#4 Tiempos
Ese día cualquiera que Wozniak visitó San Luis | Crónica de Jorge Saldaña
TERCERA LLAMADA.
“Es como decir que conociste a Pasteur, a DaVinci, o a…o a Madame Curie”, aporta con atino y visión de género a la conversación la señora Lorena Valle, esposa del gobernador Juan Manuel Carreras, iniciador y propietario de la breve, compacta e improvisada charla que se suscitó tras despedir el mandatario a Stephen Gary Wozniak, desde ayer visitante distinguido del Estado e invitado de gala en la clausura del Foro trilateral Nasco 2021 del que fue anfitrión San Luis Potosí.
“Hasta hace pocos años pensar en una máquina que hiciera millones de cálculos en milésimas de segundos era algo que solo podría atribuirse a un asunto de magia, de Ciencia Ficción, pero hoy en día resulta de lo más cotidiano”, le soltó el mandatario en su discurso al invitado unos minutos antes de entregarle la distinción.
Contundente el golpe de verdad en las palabras del gobernador anfitrión, cuando solo hacía falta voltear para notar que tanto la conferencia, como el momento protocolario, estaban siendo registrados por docenas de iPhones y iPads en manos de más de un centenar de asistentes presenciales y miles que lo hicieron a distancia en una transmisión en vivo, ambas circunstancias impensables sin la tecnología que el ingeniero expositor nacido en San José California, pero auto-declarado “ciudadano del mundo” creó hace apenas cuatro décadas.
Los videos que se reprodujeron durante la sesión y el circuito cerrado de cobertura, también fueron controlados por al menos cinco equipos con el logo de la manzana mordida.
Las tarjetas madre de cada dispositivo trabajando para su padre.
Woz, como en la mayoría de las imágenes que se encuentran en la red, vistió de negro en pantalón, playera tipo polo y saco, no hubo calcetines entre sus sandalias Náutica y sus pies, ningún accesorio extra a un iWatch en su mano izquierda, una peculiar sonrisa bonachona y la canibarba en el sótano del rostro de un genio de talla global que visitó por primera vez tierras potosinas.
Como interlocutor de Wozniak, fungió uno de esos “si-y-ou” de trayectoria rimbombante y que actualmente se desempeña como uno de los capitanes de la empresa Siemmens.
Las preguntas fueron escasas y de poca profundidad por no decir frívolas en ocasiones, no obstante Rok Roky Racoon (así se registró en la Universidad de Colorado Boulder de donde fue expulsado) aprovechaba cada pie del interlocutor para plantear su propia narrativa.
En la pista de lo ligero, derrumbó mitos de la película biográfica de su socio y tocayo Steve titulada “Jobs”, como ese muy conocido de que iniciaron Apple Computers Inc en una cochera. En realidad no fue así y hubo al menos una década de trabajo previo y muchas otras circunstancias y personajes alrededor de la construcción de un imperio corporativo que, de ser país, sería la octava economía del mundo y contaría con 2 mil 400 billones de dólares (2 mil 400 y 9 ceros más).
Anécdotas de su familia, de su esposa, del dinero para escuelas en Cupertino, del googleo sobre el lago Tahoe, la idea de la aplicación Siri, su aparición en “Dancing with the stars” o su cameo en la serie “The Big Bang Theory” (que reconoce no haber visto antes de participar en las mismas), referencias a Elon Musk, a Tesla y la comparativa recurrente de tener la pasión de crear por crear, crear para sí mismo, crear para hacer un mundo mejor sin tener como objetivo impulsor las ganancias y el beneficio.
En un terreno más profundo, el ingeniero apasionado por la matemática y la enseñanza (tiene una fundación educativa global) aseguró a los potosinos que la vida se trata sobre la felicidad, sobre ser honestos consigo mismos, aconseja ser respetuoso de las habilidades de los demás, y asume que la creación auténtica, la que transforma, proviene de la búsqueda de las propias respuestas y no de la aceptación de las que ya existen.
De acuerdo a la visión del también filántropo, acudir a la universidad y responder un examen con las mismas preguntas y con las mismas respuestas, genera individuos con exactamente los mismos conocimientos. “Puede ser buena, pero tiene sus limitaciones” No hay un pensamiento autónomo u auténtico, sino la repetición y acaso la circulación del mismo. Por eso el “Think Different” por eso el pensar “Out of the box”.
