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Excel, la agencia que estafó por más de 1 millón de pesos con viajes a conciertos
La empresa de SLP incumplió a más de 300 personas con tours para Corona Capital, Bad Bunny, Harry Styles, Flow Fest, Fórmula 1, Hell and Heaven…
Por: Ana G Silva
La Orquesta dio a conocer ayer las denuncias de al menos una decena de personas que fueron estafadas por Excel Music Tours, empresa potosina dedicada a la organización de viajes y tours a conciertos y otros eventos multitudinarios y que está a cargo de un hombre con el supuesto nombre de Rodolfo Gutiérrez. Luego de la nota, más personas se acercaron al medio para informar que la cifra de víctimas, que se conocen hasta el momento, es de más de 400 que se han organizado para realizar una denuncia colectiva, pues se calcula que el fraude podría superar el millón de pesos.
Andrea Pavlova, una de las personas estafadas, comentó que en este momento se han organizado dos grupos de WhatsApp para calcular la magnitud del robo: en uno se encuentran las víctimas solo correspondientes al Corona Capital 2022, que se realizó el pasado fin de semana, donde hay casi 100 personas; y otro 400 integrantes (incluyendo los primeros 100) con afectados que compraron paquetes de viaje para eventos pasados y futuros que no recibieron el servicio correspondiente.
Los paquetes que ofertaba la empresa para el Corona Capital eran cuatro: uno de 8 mil 590 pesos que incluía boletos para los tres días, traslado y hospedaje; otro de 6 mil 890 pesos, con traslado y boletos para dos días del festival; el paquete de dos días con traslado y hotel en 5 mil 790 pesos; y el paquete que solo era para traslado y un boleto de 3 mil 390 pesos. Es decir, que si las víctimas que se encuentran en el grupo pagaron al menos el paquete más barato, da un total de 339 mil pesos.
Entre los otros eventos en los que personas reportan haber sido estafadas se encuentran la Fórmula 1 el pasado 30 de octubre; Harry Styles que tendrá lugar el 24 y 25 en la Ciudad de México; Flow Fest del 26 y 27 en Ciudad de México; Bad Bunny del 3 al 9 de diciembre en Ciudad de México y Monterrey; Hell and Heaven del 2 al 4 de diciembre en Ciudad de México; Tecate Pal Norte del 31 de marzo al 2 de abril de 2023, entre otros.
En la página de Viagogo.com los boletos para el concierto de Bad Bunny están desde 11 mil 500, para la Fórmula 1 estaban desde 7 mil 800 pesos, para el Flow Fest están desde 2 mil 400 pesos, para Harry Styles desde 4 mil 900, en el Hell and Heaven van desde los 4 mil 500 y el Tecate Pal Norte en 7 mil pesos. Es decir que si las otras 300 personas que denuncian a la agencia Excel Music Tour compraron al menos un boleto de un día para el evento más barato, que es el Flow Fest, suma un total de 720 mil pesos, a lo que aún faltaría contar el traslado de ida y regreso y posible hospedaje para algunos, con lo que la cantidad supera con facilidad el millón de pesos.
Karla Martínez, otra de las afectadas, explicó que compró cuatro boletos para el Corona Capital con Excel Music Tour por una referencia y al investigar a la empresa se dio cuenta que tienen años de realizar este tipo de viajes. Su primer contacto fue con Helena Gutiérrez, hermana del dueño, quien le comentó sobre paquetes y costos. Posteriormente, a través de WhatsApp, le pidieron una transferencia de 4 mil pesos a nombre de Rodolfo Gutierrez, para apartar su lugar y el de sus amigos y que terminó de liquidar el 10 de noviembre. Sin embargo, unas horas antes del evento lo cancelaron.
“Lo que yo pagué por persona es de 3 mil 790, pero había paquetes de 8 mil 500 pesos; a mí lo que me deben es un total de 25 mil 360 pesos, porque también aparte para el evento del Hell and Heaven”.
Andrea narró que, aunque ya tenían un plan de pago, en septiembre le mandaron un mensaje mencionando que tenía que liquidar el total en una semana: “Se nos hizo muy extraño, porque otras agencias no nos habían hecho esto, le echaron la culpa a Ticketmaster, pero nos amenazaron con que si no pagábamos perdíamos los boletos; cuando fuimos por las entradas no me los querían dar, supimos que también dieron boletos falsos, acercándose la fecha nos agregaron un grupo en WhatsApp donde nos darían el itinerario, pero nunca nos dijeron nada”.
