de un día para otro. Los mercados se quedaron sin comida, los equipos electrodomésticos desaparecieron de las tiendas, los periódicos tuvieron que cerrar porque no tenían luz eléctrica para trabajar debido a los apagones cíclicos que había en la ciudad. Un país relativamente próspero de repente se volvió un desastre. Hay gente que dice que esto todavía no se ha terminado, porque Cuba sigue en crisis, pero los años más fuertes fueron hasta el 95 o 96».

Cuando recién estaba por comenzar a leer el libro, Dainerys Machado, que siempre peca de humildad, me advirtió que no sabía si me gustaría, pues quizá las historias no me harían tanto sentido como a un cubano. La realidad es que los cuento de Las noventa Habanas tienen poco que ver con una cuestión política, económica, geográfica o ideológica y están mucho más relacionados con aquellos que nos hermana como humanos: crecer, la soledad, el sexo, el amor, la migración. Situaciones universales que nos recuerdan que somos los mismos.

Encontré en este libros tres grandes bloques. En el primero, Machado Vento ofrece historias iniciáticas. Viñetas de primera veces: conocer la discoteca, descubrirse enamorado de quien se supone que no se debe, ver el destino en la atracción por un pariente, envidiar lo que no se tiene… El segundo habla de uno de los grandes temas latinoamericanos: la migración y el exilio: encontrar un salvoconducto de regreso a la casa en el sexo con un compatriota; la nostalgia y la imaginación como medicina a las afrentas del día a día en el extranjero; la resignación ante una vida que no es como se esperaba. Todas las narraciones están bañadas en una luz de deseos frustrados o cumplidos. La última parte son historias de personajes adultos que viven en la Habana, cuya cotidianidad le sirve a Dainer ys para forjar anécdotas insólitas sobre el amor, la muerte, la pasión y la aniquilación del manto infantil con el que en ocasiones insistimos en cubrirnos. Sin embargo, la autora explicó que esa no es la división que pretendió:

«Es interesante esta clasificación, no había pensando en ella. Me gusta la forma en que la gente ha dividido estas historias, me gusta más lo que piensan otras personas de lo que yo contemplé originalmente con el libro. Lo que hice fue crear diferentes voces narrativas que van madurando. Los primeros cuentos son niñas y niños, adolescentes, después pasa a una etapa de personajes juveniles. Lo que veía era cómo esas voces crecen hasta el último cuento en el que es el barrio el que lo está contando». 

La Orquesta:¿Por qué decidiste regresar a La Habana mediante estos cuentos?

Dainerys Machado Vento: Me atraen mucho los libros de cuentos que son proyectos enteros, más allá de aquellos en donde hay historias dispersas reunidas en un volumen. Los escritores que más admiro son aquellos que crearon universos en sus obras, ya sean ficticios como García Márquez o Elena Garro. O reales como Virgilio Piñera. Regresar a La Habana fue una reflexión conciente de decir: bueno qué universo mejor que ese que a mí me ofrece todas esas atracciones. 

–0–

Dainerys Machado actualmente estudia el doctorado en Lengua Moderna y Literatura en la Universidad de Miami. Su historia tiene algo de ironía, pues aunque sus motivos para estar en Miami son completamente distintos a los de la mayoría de sus compatriotas, al final está en el mismo lugar que otras 700 mil personas nacidas en Cuba:

«Los primeros meses era muy difícil explicarle a la gente cómo llegué, porque tengo una visa de estudiante que se llama F1, pero la mayoría de los cubanos están con un papel que se llama parole y que se relaciona con el asilo político. En los bancos me preguntaba por él y yo trataba de decirles por qué no lo tengo, pero me insistían en que soy cubana y debo tener parole. No me abrieron cuenta en el banco, no me aceptaban los documentos en muchos lugares porque no entendían que una cubana estuviera acá con algo que no fuera un parole

».

Posiblemente ese prejuicio hacia lo que debe hacer una cubana en Miami sea la raíz del cuento Quédate, en el que una empresaria nacida en La Habana, residente de la Ciudad de México, visita Miami para cerrar un trato. Durante esa estadía todos los cubanos con los que encuentra la insisten en quedarse, pues consideran que es el único sitio en el que alguien de su país puede hacer una vida digna, aunque las suyas no lo son tanto:

«Había venido a Miami en el 2012 y fue abrumador lo que me decían las personas para que me quedara. Me prometí nunca decirle a un cubano que se quedara. Yo fui muy feliz en México, probablemente más plenamente de lo que he sido en Miami, a pesar de que aquí tengo más tiempo de lo que estuve en México. Creo que son cosas que no todo el mundo entiende. Ese cuento me lo encargaron para una antología de narradores latinoamericanos que se publicó en México, yo estaba en un momento terrible de la migración, hasta lo bueno me parecía totalmente malo. La historia es esa perspectiva que tenía de la ciudad: habla de toda la falsedad que veía».

A pesar de la ciudad plástica que en su momento encontró, Dainerys apuntó que el Miami que hoy vive dista mucho del postureo en el muchos que no lo hemos visitado cometemos el error de colocarlo: «Igual que La Habana, hay muchos Miamis. En el que yo vivo es un Miami humilde que se concentra de la casa a la escuela. También es un Miami muy cultural, donde puedo disfrutar de expresiones artísticas cubanas y latinoamericanas importantes. Todavía no he terminado el doctorado, así que pienso en la ciudad y todo son libros y escuela. Hay una metáfora que se usa mucho y es que Miami es una ciudad de catálogos turísticos, no obstante, desde que vivo aquí, creo que he ido cuatro o cinco veces a Miami Beach, me encanta la playa, me encanta Miami Beach, pero no forma parte de mi paisaje. Uno encuentra sus espacios, sobre todo en un sitio tan grande».

«La costa sur de la Florida es un lugar muy raro. Regala los atardeceres anaranjados más hermosos del mundo, pero como está atravesada en el Atlántico, no se dibuja en ella la silueta del sol para tocar el horizonte. Quizás por eso aquí los migrantes cubanos nunca se curan de sus fantasmas de Cuba. Porque a la copia de su país en la que han convertido la ciudad, le sigue faltando la figura del sol estoico que se funde cada tarde en el mar». Estas líneas pertenecen al cuento Quédate, me parecieron unas de las más bellas que contiene Las noventa Habanas. Como cierre a nuestra conversación pregunté a Machado Vento si son una metáfora que sintetiza las nostalgia que nunca acaba por abandonar al migrante latinoamericano: 

«Es bonito pensarlo así. Tú qué piensas. Si lo ponemos en términos económicos y políticos, el capitalismo en Estados Unidos es muy deshumanizado, mientras que lo que tienen todos los países latinoamericanos, más allá de cualquier sistema, sin importar si son socialistas o neoliberales, es el calor humano, la tradición, las familias, las relaciones humanas. La falta de eso se hace un poco más tolerable en la nostalgia. Esto lo entiendo porque siempre falta algo en Miami. El sol nunca está en el horizonte».

 

Las Noventa Habanas. 

Autor: Dainerys Machado Vento. 

Katakana Editores, Nagari.

EUA, 2019.

 

Este libro está disponible en el siguiente enlace: https://amzn.to/2I3DfI2 

Para mayor información: https://www.nagarimagazine.com

 

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#4 Tiempos

Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.

El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.

En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.

En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.

En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.

Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.

El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP

un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.

El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.

En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.

En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.

Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.

El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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