Es asunto de prioridades y ninguna opción es por sí misma negativa –atajó- pero no se forman “inventores” en la universidad y es una disyuntiva primordial para las nuevas generaciones pensar en la inversión de obtener un título de profesional o con ese recurso aventurarse en una “StartUp”. Es cuestión de actitud y de prioridades, aconsejó.
-“Amar todo alrededor de tu vida”.
-“La pasión es más importante que el conocimiento”.
-“La pasión es la razón con la sonrisa”.
-“Hay que lanzarse al océano, solo hay dos opciones: o nadas o te ahogas”.
-“El Bitcoin es el oro digital”.
-“Se transforma con la actitud”.
Fueron algunas de sus frases, que me atrevo a marcar como cita textual aunque pueden variar por la traducción de quien esto escribe (La traducción simultanea con la que se contó en el evento tampoco era muy precisa).
Entre semejantes decretos, consejos y experiencias en voz de quien es considerado un genio, “Inteligencia es una palabra graciosa… hay que definir la inteligencia” destacó del resto y provocó un “gasp” o momento de jalar aliento para repensar lo escuchado entre la audiencia.
Simpático, bromista, cómodo, sin pose de diva ni de profeta con la verdad facturada, Wozniak de acuerdo tanto a lo dicho por sí mismo, como a algunas advertencias de sus representantes dadas a conocer previamente a los organizadores, es también un hombre introvertido, que se siente incómodo con las relaciones interpersonales, que odia el SPAM y a los “fans” que llegan a interrumpirle en su vida cotidiana. Es un Rockstar que no disfruta serlo.
Aun así, lanzó la carnada más usada de los famosos: “San Luis es el mejor lugar de México, y si quisiera vivir en este país (al que reconoce mucho más desarrollado y menos pobre que hace 20 años) escogería a “Saint Loois Potósi (así con el acento en la “o”) porque ahora es mi favorito”. Llegaron los aplausos.
Las advertencias sobre la interacción personal tomaron forma al no haber oportunidad de verdadera comunicación, cero “feedback”, no hay sesión de preguntas ni con la audiencia física y mucho menos la virtual. El invitado jamás bajó del templete de metro y medio que sostenía el escenario conformado por tres pantallas gigantes, a la derecha un discreto “set” de dos sillones elegantes donde se sostuvo la charla y una pequeña mesa central.
Aplausos. “Bye” desde lejos. Algunas palabras de Tiffany Melvin, presidenta de la North American Strategy for Competitiveness. ¿Ella cerró el evento? ¿Ya se acabó? ¿Se retira Wozniak?
Huele a una rápida despedida. Un impertinente de la segunda fila saca una carpeta tamaño carta abierta de par en par en la que a manera de cartel, se lee algo escrito con una letra espantosa:
-Steve, can you please sign my 1986 Aple II?
El genio de Cupertino entrecierra los ojos para alcanzar a leer la improvisada pancarta, la presidenta de Nasco, con visión más afinada, se acomide a hacerlo y se lo transmite. Woz hace un ademán con ambas manos que se interpreta como un ¿Y en dónde está?
A la Apple II se refirió en repetidas ocasiones durante su conferencia. Es la primer computadora personal con teclado, monitor y una unidad de disco “flopy”, que se vendió por más años que ningún modelo, el verdadero producto que hizo sólida en ese momento a la compañía de la manzana y de la que, se nota, Wozniak está verdaderamente orgulloso por la pasión con la que se refirió a la misma.
De inmediato el imprudente volteó de lado la carpeta-pancarta, en la que decía:
-In the trunk of my car.
Wozniak sonrió al detalle de tener por adelantado la respuesta sobre la ubicación de la nostálgica y beige computadora que “todos tuvimos” (según Steve Wozniak) entre 1983 y finales de 1994 y pidió con la mano al imprudente acercarse.
No, no iba a salir Steve a firmar una computadora al estacionamiento, pero accedió a firmar un par de dispositivos de colección que el imprudente llevaba en mano. Aplausos nuevamente al generoso gesto del que dio cuenta la audiencia.
Una docena de personas siguieron el ejemplo del imprudente solicitador de autógrafos para computadoras y lo mismo acercaron iPhones que iPads que servilletas o papeles. Era comprensible, volver a estar a centímetros de un pionero de ese calado seguramente no será un asunto con muchas posibilidades de repetirse.
