diciembre 21, 2024

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#4 Tiempos

“Crónicas de la América profunda”: un libro para comprender a la clase trabajadora de derecha | Columna de Edén Ulises Martínez

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Funambulista

 

“Así es Estados Unidos, un paraíso en el que la codicia recibe el nombre de iniciativa y es considerada una virtud. ¿Acaso estos ciudadanos exitosos e incultos le sirven de algo a la sociedad? No. Le sirven de mucho a la economía, que para ellos, hombres pujantes y llenos de iniciativa, viene a ser lo mismo que la sociedad.”

—Joe Bageant

Para Joe, quien pasó sus últimos días en Ajijic, Chapala, en el 2011.

 

La vida llevó al más grande cronista de la White America, irónicamente, a morir en México.

Joe Bageant fue un periodista de Winchester, Virginia, ciudad que él mismo describe como la “más sureña del norte”, una localidad industrializada de mayoría blanca, con raíces históricas y étnicas en los escoceses-irlandeses del Ulster, esa raza que se convertiría en el carbón humano del sueño americano y de sus ideales belicosos y nacionalistas. Bageant, gordinflón, de cara redonda y pálida, publicó en el 2007 su crónica casi biográfica Deer Hunting With Jesus: Dispatches From America’s Class War, traducida al español como Crónicas de la América profunda (Editorial Lince), un recorrido por su ciudad natal y sus recuerdos de la infancia, que desnuda con “brutalidad y ternura” a esa parte de los Estados Unidos que carece del glamour y los reflectores de Los Ángeles o de Nueva York, esa parte de la sociedad estadounidense que se esconde bajo la alfombra, entre el polvo, la grasa y la mugre, y que consume su tiempo entre carreras de NASCAR y cervezas Bud-Light: la clase baja blanca trabajadora.

En el libro, Joe, quién logró escapar de su predestinado futuro como operador de maquinaria en Rubbermaid o cajero de Home Depot para convertirse en periodista y editor, regresa a los barrios de caravanas móviles de Winchester, en parte por nostalgia pero también porque se ha dado cuenta de que los progres y liberales de izquierda, la gente educada del mundo editorial y de la alta cultura, no han logrado y quizá no han ni intentado comprender a sus conciudadanos: esos millones de votantes conservadores que son la principal base electoral del Partido Republicano.

Joe nos guía a través del territorio urbano de su juventud redneck, blanca y protestante, y lo hace desde el Royal Lunch, el bar local por excelencia, en donde todos los sectores de la sociedad se juntan para pasarse las noches entre litros de whiskey escocés y música country. Desde las sillas viejas y la iluminación opaca del Royal conoceremos la historia de Dottie, mujer de la tercera edad a quien cargar un tanque de oxígeno no le impide llegar al bar a cantar algunas canciones; la de Dink Lamp, famoso por haber derrotado a un chimpancé en una pelea de la feria regional; o la de Nance Willingham, madre de dos hijos y trabajadora de forklift, cuyo pensamiento político se podría resumir en creer que las feministas son “una pandilla de lesbianas de la costa oeste”. El Royal Lunch es el lugar perfecto para comenzar a radiografiar las vidas de los habitantes de Winchester, el único sitio en donde gracias a los efectos del alcohol los hombres y mujeres que se creen demasiado duros se permiten a sí mismos comentar cómo su vida no ha resultado ser lo bastante buena como lo prometía el sueño norteamericano.

Las Crónicas narran los aspectos más generalizados del proletariado blanco de la Costa Este: La naturaleza apolítica propia de la psicología del tough guy; la manera en que las firmas inmobiliarias de caravanas móviles se vuelven negocios con índices de ganancias obscenos cuando se trata de cobrarle a los que no pueden costearse una casa; la explotación en los trabajos por subcontratación, con una lógica igual de cruel que en los países del tercer mundo; el control y la influencia de las “miles de iglesias metodistas, presbiterianas y pentecostales” que han sido utilizad as como herramienta política por el Partido Republicano; la incomprensión y el prejuicio intelectual de las clases refinadas en cuanto a la cultura de las armas y de la cacería; y el tremendo deterioro del sistema de salud pública, que a la par de la proliferación de los hospitales privados han creado una cultura del endeudamiento progresivo entre los más necesitados.

