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Víctimas de trata llegan a SLP desde Centroamérica
A San Luis Potosí llegan de Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Coahuila, Hidalgo, Guanajuato, Veracruz, Puebla, Chihuahua, Honduras, Guatemala y El Salvador
Por El Saxofón
San Luis Potosí es territorio de origen y destino de las víctimas de trata de personas en México. El tráfico de personas con fines de explotación laboral, explotación sexual, mendicidad forzada, entre otras formas que toma este delito, tiene lugar en territorio potosino ante la vista de autoridades y sociedad civil sin que se haga nada por evitarla, mucho menos por perseguir a los responsables.
Las denuncias por trata de personas no son frecuentes en San Luis Potosí, es más, son bastante escasas. En cuatro años, de 2015 a 2018, la Procuraduría General de Justicia del Estado, hoy Fiscalía General, recibió solo 11 denuncias por este delito.
En 2015, la PGJE abrió tres carpetas de investigación por trata de personas, la misma cantidad se repitió en 2016. La cifra de denuncias bajó a dos en 2017, y se elevó a 5 en 2018, sin embargo, el número de investigaciones abiertas siguen siendo marginales.
El libro titulado Trata de Personas. Un acercamiento a la realidad nacional, de reciente publicación por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en octubre de 2018, integra 27 artículos de distintos autores con una amplia trayectoria en el tema, que abordan el tema desde distintas perspectivas.
Para el caso de San Luis Potosí, el artículo más revelador es el que se titula, La historia no oficial: La trata de personas en México, escrito por Dana Preston, gerente de Programas de Igualdad de Género en Hispanics in Philanthropy (HIP), derivado de la investigación de HIP, Una mirada desde las organizaciones de la sociedad civil a la trata de personas en México.
Preston relata que al hacer la investigación de gabinete para “Una mirada desde las organizaciones de la sociedad civil a la trata de personas en México”, se percataron de que los datos oficiales no ofrecen la historia completa sobre la trata de personas, así que aplicando una perspectiva regional lograron identificar focos rojos para la trata de personas por zona, y a su vez fue posible identificar municipios de enganche y destino para trata de personas.
“Con base en las entrevistas a las OSC (organizaciones de la sociedad civil), pudimos construir varias rutas domésticas e internacionales de trata de personas”, describe Dana Preston, quien en su artículo incluye un mapa que registra los desplazamientos de las víctimas e identifica las rutas de trata en el territorio nacional.
Gracias a ello se puede conocer, de dónde vienen y a dónde van las víctimas de trata en cada entidad federativa del país. “Así sabemos que a San Luis Potosí llegan de Guerrero (Tlapa de Comonfort), Chiapas (Chenalhó, San Juan Chamula), Oaxaca, Coahuila (Saltillo), Hidalgo, Guanajuato, Veracruz, Puebla, Chihuahua (Guachochi), Honduras, Guatemala y El Salvador”.
De San Luis Potosí se desplazan a Nuevo León (Monterrey, San Nicolás de los Garza), Coahuila (Saltillo y Torreón), Estados Unidos (Texas, California Georgia, Luisiana), Querétaro (Concá y Jalpan) y Tamaulipas (Matamoros y Ciudad Mante).
En el artículo de Dana Preston se lee que “La Región Bajío: (Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Jalisco, Zacatecas, Aguascalientes, Colima y Nayarit) es una zona expulsora de personas que buscan trabajo en EUA y Canadá, por donde también pasan muchas personas migrantes centroamericanas.
En esta región “se documentó explotación laboral y trata laboral en los campos agrícolas y tala de árboles”. También se identificó un vínculo entre casos de trata de personas y la desaparición de mujeres.
La investigación de Preston además menciona que hay una presencia fuerte del crimen organizado como victimarios en casos de trata de personas migrantes forzadas a llevar a cabo actividades ilícitas y también mujeres migrantes en la prostitución forzada.
Además se documentaron casos de mendicidad forzada, se reconocieron casos documentados de servidumbre forzada entre la población indígena local y que hay vínculos entre el desplazamiento forzado a raíz de los mega proyectos y la trata de personas.
El enganche
En el artículo Apuesta por una adolescencia empoderada en la prevención de la trata de personas, escrito por Luis Wertman Zaslav, Karen García Velázquez y Sandra Melissa Ortiz Gutiérrez, se plantea que las redes sociales se han convertido en una importante herramienta para quienes ejercen la trata de personas.
“En el año 2014, la titular de la Fiscalía Especializada para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas de la Procuraduría General de la República (Fevimtra), refirió que las redes sociales son el mecanismo preferido de los tratantes para reclutar víctimas, quienes suelen ser engañadas con la idea de una relación amorosa, una falsa oferta de empleo, convertirlas en modelos famosas, amistades virtuales, etc. Este modo de enganche ha logrado captar principalmente niñas y niños, ya que según cifras de Fevimtra de 2012 a 2014 se atendieron 274 casos de víctimas, de las cuales el 31.7 por ciento eran menores de 18 años y todas fueron enganchadas a través de redes sociales”.
Según el artículo “Proceso de participación ciudadana en Tlaxcala ante la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual elaborado por el Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local, A. C., San Luis Potosí es uno de los 16 estados “donde los tratantes tlaxcaltecas han enganchado a mujeres y niñas para la explotación sexual“.
También lea: Pasará 5 años en cárcel por tratar de violar y matar a una mujer en SLP
Ciudad
Saldo blanco en Villa de Pozos en festejos de 12 de diciembre
La coordinación entre Guardia Civil Municipal y Protección Civil garantizó actividades y celebraciones religiosas en orden
Como parte de la vigilancia implementada durante las celebraciones del 12 de diciembre, el Gobierno Municipal de Villa de Pozos, a través de la Guardia Civil Municipal y la Dirección de Protección Civil, reportó saldo blanco gracias a los operativos preventivos y de supervisión desplegados en diversas zonas de la localidad, con el objetivo de salvaguardar la integridad de la ciudadanía.
La Dirección de Policía Vial de la Guardia Civil Municipal informó que, durante los recorridos de vigilancia, únicamente se desactivaron dos bailes callejeros, uno ubicado en las calles Ciriaco Cruz y Benito Juárez y otro en la calle 32 en la colonia Prados de San Vicente Segunda Sección, acciones que se llevaron a cabo de manera ordenada y sin incidentes.
Por su parte, la Dirección de Protección Civil destacó que, gracias a la presencia permanente de los elementos en templos y zonas de alta afluencia, así como a la pronta capacidad de respuesta, las celebraciones religiosas se desarrollaron con normalidad, en un ambiente de orden y sin riesgos para las y los asistentes.
El Gobierno Municipal de Villa de Pozos resaltó que la coordinación interinstitucional fue fundamental para garantizar la seguridad durante esta fecha de gran relevancia, al permitir que habitantes y visitantes celebraran el 12 de diciembre de manera tranquila y segura, siempre comprometidos con la prevención y el bienestar de la población.
Ayuntamiento de SLP
Demanada contra el Ayuntamiento asciende a 300 mdp por caso RICH
Galindo señaló que tras el accidente, el municipio actuó de inmediato sancionando al responsable del evento e inhabilitó a los organizadores
Por: Redacción
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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.
Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.
En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)
La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.
Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.
Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:
“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”
(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).
Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.
Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.
Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…
Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.
Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.
No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.
Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.
Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.
Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.
Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.
Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.
Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.
Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.
Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.
Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.
Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.
Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.
A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.
Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.
Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.
El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:
—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.
Flor del Campo. Claro.
No era un nombre. Era una respuesta.
Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.
Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.
Jorge Saldaña.
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