No a todos dijo que sí, ni tampoco firmó cualquier cosa. Asunto de marcas, de derechos, de tiempos, de dispositivos o meros cuidados de su firma, solo el lo sabe.
El imprudente guardé muy bien mis nuevos coleccionables favoritos marcados ya con los trazos de su creador.
Foto rápida con los organizadores, los titulares de Desarrollo Económico de otros estados, el gobernador de éste, el Director de Desarrollo Económico potosino, Gustavo Puente Orozco, y no más. Adiós Steve, su vehículo lo esperaba para partir de inmediato a su aeronave. Adiós Saint Looois Potósi.
El evento con el lema “Stronger Together” fue un éxito y no solamente por Wozniak (que le dio muchísimo realce) sino también por la “Coompetive” una mezcla entre cooperación y competencia que resultó de tres días de agenda y de relaciones de negocios entre tres países aliados reunidos en el valle del Tangamanga.
Los VIP subieron la escalera eléctrica del Centro de Convenciones donde los esperaba una comida de clausura. El resto bajamos la escalinata de piedra para retirarnos del sitio.
En medio de ambas gradas, las que subían y bajaban, se quedaba el sabor de un San Luis próspero, privilegiado geográficamente, con potencial no solamente automotriz o manufacturero, vocaciones de ciudad en puerta, grandes esperanzas, riqueza en recursos humanos y vaporoso de bondades por donde se le vea. Caray, tenemos todo.
Afuera, a pocos minutos y cuadras del punto de reunión de tres países por la competitividad, en una calle cualquiera, están dos niñas menores de 10 años trabajando. La más pequeña pasa un traste de plástico a los conductores detenidos en el semáforo para pedirles alguna moneda. La más grande toca en su acordeón una canción tristísima.
Trabajan juntas y seguramente se reparten las monedas, ellas también son “Stronger Together”.
La canción tristísima no cabe en los 250 gigas de mi Mac. El recuerdo del día que Wozniak visitó San Luis quedó guardado en el limitado disco duro de mi memoria y entre tanto, mi lento procesador se queda congelado en una pregunta:
¿Cómo salir de la caja cuando duermes en cartón?
(¿Le pregunto a Siri?)
@jfsh007
#4 Tiempos
Elogio de la literatura | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
¡Qué tristes son los personajes de Iván Bunin (1870-1953), qué tristes casi todos sus cuentos! Hay en ellos un no sé qué, una nostalgia que embelesa al lector desde el momento en que toma el libro y que no lo abandona sino muchos días después de que lo deja.
Acabo de leer, precisamente hoy, la pequeña antología de sus relatos breves que publicó en 1924 la vieja editorial Calpe y cierro el libro con un suspiro que no sé si será de pena o de dolor. El escritor ruso lo sabe; por lo menos él no se engaña: la vida del hombre está llena de desamparo, de abandono, de tristeza.
El personaje de uno de estos relatos, al ver llegar a su casa a un amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo –desde el tiempo en que combatieron juntos en la guerra de Crimea- lo saluda con los brazos extendidos, avanza hacia él y le dice lleno de júbilo: «¡Kovalev! ¿Estás vivo?». ¡Dios mío, qué pregunta! Así nos deberíamos saludar todos, pues la verdad es que nadie sabe si mañana aún estará aquí. A nuestro saludo habitual habría que agregarle una coma para que suene más sincero; no preguntar: «¿Cómo estás?», sino: «¿Cómo, estás?».
Entonces los amigos se abrazan, se besan según la usanza rusa y encienden el samovar mientras afuera, en la estepa, los elementos se enfurecen y la nieve cae sepultándolo todo. «Yakov Petrovich estaba de muy buen humor; pero en el fondo de su alma había nostalgia. Al día siguiente era Navidad…, y él estaba solo. ¡Gracias a Dios que Kovalev no lo había olvidado!». En realidad, Kovalev era el único que no había olvidado a este pobre viejo, pues todos a su alrededor o habían muerto o simplemente habían desaparecido de su vida sin dejar rastro.
¡De cuántas desapariciones puede ser testigo un hombre en el curso de una vida! Sí: envejecer es haber asistido a muchas muertes. «Todo ha pasado y ha desaparecido –dice Yakov Petrovich al amigo recién llegado, al único amigo que le queda-. ¡Cuántos parientes y compañeros tuve! ¡Todos están ahora bajo tierra!».
