#4 Tiempos
La realidad del futbol nacional | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
Testeando
Desde hace mucho tiempo se dice, se pregona, se grita que el futbol mexicano no tiene nivel. Hoy compite televisivamente por el rating de campeonatos como el futbol español, inglés, alemán, portugués y holandés, sumado a torneos internacionales como la Champions League, la Europa League o la Libertadores. Hoy el futbol nacional tiene rivales de peso para comparar.
Pero vayamos por partes, ¿qué hace bueno o malo el nivel de una competencia en el futbol? Justo aquí es donde muchos meten el freno de mano. Hay quien dice que la competencia “pareja” le da nivel al producto, que poco importa una liga donde siempre ganan los mismos y la competencia va de unos cuantos; otros hablan de que las grandes figuras elevan el nivel y otros más de plano solo se ciegan por el brillo del futbol europeo: solo en el viejo continente se juega buen futbol.
Ok, los parámetros son diversos, pero hoy quiero proponer un estilo de análisis para definir con ciertos fundamentos si nuestro futbol es bueno o es malo.
En el futbol existen dos fundamentos básicos: la recepción y el pase. Estos principios se “educan” desde temprana edad. No es en vano ver en las escuelitas de futbol a muchos niños jugando a patear el balón, incluso los mayores se entrenan pateando a la pared, buscando mejorar la recepción y el pase. En lo que respecta a la recepción, la cosa es muy simple: el balón tiene que quedar donde el jugador quiere que quede, ya sea pegada al pie, o a una distancia medida, ya sea recibir con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie (algunos fuera de serie usan otras partes de cuerpo, saludos Cuauh) pero que el balón vaya a donde el que recibe quiere. Por el lado del pase, la cosa parece más fácil de explicar: el balón tiene que llegar correctamente a donde el jugador que da el toque quiere que vaya, ya sea al hombre o al espacio; aquí no hay mucho para dónde hacerse y, lo mismo, se puede tocar con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie.
Un buen futbol es aquel en el que podemos ver jugadas que combinan recepción y pase de manera precisa, y mejor aún, que lo hagan con intensidad, velocidad y presencia. Uno, dos, tres, cuatro toques a toda velocidad y podemos estar hablando de un nivel importante. Menos que eso: olvídenlo.
Pero vayamos a lo más importante del futbol: el gol. Para anotar un gol se necesita básicamente el remate. Esa definición de último momento que puede ser con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie, ese último movimiento muchas veces cerca de la portería rival, ese intento final que termina las jugadas. La práctica no nos engaña, si un equipo no termina las jugadas, está destinado a no ganar.
En un buen futbol, la mayoría de las jugadas se van a terminar, los remates se harán complejos y comunes, habrá muchas oportunidades de gol, por ende, muchos remates en la última jugada.
Pero en el futbol también se defiende y para esto tenemos una serie de jugadas que vale resaltar: la intercepción, la barrida y la marca por mencionar algunas. En la intercepción se roba el balón justo en el momento de un pase, es una jugada muy limpia y que en ocasiones exhibe a los jugadores que no saben dar correctamente un pase. La barrida por su parte requiere un trabajo milimétrico, la velocidad y conducción del jugador es interrumpido por el defensa que busca quitar el balón sin cometer una falta. Por último, la marca sirve para evitar la recepción del balón, y en caso de que suceda, detener por fuerza o por talento el avance del rival. En un buen futbol, veremos muchas barridas exitosas, marcas muy pesadas y pocas intercepciones.
Por último dos cualidades de los superdotados: la conducción y el regate. Hablar de la conducción no es solo decir que la pelota tiene que ir pegada al pie, conducir el balón puede incluir llevar cierta distancia con el esférico o combinar con recepciones dirigidas. Por el lado del regate es el punto y aparte del futbol, pocos son los que pueden regatear y salir airosos, con tiempo para definir su próximo movimiento o con el espacio suficiente para volver a hacerlo. Solo unos cuantos se pueden sentir seguros cuando se atreven a regatear.
En un buen futbol vamos a ver a algunos que se atreven a conducir 10, 15, 20 metros dentro de la cancha, menos no es suficiente. En el buen futbol vamos a ver a un par de jugadores (tal vez 2 pares de jugadores) que en toda la liga regateen y terminen ganando la mayoría de sus enfrentamientos, en la mayoría de las ligas un jugador así es un número alto.
Yo sé que quedan por fuera muchas variables del futbol, se que hay mucho más que lo mencionado aquí para poder entrar en profundidad en un análisis, pero con esto me parece suficiente y le pido a usted amable lector, que si tiene el interés de calificar a la Liga MX, al Ascenso MX o a cualquier liga que se le antoje calificar de buena o mala, haga el ejercicio de ver un partido cualquiera de su competencia favorita: cuente cuántos pases se dan antes de perder el balón, cuente cuántos remates a portería suceden por cada pelota que se va del campo por línea de fondo, cuente cuántas recepciones y segundas jugadas suceden después del pase, cuente cuántos jugadores se atreven a conducir más de 10 metros sin perder el esférico y por último descubra usted si en su liga existen superdotados que logran regatear y salir airosos.
Así y solo así podrá tener un pequeño panorama sobre la realidad de nuestro futbol, cuando contraste lo dicho aquí, con lo observado en el campo y después compare con lo que sucede en otras latitudes. Al final solo le pido dos cosas: no se queje y no se olvide que aunque mala, como nos encanta nuestra Liga MX.
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#4 Tiempos
Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…
Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».
Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!
Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».
Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…
Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».
Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.
¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída , el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».
¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».
Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!
Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.
Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».
Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.
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#4 Tiempos
Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.
En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.
En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.
El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.
Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.
Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.
Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.
Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.
Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.
Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.
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#4 Tiempos
Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.
Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.
La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.
Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.
Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.
En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.
Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.
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