Mientras avanzamos en el libro, los datos que Bageant suelta sobre esos temas quizá no nos parezcan más sorprendente que la manera en que los habitantes de Winchester reaccionan a éstos.

Los blancos de los guetos lumpen estadounidenses se han tragado toda la historia de la grandeza norteamericana y los Republicanos de las élites locales se han encargado de mezclar este mito con las prácticas sociales, culturales y económicas más contradictorias y nocivas que nos podamos imaginar. Este gran segmento de la población (el 40%, lo que los vuelve el sector en pobreza más importante del país, incluso sobre los afroamericanos y latinos) odia todo lo que huela a sindicato laborista o a huelga, desconfía de los intelectuales de las universidades (y de la ciencia en general), reniega del asistencialismo social y además de todo eso, ha desarrollado un sistema moral en el que los pobres merecen ser pobres porque no supieron cómo hacerse ricos, y en el que habrá que aguantarse sin quejarse de la suerte que la “providencia” les plantó. Es decir: se han convertido en el votante perfecto de la derecha, en el mejor combustible para la maquinaria del capitalismo sin regulación.

Aún ante todo lo antes dicho (y eso es precisamente lo que hace que Crónicas de la América profunda sea un libro verdaderamente bueno) Joe Bageant no juzga a Dottie, ni a Dink, ni a Nance. No se adelanta a tacharlos de estúpidos, de incultos, o de basura blanca, sino que se pone en sus zapatos: “Si le hubiera tocado llevar esa vida de trabajo duro y fuese de los que prefieren cualquier cosa antes que recibir una limosna del Estado, usted también sería conservador (…) Quiero decir que sería tan cauteloso y reaccionario como para votar al hombre que parece suficientemente firme para mantener los precios de la vivienda en alza, acabar con los enemigos invisibles que acechan desde el extranjero y darle a Dios la palabra en lo relativo a la política interior.” Al final de cuentas son su gente, su familia (su hermano es un pastor cristiano ultra protestante), conoce sus demonios y los pesos que tienen que sostener sobre sus espaldas, el olor de cerveza derramada en el suelo y las carencias e imposiciones de su estilo de vida.

Su acusación y su denuncia no es en contra de los habitantes de esas profundidades, sino que están dirigidas hacia una izquierda que ha sido cada vez más miope e incapaz de comprenderlos, que los ha dado por perdidos y los ha estigmatizado como como bárbaros pueblerinos incapaces de pensar. Una izquierda políticamente incompetente que no ha sabido entender las motivaciones de este sector de la población, y que por lo tanto ha permitido que se vuelva cada vez más reaccionario: “Desde esa perspectiva privilegiada, los liberales ven a los trabajadores blancos como unos tipos cabreados, belicosos, intolerantes y felices títeres del imperio americano, lo cual supone ignorar la pregunta de cómo llegaron a convertirse en eso, si es que realmente son tal como esos liberales los ven.”

Ahora, a más de 10 años de su publicación, Crónicas de la América profunda es un libro ideal para entender a los votantes de Donald Trump y el perfil social y psicológico de la clase obrera norteamericana. Sin embargo, la cercanía de su descripción y la calidad informativa de la investigación que Bageant hace de los blancos pobres vuelven a las Crónicas útiles y hasta necesarias para comprender a las Dotties de todo el mundo (México incluido), la cultura de la pobreza y su relación con la política, el fallo de las izquierdas y el ascenso mundial de la ultra derecha, que nos guste aceptarlo o no, muchas veces ha logrado establecer más empatía (aunque cínicamente) con los menos privilegiados, a quien la progresía no se cansa de juzgar.

 

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#4 Tiempos

De éxitos y fracasos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

La Copa Intercontinental, también conocida anteriormente como el Mundial de Clubes, es uno de los torneos más prestigiosos del fútbol mundial. Desde su creación en 1960, el torneo ha reunido a los mejores equipos de Europa y Sudamérica para disputar el título de campeón del mundo, mismo que desde hace algunos años ha tenido esa representatividad, ya que se toma en cuenta a todas las confederaciones del globo.