Sin que él se diera cuenta, el tiempo había pasado. ¿A qué hora crecieron los demás, en qué momento fueron haciéndose mayores y tomando cada uno su propio camino? ¡Huyeron como de puntillas, sin decir adiós! Y ahora, si no fuera por este viejo amigo que aún se acordaba él, Yakov Petrovich tendría que pasar las fiestas de Navidad como había pasado casi todas las horas de su ya larga existencia: solo.
En otro relato del mismo volumen un caballero se encontró por el camino a un anciano que comía en silencio y sin más compañía que los árboles y las piedras. Le preguntó:
«-¿Y tu mujer?
»-Hace seis años que murió –dijo el anciano.
»-¿Y tus hijos?
»-Tuve seis.
»-¿Viven?
»-No; todo han muerto.
»Y de nuevo calló –cuenta el hombre del caballo-, masticando con cuidado la patata. Mientras él estaba sentado y con los ojos bajos, yo examinaba su cara y pensaba: “¡Nunca conseguiré penetrar el misterio de su taciturna tristeza!”».
(Apenas termino de leer esta frase, me pongo de pie y busco entre mis libros la Antología del cuento triste que publicaron hace ya muchos años Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs; sólo quería comprobar una cosa: que hubiera en el libro por lo menos un cuento de Iván Bunin. Me digo a mí mismo mientras reviso el volumen: «Si no hay aquí, entre estas 600 páginas, un solo relato de este autor, pensaré que la selección ha sido hecha a la ligera ». Pero no. Ahí estaba, en efecto, el nombre de Iván Bunin; los recopiladores habían elegido uno de sus cuentos más famosos: El caballero de San Francisco. ¡Menos mal!).
En otro de sus relatos aparece un tal Basilio Chkut, y de él dice nuestro autor lo que sigue: «Era alto, ancho de hombros y encorvado. Toda su figura muestra aún el vigor de la estepa. ¡Pero qué triste está su cara! Ya está cerca de la tumba, pero jamás escuchará una palabra cariñosa».
¡Dios mío –pensé al cerrar el libro-, cuánta gente se va de este mundo sin haber escuchado jamás una palabra de afecto! Nunca hubo para ellos una sonrisa, una palmada en el hombro, una declaración de amor. Nada. ¿Qué hacen los que se mueven a su alrededor que parecen estar mudos? ¡Apenas si reparan en ellos! Y me pregunto: «¿He dicho a los que me son queridos cuánto importan para mí? ¿Se lo he dicho, o me he limitado a dejarles la tarea de que ellos por sí mismos lo adivinen?».
Antes de apagar la luz de mi cuarto –ya es noche cerrada, como siempre: no tengo otra hora para leer- pongo sobre el buró el libro de Iván Bunin y le acaricio las tapas en señal de gratitud. No fue, la de esta madrugada, una lectura infructuosa. Me recordó que cerca, muy cerca de mí, hay gente que aunque no me diga nunca nada, espera que abra la boca y les diga una palabra que les alegre el corazón. ¿Por qué nunca le he dicho a esta gente cuánto la quiero? ¡Sería demasiado injusto que se marcharan de este mundo sin que lo supieran de mi propia boca!
Y, finalmente, mientras apago la luz, sonrío satisfecho. Hoy la literatura me ha enseñado algo: que las gentes sufren porque están solas y que el tiempo pasa. Pero, ¿es que no lo sabía? Sí, lo sabía, pero aún no se me había ocurrido tomar las medidas pertinentes al caso.
¿Que no sirve de nada la literatura? ¿Que no sirve de nada? Vuelvo a sonreír, pensado en lo equivocados que están lo que esto dicen, cierro los ojos y me quedo dormido. ¡Ah, si no fuera por la literatura, qué poco sabríamos de nosotros mismos!
También lee: La relación glacial | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
Fantasmas y oportunidad | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Este domingo San Luis abre el Alfonso Lastras frente a Tijuana, y no es un choque cualquiera, para los potosinos es una prueba de carácter, de identidad, de si realmente están vivos en este torneo o sólo repitiendo errores bajo otro sol. Para Tijuana, la visita es de las incómodas, estos partidos lejos de casa suelen desnudar sus fisuras, y enfrente estará un equipo que ya aprendió a morder cuando tiene que hacerlo.
