#4 Tiempos
Paradojas: los navistas en el rancho de Gallardo | Apuntes de Jorge Saldaña
Apuntes
Esto es ficción:
Xavier Nava, Rodrigo Portilla, Oscar Valle y Sebastián Pérez disfrutando de una buena barbacoa, asado de boda, frijoles charros cortes con ensalada fresca y aguas de sabor en el rancho de Don Ricardo Gallardo Juárez.
Cada uno con sus parejas.
“Siéntate hija, pásale” -dice la señora Pilar Cardona de Gallardo a alguna de las invitadas-
“Sírvanle a los muchachos, mira que están muy flacos” – Ordena don Ricardo en tono muy alegre, y agrega: “Ya lo pasado, pasado, están en su casa y aquí todos somos amigos”.
“Muchas gracias, qué gentiles en recibirnos” dice muy mansito Rodrigo Portilla que se acomidió a llevar unos bolillos y un refresco de dos litros.
Oscar Valle se sirve al vuelo un taco de nopalitos y Sebastián se apura a acercar más sillas plegables. Todo es armonía. El pan y la sal los reúne a todos los personajes…
Termina la ficción. Este pasaje jamás ocurrió ni creo que jamás ocurra, es inventado, producto de mi irreversible daño cerebral pero lo escribí para Usted, mi Culto Público, con el fin de ejemplificar lo tremendo y escandalosamente paradójico, irónico, locuaz y contradictorio escenario que montó Movimiento Ciudadano en la candidatura de Sebastián Pérez a la alcaldía por la capital.
Antes un descargo de responsabilidad e integridad: Sebastián, el candidato registrado por los naranjas, está metido en un tupido platanar (¿Por qué siempre decir “berenjenal”?) y está caminando en un camino de rosales recién podados, es decir, puras espinas, asunto que no le resta ni un milímetro de genuina voluntad, vocación de servicio, y muchas otras cualidades que como ser humano posee.
La paradoja es aquello que le juega las contras a la lógica, esa que al menos en este momento, a 24 días de que arranquen oficialmente las campañas a diputados locales y ayuntamientos, dicta que no arrancan los candidatos en tercios, y que en la capital potosina, la contienda se disputara seriamente entre Sonia Mendoza, de la coalición Verde, Pe-Te- y uno de los Morenas, en contra de Enrique Galindo Ceballos.
Intentar terciarla a partir solo de la narrativa parece algo ingenuo, aunque hay que tomar en cuenta que estando en oposición y a distancia de los punteros se tiene siempre la ventaja de poder prometer prácticamente lo que sea (así como me hizo una ex ☹).
Ya en serio, Sebastián tiene la oportunidad de contrastarse por su juventud relativa al resto de los candidatos, por verdaderamente proponer una plataforma y no centrarse en el ataque con elementos del pasado, pero por sobre todo, no puede prestarse al “flanqueo” y coordinación de ataque a ninguno de los candidatos.
Esa es la paradoja: Si MC en algún momento, previsible por lo cerrado que puede ser la elección capitalina, colabora en tierra o en narrativa a favor de Enrique Galindo, estaría entonces cometiendo una traición a su equipo, al circulo ese de los “niños sin hambre” del que por lo menos en la tierra que lo vio nacer, acompañó en todo un gobierno.
Sería estar del lado de quien les arrebató el poder. Del lado del “Policía” como se referían despectivamente al hoy alcalde, al que les ganó todo, por el que perdieron todo.
En contraparte, si en la recta final, en el último jalón, la posición de Sebastián es la de apoyar a Sonia, aliarse con ella en el debate –solo por ejemplo- y por debajo del agua reponer recursos utilizados en campaña a cambio de atacar sistemáticamente a Galindo, entonces veríamos a Sebastián justamente en la comida del Rancho en Soledad.
Estaría jugando a favor de a quienes combatió calumniosamente (porque de todas las denuncias que entre el 2018 y 2021 interpuso el gobierno en el que fue secretario general, ninguna prosperó).
Sería un “Sebas-Gallardista”.
Así de paradójico, contra la lógica, así de irónico, Sebas a la mesa con sus “nuevos aliados” así de contradictorio, así de absurdo.
En casa de Sebas, y disfrutar de lo rico que es comer pollito. Despacio que llevo prisa y mal vecino es el amor, pero donde no hay es peor, son ejemplos de otras paradojas.
Ojalá que la campaña capitalina, una de las que más entusiasmo genera y más relevancia implica, como ya lo he dicho antes, como un anticipo evidente de la sucesión gubernamental del 2027, no se torne en un torbellino de disparates.