En cuanto a la participación mexicana en este torneo, es importante destacar que los equipos del país han tenido un papel importante en la historia del Mundial de Clubes. Aunque no han logrado conquistar el título, han demostrado ser unos de los equipos más competitivos y respetados del torneo, así como uno de los países con más participaciones en la justa.

En total, son 54 clubes los que alguna vez han jugado este torneo, equipos que provienen de 24 países distintos, siendo Brasil el que más clubes ha enviado a representar, con 11 equipos, seguido de México con 7 y Argentina con 6.

Uno de los momentos más destacados de la participación mexicana en el Mundial de Clubes fue la actuación del Club Necaxa en la edición de 2000. El equipo mexicano logró avanzar hasta la semifinal del torneo, donde se enfrentó al Vasco da Gama. Aunque finalmente perdieron el partido por 2-1, la actuación del Necaxa fue considerada como una de las mejores de un equipo mexicano

en la historia del torneo.

Otro equipo con una notable participación es Tigres, que en el Mundial de Clubes del año 2021, se convirtió en el primer equipo mexicano en llegar a la final del torneo, donde se enfrentó al Bayern de Múnich. Aunque Tigres perdió la final por 1-0, su participación en el Mundial de Clubes fue considerada un éxito, ya que demostró la capacidad del equipo para competir a nivel internacional. Además, Tigres logró vencer a Palmeiras en las semifinales.

Ahora, el Pachuca participó en la edición actual del Mundial de Clubes. Lo que llamó la atención fue que el Pachuca jugó con un equipo muy joven, con varios jugadores que apenas tienen 20 años de edad. A pesar de la juventud del equipo, el Pachuca demostró ser un rival complejo, y su actuación fue destacada.

La participación mexicana en el Mundial de Clubes ha sido destacada a lo largo de la historia. Aunque no han logrado conquistar el título, los equipos mexicanos han demostrado ser unos de los más competitivos y respetados del torneo. La actuación del Pachuca en la edición actual es un ejemplo de que los equipos mexicanos pueden competir a nivel mundial, incluso con equipos jóvenes y sin mucha experiencia.

Es una lástima que el nivel de los clubes no se refleje a nivel selección, que los talentos se pierdan en el negocio de una liga que ha demostrado poder competir en cualquier nivel ante cualquier rival. Ojalá las cosas retomen el rumbo y la selección pueda ir creciendo de la mano de los clubes, en beneficio del fútbol nacional.

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Corrido: En el IMSS un cochinero | Columna de Ana G Silva

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Corredor Humanitario

 

La tarde del jueves 19 de diciembre se montó una manifestación por el despido de Simón Almanza, un ortopedista del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en San Luis Potosí. Mencionó que esta fue porque “alzó la voz” al ser uno de los pocos médicos que denunció la falta de insumos.

Ante medios de comunicación, declaró que el motivo de su despido fue “por pedirle a los pacientes que consiguieran su material, para resolverlo a la brevedad posible”.

Lo que no menciona es que él mismo cobraba por realizar cirugías de ortopedia infantil, además de que pedía a los padres comprar insumos en su negocio.

Esta información llegó por parte de TRES fuentes dentro del IMSS, quienes le detallaron a esta periodista que el doctor Simón tiene cuatro denuncias hechas por derechohabientes por cobrar las cirugías de ortopedia infantil.

Se preguntarán… ¿Cómo nadie lo notó? La verdad es que sí, todos sabían.

Las corruptelas del IMSS se conocen entre sus trabajadores y pocas veces realmente se dan a conocer. La verdadera razón por la que Simón Almanza era intocable es porque era el protegido de la ex delegada María Guadalupe del Rosario Garrido Rojano, involucrada en varios desfalcos dentro del instituto de salud en la entidad.

Garrido Rojano fue jefa de enseñanza del IMSS dónde conoció a Simón como su alumno; lo trae a trabajar a la Delegación en San Luis Potosí como coordinador, donde empezó a consultar pacientes, a pesar de que su puesto lo impedía…

Sí era médico, pero coordinador al fin y al cabo. No podía involucrarse con pacientes, y aún así, el doctor de quirófano que tenían en ese tiempo firmaba como el que operaba, para que no quedara registro de que Simón era el que realizaba los procedimientos.