San Luis llega golpeado por la irregularidad. Ha ganado partidos fuera de casa, pero también ha perdido otros en los que se dejó intimidar por rivales que no parecían tener mucho; juegos en los que el pulso se va, la concentración se diluye y los goles encajados parecen inevitables. Esa vulnerabilidad ha sido la constante, una defensa que tiembla, un mediocampo que se pierde cuando faltan ideas y delanteros que dependen demasiado de la inspiración aislada o del error ajeno.
Tijuana, por su parte, no es un paseo. Ha mostrado destellos de buen fútbol, ha sumado resultados decentes, pero también ha dejado ver que le cuesta imponerse fuera de casa cuando el rival presiona alto o lo obliga a construir desde atrás. Su equilibrio se tambalea si el marcador no le favorece pronto, y su carácter depende mucho de momentos puntuales de inspiración.
El historial entre ambos juega en favor de los fronterizos: más victorias, más empates, pocas derrotas. San Luis ha ganado escasas veces contra Tijuana, tanto de local como visitante, y eso pesa no sólo en la estadística, sino en la mente. Saber que enfrente hay un rival que te ha dominado más veces de las que quisieras recordar añade presión extra, obliga a estar mejor preparado, más concentrado y sin margen para regalar minutos.
La noticia que sacude el ambiente es el regreso de Vitinho al Alfonso Lastras. El brasileño, que dejó huella en San Luis por su desparpajo y verticalidad, vuelve ahora vestido de visitante. Su sola presencia añade una dosis de morbo, la afición potosina lo recuerda como una chispa capaz de encender partidos en segundos, y este domingo podría ser precisamente la amenaza que complique al equipo que alguna vez lo arropó. Su regreso no es un detalle menor, es un recordatorio de lo que San Luis tuvo y dejó ir.
Y la urgencia se siente en la grada, los aficionados ya no apuestan por promesas, quieren resultados. Si San Luis no se aferra a la localía, no sale con intensidad y no demuestra identidad desde el primer minuto, este partido puede volverse otro de esos en los que la ilusión apareció en la previa, pero el gol nunca llegó, o llegó demasiado tarde.
Este domingo no sólo se juega un partido, también se reencuentran viejos fantasmas. Si San Luis logra que la vuelta de Vitinho sea anécdota y no sentencia, tendrá mucho ganado. Pero si se deja arrastrar por la nostalgia y la fragilidad que lo persigue, Tijuana podría salir de nuevo airoso del Lastras. La diferencia entre fiesta y tormenta se definirá en noventa minutos.
También lee: El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
De conformidad con Armani | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Le debo mucho a personas de las que ni siquiera recuerdo el nombre. Hace quince, quizá veinte años, leí un artículo sobre Giorgio Armani en una revista de la que no retengo ni el título ni el autor. Lo único que llevo clavado en el pecho es el párrafo inicial que aún conservo como recorte y que cada tanto acude a mi memoria por dejarme una lección sencilla e invaluable: la de resistir.
El texto decía:
Cuarenta y tantos años y te va… «bien». Ese sentimiento es tan común para muchos hombres. Es una sensación que les da escalofríos en el alma cuando se ven al espejo, porque es el momento en que se dan cuenta de que deben guardar en un cajón sus antiguas ambiciones juveniles. Es la hora de conformarse con lo que se tiene.
Pero Armani decidió que no se conformaría. En julio de 1975…
Es lo único que tengo de aquel artículo, y ha sido suficiente. Ahí estaba lo esencial: no renunciar a los ideales. El autor evocaba el carácter de Armani, esa estrella tardía que rozaba los cuarenta mientras seguía a la sombra; trazando para Cerruti, elogiado a medias, con algunos cumplidos y atenciones, aunque bajo el nombre de otro. Condenado al taller ajeno y volver vacío a casa.
Muchos habrían sido felices con lo que Armani tenía por entonces. No estaba nada mal. Una profesión estable, buena paga, un lugar en la industria, sin riesgos, cierta tranquilidad. Sé feliz con tu trabajo. Si se lo proponía, podría llevar una vida manejable, moderadamente satisfactoria.
Pero para los espíritus de primera línea la conformidad es intolerable. Armani sabía que dentro de sí había algo más, y se decidió a buscarlo. Tuvo la fortuna de un fino soporte: su querido Sergio Galeotti. Los primeros pasos de un visionario precisan de alguna confirmación, un guiño que eche para adelante en tiempos de flaqueza. Galeotti representó eso para él.
