#4 Tiempos
Dame septiembre en las venas | Columna de Carlos López Medrano

MEJOR DORMIR
Lo bueno del año comienza un poco en septiembre. La llegada del otoño y la seguidilla de cuatro meses de fiestas, cada uno con un matiz particular del que carece las semanas más uniformes de los dos primeros tercios del compromiso. Es la época en la que, como decía Hemingway, las hojas caen de los árboles llevándose una parte de nosotros. Una escena que permite un corte de caja que no se detiene hasta el Año Nuevo, reflexiones imposibles en la exuberancia del verano y la belleza de la primavera, estaciones de alumbramiento. Lo nublado y lo frío, el olor de comidas de temporada, reuniones a las que vas y a las que no eres invitado. La magia de las luces de bengala y las velas en la noche. Regalos. Voces que ya no alcanzan nuestros oídos. Yo ya cifro todas mis esperanzas en el milagro de Navidad.
La sensación de no querer ir a la escuela permanece aunque ya no vayas a la escuela. Ante el ambiente de podredumbre, busca una isla, tu isla particular. Tomar café por la mañana es una isla. Pero tienes que tomarlo con calma. Una revancha frente al sentido de urgencia y la usura de la responsabilidad que te ha imantado el sistema. El placer del café no es solo el sabor mismo. Es levantar la taza, aguardar unos minutos entre trago y trago, rechazar la tiranía de la productividad. Alternar con maestría un panecillo o las galletas, el equilibrio entre sorbo y bocado. Otra isla: un hombre que lleva un ramo de flores a la mujer amada derrumba de un capotazo al veneno ideológico de moda.
Abro al azar una vieja revista. Viene un poema de Fernanda Carolina Márquez Núñez titulado «Melancolía» que casa con estas fechas: vas en busca de soñadores fervientes, / tardes grises y almas viajeras, […] luego recuerdo, / que eres la maldición / que atormentará para siempre a mi cuerpo; y tu único sentido de existencia, /es derrumbar a tu paso, /cada ligero rastro de felicidad, eres el peor de los calvarios…
Crees que has visto paisajes, que has platicado con otras personas y visitado museos, que has estado en una conferencia tras ir a un concierto, cuando en realidad solo has mirado una pantalla durante horas. Sea en el teléfono, en la computadora, una pantalla la mayor parte del día. En esa estamos. La triste ventana de quien le sonríe a un píxel. La liberación está en un jardín, en perderse en las calles. La experiencia superior de caminar sobre escombros. Lo describía otro poeta, el polaco Adam Zagajewski. La sensación de salir a la luz del día es una experiencia en miniatura de un preso que, tras cumplir su condena en penumbra, redescubre la libertad y se regodea de nuevo en el ritmo de una mariposa, el organillero y al que las risas de un parque a lo lejos le recuerdan que, pese a lo que hizo, aún hay un niño dentro de él.
La bandera de la resiliencia es un trapo sucio. Olvida al ave fénix o la épica del corredor de fondo que tienen su dejo de glamour, las cámaras, el estadio, las nubes por espejo. Toma de ejemplo al anonimato del trapo sucio, que cada día enfrenta la dura tarea de limpiar y pulir, deslizándose por los peores escondrijos de la casa. Nadie le toma fotos para redes y ni siquiera le ofrecen un cajón para pasar las noches. Nadie lo anima ni se lamenta por él. Está hecho bola frente al lavabo. Húmedo y roído, sin enfermarse. Sin que nadie le reconozca el mérito. Pero ahí está cada mañana, listo, puntual para otra batalla. Un chorro de agua y jabón y vuelve a la vida. Hay muchos que aprender de ahí, aunque habría que sugerirle al trapo que sueñe alto. Si se lo propusiera, podría subir de rango y parchar un pantalón o cobijar a una liebre.
En un libro muy menor Annie Ernaux toma de punto de partida a septiembre (ya recordé dónde estábamos). El mes que marcó el comienzo de su espera por una pareja que nunca regresaría. En su relato, el vacío se convierte en el telón de fondo de todas las experiencias, desde las noticias de una guerra lejana hasta la compra de un electrodoméstico, la lluvia que cae al salir de compras. Cada acontecimiento teñido de una sombra de ausencia: qué habría dicho mi amante perdido, ya no prepararé su sopa favorita, solía tener a quien me sostuviera el paraguas. Todo es un asunto muy personal. La muerte de Gorbachov se trataba de mí, y las películas de Clint Eastwood, fijo, fueron perfiladas conmigo en la cabeza.
Puedes percibir la felicidad y el alivio en el perro y el gato cuando los traes de vuelta a casa tras haber ido al veterinario. La dicha ha estado siempre al alcance.
Contacto:
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Correo electrónico: [email protected]
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#4 Tiempos
Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta
Apuntes
Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.
Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.
Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.
Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.
En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.
Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir
. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.
Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.
Punto.
Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.
Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.
Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.
Yo soy Jorge Saldaña.
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#4 Tiempos
Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.
Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.
Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.
El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.
Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.
Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México. Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.
Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.
Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.
Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.
También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?
APUNTES
Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?
La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?
Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.
Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.
¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.
Deme una salida, presidente…
— Ok.
Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú
… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.
—Ganamos.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña
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