PD. Por ahí un pajarito me llegó a contar que en su paso por la Clínica 2 del IMSS realizó algunas operaciones que solo le competen a un neurocirujano.

Tan cercano era a Garrido Rojano, que incluso se encargó de operar a Juana Mejia, ex titular de la Jefatura de Servicios de Desarrollo de Personal de la Delegación y otra trabajadora muy cercana amiga de la ex delegada, quien incurrió en el abuso de su puesto y atribuciones para ingresar a cirugía

en mayo de 2023, pues nunca pasó por la lista de pacientes de ortopedia que esperaban su ingreso a una cirugía, y por un padecimiento que no sería considerado de urgencia, mismo que lleva a cualquier otro ciudadano a esperar meses para realizarse.

PD 2. El sujeto también es protegido por Raul Mario Beltran, jefe de Jurídicos que se le ha relacionado con casos de corrupción y acoso sexual, pero con todo y pruebas contundentes es inamoblible.

Aquí no se le cuestiona su calidad como médico, pues también he escuchado trabajos destacados… si no fuera por sus negocios corruptos.

Su manifestación parece indicar que se trata de un intento de derrocar a la delegada actual, Angélica Cristina Rodríguez Nester.

Y no. ¡No! Esta columna no es para respaldarla, pues también es alguien que tiene cola que le pisen.

La falta de insumos y medicinas no es ningún secreto. Mis fuentes dentro del IMSS afirmaron que sí hay desvío de recursos destinados a insumos médicos, para beneficio personal de la querida delegada, como la compra de autos nuevos. Nada que no se haya denunciado en años anteriores.

Rodríguez Nester también prioriza a sus allegados en puestos clave, dejando de lado a personal más capacitado.

Lo que me contaron es que la delegada hace enojar a los trabajadores por cosas “muy burdas”, ejemplo de ello es que no va a dejar salir a los operativos de vacaciones las próximas dos semanas, pero sí a sus amigos.

Por cierto, la delegada cree que nadie se dio cuenta que su secretaria está de vacaciones. Y el resto del personal, bien gracias.

Pero en fin, siempre es lo mismo, el IMSS sigue siendo el mismo cochinero de siempre.

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Aliens, Sexo y Drama; Bienvenidos a la cabaña más incómoda de México | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

La Región Salvaje es una mala película envuelta en un vestido de pretensión que da la impresión de que estás viendo algo de verdad bueno. Se plantea a sí misma como una profunda exploración de la importancia que tiene el placer para la humanidad a través de elementos de ciencia ficción, pero termina siendo una mininovela de TV Azteca aderezada con kinks de hentai de tentáculos en live action.

Esta es una película que camina por una delgada línea entre la fascinación y la frustración. Su premisa tiene el potencial de ofrecer una experiencia única. Sin embargo, el resultado final no está a la altura de sus ambiciones, dejándonos con una obra que parece más interesada en impresionar con su estilo que en profundizar en los temas que plantea.

Dando inicio al visionado y notando cómo uno de los puntos clave de la película es la aparición de un extraterrestre que es la encarnación misma del deseo, podría parecer que La Región Salvaje es algo así como la versión mexicana de Under the Skin mezclada con Shivers. Y, la neta, un poco sí. Sin embargo, a diferencia de aquellas películas, esta no tiene tan claro su enfoque. Aún cuando la dirección intenta capturar con precisión quirúrgica las dinámicas tan volátiles y complejas de género, sexualidad y violencia, no puede evitar caer en los clichés más anticuados de las novelas de las 9 de la noche.

Literalmente, a pesar de contar con la existencia de un alien cuya única función es tener sexo violento con quien se le ponga enfrente, la película insiste en enfocarse en las relaciones interpersonales de tres personas. Tenemos a Alejandra, su esposo Ángel, y su hermano Fabián, quienes ya están en medio de una vida caótica y llena de tensiones. Ninguno de ellos conoce al extraterrestre durante los primeros 30 minutos de la película. Lo importante es ver cómo Alejandra y Ángel tiene un matrimonio a medio morir que se mantiene unido solamente por la existencia de sus hijos, y darnos cuenta que tanto a Ángel como a Fabián les pareció una maravillosa idea el tener un amorío homosexual entre ellos a espaldas de Alejandra.