Al cabo de un tiempo, ese hombre que parecía llegar tarde acabó por adelantarse a todos. Armani se convirtió en el diseñador italiano más famoso de su época, un emblema del estilo europeo. También un magnate y un símbolo. Su apellido se volvió sinónimo de calidad y seducción.
Mucho aprendí de aquel ejemplo. Un volantazo siempre es posible, incluso cuando el calendario insiste en dictar lo contrario, por mucho que las circunstancias se empeñen a adjudicar espacio en un rincón. He vuelto a esas líneas en mis horas de duda para recordarme que no hay límite de edad para dar la batalla, y que nadie la dará por nosotros. Después he encontrado historias semejantes, de hombres y mujeres que, en sus cuarenta, cincuenta, setenta o más allá decidieron no resignarse y se levantaron de la mesa para reclamar lo que aún podían ser, imponiéndose ante un pa norama sin emoción.
De Armani supe más tarde otras cosas. Cada que me adentraba venía mayor fascinación. Trazó para mí un ideal: ir arreglado y rodeado de bellas mujeres. Morir entonces con lentitud, con la gracia de una hoja que cae en una danza admirable. Su apego a la limpieza, heredado de su madre (desde niño tuvo un paño entre las manos para borrar lo que está mal con el mundo); su capacidad de desprenderse de lo que sobra, de lo chillón, de lo que hace ruido. «Hay que descartar todo lo demasiado llamativo», repetía, «y buscar algo más sutil, más silencioso». Así eran sus trajes, bondadosos en su ligereza, como una segunda piel que no aplastaba a quien la vestía. Supo que la comodidad era una expresión de la libertad. Las tres camisas que llevaba en la maleta.
El tono de su piel recordaba a la pulpa de una naranja madura recién abierta, un resplandor cítrico rodeado siempre de gente guapa, como si la belleza tuviera que escoltarlo. Acqua di Giò fue el primer perfume que convirtió en universal lo exclusivo. Alberto Morillas atrapó en un frasco la luz de un mediodía frente al mar, y Armani supo reducirlo en una frase: lo más importante es ser normal.
Él y sus modelos eran un brillo en medio de la decadencia de la civilización, un lujo popular que los pasajeros de un autobús vislumbraban al pasar frente a un anuncio o al mirar una película de Richard Gere. Supo ser el verano en una piscina, un yate cargado de aceitunas y también un rascacielos con pisos de mármol. Como revés a un verso de aquel poema español del siglo XV «Edechas a la muerte de Guillén Peraza», con Armani no se veían pesares, sino placeres.
Los maniquíes sueñan con portar piezas de Armani y ser acomodados por él en un escaparate, con la calma de un pintor impresionista. Diseños que juegan con los ojos, el anhelado capricho de llevar sus telas, que al final él resumía en su atuendo ligero, camiseta, pantalón, chaqueta, el peinado echado para atrás y esa sonrisa simétrica, flecha del estilo que entra por las fosas nasales. Gracias sus propuestas más de uno se animó a ser un yuppie es vez de caer en las sucias garras del jipismo.
En el delirio de mis comparaciones, pensaba en cierto diseñador estadounidense de cara atomizada como una extensión de Burger King, ahí donde Armani era una vuelta al Mediterráneo. Como Giorgio, desprecio a la gente que se aprovecha de la ingenuidad de la gente para alcanzar el éxito o, en última instancia, llegar al poder.
El mundo bien pueda dividirse en conformistas e inconformes. Los primeros se abandonan al asiento torcido de la rutina en cuanto les parece tolerable (y no les va tan mal); los segundos viven con el aguijón de no estar nunca en su sitio, y por eso se levantan y vuelven a intentarlo en su despecho. No siempre logran lo que persiguen, pero su combate en sí mismo ya es una inspiración. Giorgio Armani contaba que el mayor legado de sus padres fue un «sentido de dignidad», junto con la tenacidad y fortaleza mental suficiente para resistir en los momentos difíciles. Ropajes aparte, la historia de aquel hombre que, cumplidos los cuarenta, se lanzó a por todas, constituye un regalo de buen moño para quienes aún creemos que nunca es tarde para empezar de nuevo.
Contacto
Correo: yomiss@gmail.com
Twitter: @Bigmaud
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