Nadie le cree al diablo cuando vende escapularios, lamentablemente algunos insisten y apuestan por las viejas prácticas.
Y es que los próximos veintitantos días y de ahí hasta junio, las fakenews, las cuentas falsas, los bots, los hackeos, las cadenitas de Whats con cuentas “huroncito” (¿por qué siempre contra los patitos?) y las mentiras serán cosa de todos los días.
No es algo que merezcamos los potosinos, pero con un poco de esperanza, creo que la capacidad de discernimiento entre una contienda de altura y un lodazal, son cosas que ya los ciudadanos sabemos reconocer.
Las fórmulas de los dos miles a los dos mil veintes de la han cambiado mucho, mientras que los “mapaches cibernéticos” no se han actualizado ocasionando que sean muy evidentes y se les noten las ojeras y las orejas.
Tengamos fe en que los candidatos apuesten por un poquito de altura y aprovecho para una línea y parámetro editorial de La Orquesta: Cero cabida a las guerras sucias.
Pasemos a otros temas.
Hace apenas unos días, el Consejo Directivo Universitario de la UASLP votó por mayoría por la negativa de que se llevara a cabo un debate entre los aspirantes a ocupar la silla de rectoría, incluido por supuesto entre los participantes del ejercicio, el doctor Alejandro Zermeño Guerra.
La pregunta interesante al respecto, no es saber los “por qué si o por qué no” de esta decisión, sino conocer quién fue el beneficiado de la misma.
De esa respuesta, según el criterio extraviado de este aprendiz de reportero, bien se puede hacer una proyección del resultado del próximo primero de abril (el mes más bonito por cierto en el que, como todos saben, nacieron todas las flores)
Este cónclave semi-cardenalicio (y digo semi, porque por lo menos el de Roma tiene a 120 miembros que pueden votar mientras que el CDU no llega ni a la mitad) es muy peculiar, y si fuera algoritmo sería uno muy, muy complejo, sin embargo van opciones en forma de preguntas:
¿Hubiera sido conveniente para el actual rector, Alejandro Zermeño Guerra, debatir con los otros dos aspirantes?
En la capa externa, pareciera que sí, pues con la experiencia de cuatro años de ventaja y una plataforma muy concreta, hubiera puesto en contraste, a su favor, las propuestas de los otros dos aspirantes (que –hay que decir- también tienen ingredientes muy interesantes)
Pero, al mismo tiempo, el debatir hubiera abierto la posibilidad a que el ejercicio se convirtiera en una táctica de flanquear al enemigo, es decir, una exhibición del “uno, dos” en términos boxísticos, o de Torre-Reina en tablero de ajedrez, en otras palabras, que los dos aspirantes se fueran con todo contra el actual rector y de ahí surgieran más votos a los retadores.
Entonces… ¿El rector tiene la mayoría de los votos del CDU y lo apoyaron para no debatir?
ó … ¿El par de nuevos aspirantes unieron fuerzas para evitar el debate evitando así el desgaste y el riesgo de participar en un encuentro que hubiera tenido que ser organizado sí o sí (Autonomía) por la oficina del contrincante a vencer?
Como el que esto escribe es muy preguntón, hice el cuestionamiento directamente al oftalmólogo, sin embargo en su calidad de rector y participante, se abstuvo gentilmente de emitir opinión y respetar lo que dicta estrictamente el estatuto.
Una tercera opción es la decisión orgánica, sin manos de interesados de por medio. Esa es la que me gusta creer a veces cuando estoy en calma.
Ya vendrá ese primer lunes de abril, día en que por cierto volveré a publicar para ustedes hijos de mi recogimiento espiritual, ya que este viernes santo, al ser un día tan grande, estaré en profunda reflexión y contrición del alma.
En pocas palabras no habrá “Apuntes de viernes” porque estaré ocupado arrepintiéndome de mis pecados.
(El viernes pasado tampoco hubo, pero eso fue porque estuve ocupado justamente cometiendo los pecados)
Hasta la Próxima.
Jorge Saldaña
BONUS:
Que ni se adorne Xóchitl Gálvez con su evento en la capital potosina. El gobernador Ricardo Gallardo llenó más la Plaza de Toros en su boda, que la de Tepatepec en su masivo (y además empezó puntual).
También lee: Y la fiesta comenzó | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer
Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.
Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.
Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.
Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.
A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.
No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.
Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.
Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.
Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.
En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.
En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.
La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.
Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.
Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).
Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.
El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.
Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.
Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.
México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.
Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”
Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.
Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.
Hasta la próxima. Jorge Saldaña.
También lee: La IA, periodismo, y la coartada perfecta | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
Diego José Abad ilustre formador de potosinos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
El majestuoso edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que fuera construido en el siglo XVII y alojara a la Compañía de Jesús se convertiría en un edificio característico de la educación en San Luis Potosí. En ese edificio funcionaría el Colegio de San Ignacio de la Compañía de Jesús orientado principalmente a la educación de primeras letras; posteriormente se establecería en dicho edificio el Colegio Guadalupano Josefino instaurado por Gorriño y Arduengo siendo el primer establecimiento de educación secundaria o superior en San Luis, dando paso posteriormente, al reinstaurarse la República al Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí que se convertiría en el primer establecimiento en obtener la autonomía universitaria dando paso así, en el mismo edificio, a la actual Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
De los profesores ilustres que tendría el Colegio de San Ignacio de San Luis Potosí, se encuentra Diego José Abad, uno de los impulsores del pensamiento moderno en México y que tuviera influencia del jesuita Rafael Campoy, también profesor en San Luis Potosí y de quien tratamos en anterior entrega de El Cronopio en La Orquesta.
La física, o filosofía natural, formaba parte del cuerpo de temas de la filosofía en los cursos que de ella se realizaban en Nueva España y se dedicaba una parte a la lectura de temas de física, principalmente la aristotélica. De esta forma existirían manuscritos sobre la física como parte de cursos de filosofía, situación que se haría común, al ser redactados apuntes para los diversos cursos que se ofrecerían en Nueva España. La mayoría de esos textos se encuentran perdidos, pero existen las referencias que aseguran su presencia, los cuales fueron escritos, en su mayoría, por sacerdotes y frailes que pertenecían a diferentes órdenes religiosas.
Diego José Abad, puede considerarse el más profundo de los jesuitas innovadores; su Curso fue muy influyente, es bastante completo y se ven por todas partes las influencias modernas. Este curso, que ya no lleva el nombre de Cursus Philosophicus , sino simplemente el de Philosophia, aparece en un manuscrito del Colegio de San Pedro y San Pablo de México, cuyo contenido se enseñó desde 1754 hasta 1756.
Comprende la lógica, la física y la metafísica. Es el primer intento de asimilar (y no simplemente de atacar, como hasta entonces se hacía las más de las veces) las ideas modernas . En particular, se refiere a Gassendi y los atomistas, y trata de conciliar el atomismo con el hilemorfismo aristotélico. Intenta hacer lo mismo con Descartes, opuesto al gassendismo.
Habla de la necesidad de construir la física con ayuda de la experimentación y la matemática. Acepta el atomismo en el campo físico, mas no en el metafísico. Dice que muchas ideas aristotélicas sobre el cielo han sido abandonadas por los escolásticos después del descubrimiento del telescopio, mediante el cual se han podido ver las manchas del Sol. Lo mismo en cuanto a la noción del vacío, después de los experimentos de Torricelli, Otón de Gericke y Roberto Boyle. Cita a Maignan, y mucho a Descartes en cuestiones de filosofía del hombre. Aunque las más de las veces defiende la tradición, ya se muestra abierto a integrar ideas de la filosofía moderna.
Fue profesor del Colegio de jesuitas de San Luis Potosí donde enseñó gramática a los potosinos y donde fincó su formación filosófica sin rechazar las ideas del pensamiento moderno, pero con una posición crítica.


Diego José Abad nació en Jiquilpan en 1727 y tras la expulsión de los jesuitas moriría en Bolonia en 1779.
Si se interesan en ubicar su obra en el ambiente cultural y científico de la Nueva España pueden consultar nuestro artículo: Manuscritos y libros Novohispanos y Mexicanos de Física y Filosofía Natural, en la dirección:
También lee: Francisco Gándara, primer ingeniero higromensor potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
“Al atardecer de ese mismo día, Jesús les dijo: ‘Crucemos a la otra orilla’. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: ‘¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?’. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Cállate!’. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: ‘¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?’. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ‘¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?’” (Marcos 4, 35-41).