La joven señaló que un día antes le avisaron que se había cancelado el viaje, sin una explicación clara de por medio. En las oficinas solo le dieron una carta compromiso, pero sin membretar: “a otros les daban pagarés con fechas diferentes, la verdad la señora cuando le dije el paquete de cada uno ni siquiera corroboró la información que le estaba dando y solo firmó la hoja”.
Andrea Pavlova detalló que ella y sus amigos tuvieron que buscar otra agencia para ir a la Ciudad de México, en el evento encontraron a Rodolfo y se dio cuenta que a más personas no les entregó sus boletos o eran falsos.
Ezequiel Sifuentes, otra de las víctimas, señaló que él compró dos paquetes para el Corona Capital de 5 mil 790 pesos cada uno, con la confianza de que ya había viajado antes con la agencia. Los hechos extraños comenzaron cuando un mes antes del evento lo llamaron para mencionarle que tenía que liquidar el total. Tres días antes del festival, lo agregaron a un grupo de WhatsApp para mostrarle el itinerario; no obstante, 24 horas antes de que se realizara el evento le avisaron que habían cancelado todos los paquetes.
“Me asuste, pero cuando fui a ver qué pasaba me dijeron que el mío no estaba cancelado, aunque el día del viaje se supone que tenía que irme a la 1 de la mañana, pero no había transporte y me acomodaron con otra agencia llamada Viajes Ponchito, o sea que de favor me llevaron, y que allá me iban a dar mis boletos. El primer día iba bien, pero cuando salí no tenían ni cómo enviarme al hotel y contrataron una camioneta, pero hasta íbamos a pagar Uber. Al día siguiente en el festival no nos dieron los boletos, el dueño se portó súper déspota y nos decía que ‘la solución real es que no íbamos a entrar al festival’, mi novia y yo compramos los boletos en reventa. Ya para volver, mi novia pudo regresar con Excel y yo tuve que comprar un boleto de regreso en la central. Al final me firmaron un pagaré por lo que pagué del regreso y de los boletos”.
Las víctimas han mencionado que se realizará una demanda colectiva para denunciar a Rodolfo Gutierrez, algunos incluso ya iniciaron acciones en Profeco y próximamente se pondrán de acuerdo para ir al Ministerio Público. Agregaron que temen que el hombre ya haya huido del estado, pues sus oficinas ubicadas en Cordillera de los Alpes 203 ya fueron vaciadas.
También lee: Potosinos fueron estafados con boletos para Corona Capital y Bad Bunny
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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.
Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.
En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)
La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.
Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.
Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:
“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”
(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).
Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.
Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.
Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…
Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.
Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.
No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.
Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.
Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.
Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.
Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.
Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.
Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.
Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.
Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.
Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.
Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.
Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.
A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.
Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.
Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.
El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:
—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.
Flor del Campo. Claro.
No era un nombre. Era una respuesta.
Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.
Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.
Jorge Saldaña.
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#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano
Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado
Por: Ana G Silva
A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.
Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.
Inician.
Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.
La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.
A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.
Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.
Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.
En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.
Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.
En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.
En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:
Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.
Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.
Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.
Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.
Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.
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Reforma educativa abre paso para que 30 docentes regresen a aula en SLP
La medida deriva de una reciente reforma legislativa que busca proteger a quienes enfrentan acusaciones sin fundamento
Por: Redacción
La Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) estima la reincorporación de 30 docentes que habían sido separados temporalmente de sus funciones tras enfrentar diversas denuncias. Según varios medios de comunicación, esta medida deriva de la reciente aprobación de una reforma legislativa diseñada para salvaguardar al personal docente.
El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que el objetivo de esta nueva legislación es defender a las y los catedráticos que son señalados sin fundamento por parte de padres de familia o tutores. Si bien los 30 docentes aún no han sido exonerados de manera definitiva, su reincorporación es un paso que se prevé gracias al nuevo marco legal.
El funcionario estatal detalló que cuando existe una acusación contra un maestro, ya sea ante la SEGE o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se procede a su separación parcial de la impartición de clases. Torres Cedillo reconoció que este proceso administrativo provoca una carencia de maestros frente a grupo, lo que a su vez genera afectaciones directas a los escolares, quienes pierden continuidad en sus clases.
La reforma legislativa, de acuerdo con las declaraciones del titular de la SEGE, busca mitigar estas afectaciones al proporcionar un mecanismo legal que defiende a los docentes de acusaciones infundadas, permitiendo que la mayoría regrese a sus aulas para continuar con su labor educativa.
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