Todavía hoy, cuando pareciera que hemos alcanzado el dominio total de la naturaleza, viajar por mar –no digo sobrevolándolo en un avión, sino cruzándolo en un barco- es una experiencia sobrecogedora. ¡Qué indefensa viaja nuestra embarcación por los caminos del océanoi¡! Y si durante la noche se desata una tormenta, tanto peor: aun el barco más grande no parece sino una cáscara de nuez. En 1912, los tripulantes del trasatlántico más lujoso y sofisticado del planeta creyeron que el mar, gracias al ingenio humano, estaba ya domesticado; sin embargo, no fue así, y debieron pronto de rendirse a la evidencia: el Titanic se hundía, y ellos con él y en él…
El mar era y sigue siendo el símbolo de lo indomesticable, de lo ingobernable, de lo terrible. Para los antiguos, el mar estaba poblado de monstruos horribles cuyo solo nombre helaba la sangre. Nosotros sabemos, más o menos, lo que son las olas, pero para los antiguos éstas eran el efecto del movimiento de las criaturas marinas. Ahora bien, si tal era el pensamiento de los antiguos, ¿qué de raro tiene que, ante el huracán, los discípulos se pusiesen a gritar, poseídos del pánico más espontáneo y sincero?
El mar es siempre terrible, sí, pero Dios es más grande que el mar. Únicamente Él puede calmarlo porque es el Señor de los elementos del mundo: “El Señor habló a Job desde la tormenta: ¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando le puse un límite con puertas y cerrojos y le dije: ‘Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas’ ”? (Job 38, 8-11).
Al crearlo, Dios puso al hombre un límite: “Podrás comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, pues, si lo haces, perecerás sin remedio” (Génesis 2, 16-17); y, al crear el mar, también le impuso un límite: “¡Hasta aquí llegarás! ¡De aquí no podrás pasar!”. Por eso, cuando Jesús calme la tormenta y las aguas se aquieten al puro mando de su voz, los discípulos se preguntarán unos a otros, maravillados: “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”.
Ahora bien, si sólo Dios puede apaciguar el mar, entonces… Entonces los discípulos, por así decirlo, empezaron a sacar conclusiones…
“Un día, al atardecer… Así comienza el relato. Conviene tener presente, pues, que es ya de tarde, y que la oscuridad añadirá un punto de dramatismo a la escena que seguirá, ya dramática de por sí. Según éste, no es sólo que la barca fuese zarandeada por la tempestad: es que el agua se estaba metiendo ya por todas partes.
¿Y Jesús qué hace, mientras tanto? No hace nada. Él, a lo que parece, no se daba cuenta de lo que pasaba, pues “estaba dormido sobre un almohadón”. Los discípulos lo despertaron, y hay en su ruego una pizca de ironía, como si le dijeran: “Oye, Señor, esto va a pique. ¿Podrías hacernos el grandísimo favor de despertarte?”.
“Jesús se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!”. El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Oligópistoi: así lo llama; con esta palabra griega los reconviene. Hombres asustadizos, apocados, temblorosos: gelatinas vivientes. Oligópistoi: hombres sin fe.
Los Padres de la Iglesia, hombres muy sagaces en la interpretación de la Escritura, vieron en esta tormenta una imagen de las agitaciones del corazón humano y compusieron bellísimos sermones en torno a este asunto. En una de sus Meditaciones (n. 37) dice así, por ejemplo, San Agustín (354-430):
“¡Dios mío, mi corazón es como un ancho mar siempre agitado por las tempestades: haz que encuentre en ti la paz y el descaso. Tú has increpado al viento y al mar para que se calmaran, y a tu voz se han apaciguado; ven a poner paz en las agitaciones de mi corazón, a fin de que todo en mí sea sosiego y tranquilidad, para que pueda poseerte a ti, mi único bien… Oh Dios mío, que mi alma, libre de pensamientos tumultuosos, se esconda a la sombra de tus alas. Que encuentre junto a ti un lugar de refrigerio y de paz, y toda transportada de gozo pueda cantar: ‘Ahora puedo dormir y descansar en paz’… Mi alma no puede gozar de paz y seguridad, Dos mío, si no es bajo la protección de tus alas. Que ella permanezca, pues, en ti y sea abrasada con tu fuego”.
Ya se trate, pues, de agitaciones interiores, ya de percances exteriores, lo importante es esto: que Jesús y nosotros viajamos en la misma barca, y que aunque nos esté permitido algunas veces gritar, no nos lo está, por ningún motivo, desesperar. Aunque parezca que duerme, Dios vela por los suyos; en consecuencia –como ha dicho alguien-, cuando uno está “embarcado” con Jesús no hay nada que temer.
“Jesús permanece cerca de los suyos y éstos pueden contar con su ayuda cercana a pesar de todas las apariencias en contra… Así pues, el peligro para los creyentes está en olvidarse de que están en camino y que Jesús les acompaña en el trayecto” (Joseph Imbach).
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