Y el extraterrestre, bien, gracias.

La película empieza a cuajar un poco cuando aparece Verónica en sus vidas. Su presencia no hace más que avivar las inseguridades, la culpa y la desesperación que todos ellos ya cargaban. Y cuando cada uno tiene su “encuentro cercano” con el extraño “compañero extraterrestre” de Verónica, que vive en una cabaña en el bosque, los problemas humanos parecen disiparse… aunque solo sea por un rato. Este alienígena no es cualquier monstruo, es casi la encarnación del deseo sexual más puro y primitivo: no tiene género, no tiene orientación, no tiene moral. Es una fuerza implacable que no discrimina ni razona, solo actúa.

Pero aquí viene el giro oscuro: el sexo no es el único instinto primitivo que la película pone sobre la mesa. Su hermano feo, la violencia, siempre está al acecho. Tanto los humanos como el alienígena tienen la capacidad de hacerse daño brutalmente, y en este constante tira y afloja entre deseo y agresión está el verdadero corazón de la película. Esa dicotomía entre los impulsos básicos del placer y la violencia, y la forma en que los personajes se relacionan con ellos, es lo que define esta historia.

Durante los apenas seis minutos en donde se hace referencia al extraterrestre, la película lo usa como un espejo: una herramienta que refleja las tensiones internas de los personajes y su lucha con el deseo, la represión y la autodestrucción. Es un símbolo que desnuda lo peor y lo más visceral de nuestra naturaleza. Logra incomodar, provocar y hacer preguntas importantes sobre lo que significa ser humano. Porque al final del día, no importa cuánto tratemos de escapar de nuestros impulsos básicos, siempre están ahí, acechándonos, esperando el momento para tomar el control. El alienígena funciona como una metáfora de los deseos humanos en su forma más básica, un ser que no distingue entre géneros ni orientaciones sexuales. Sin embargo, estos impulsos, en lugar de liberar a los personajes, los conducen a la autodestrucción. En ese sentido, la película parece decirnos que los deseos más profundos del ser humano siempre van acompañados de su contraparte más oscura: la violencia.

Por otro lado, los personajes humanos, aunque interpretados de forma competente por el elenco, son más planos que cualquiera de las hojas en donde se imprimió el guión. Asumo que la idea de la dirección era transmitir un aura enigmática o una sensación de desgaste emocional a través de ellos, pero a duras penas parecen ser personas que solamente saben sentir desinterés y aburrimiento

– mismo que transmiten a la perfección con la audiencia. Es casi imposible sentirse identificado con cualquiera de estos seres deleznables que, más que personajes, no llegan a ser más que herramientas narrativas. La película parece más interesada en utilizarlos para ilustrar su tesis que en darles agencia o un desarrollo significativo.

            Como buen producto mexicano audiovisual, La Región Salvaje no puede evitar caer en clichés y estereotipos que socavan su mensaje pero que, seguramente, creyeron eran muy interesantes y le daban otra capa de significado a la película. De entrada, la acción se sitúa en Guanajuato, donde CLARAMENTE estamos intentando hacer la dicotomía de ciudad católica panista persignada con los sucesos sexuales que acaecen a lo largo de la película. Pero en ningún momento se aprovecha eso. Solo se hace especial énfasis en mostrar que estamos en Guanajuato y… ya. La población general de la ciudad nunca se entera de nada, nadie hace mención a cómo toda choca con los valores clásicos de la religión, no hay situaciones de desventaja ante quienes se ven involucrados. Es decir, esto podría pasar en cualquier ciudad de México, real o ficticia, y nunca sería nada más que un fondo de pantalla.

            Y ni hablemos de los efectos especiales. En general, el CGI utilizado aquí, sobre todo para representar los cuatro minutos de extraterrestre que nos entrega la película, está bastante bien logrado. Pero hay una escena, una escena clave a la mitad, en donde se decidió que estaría padrísimo representar una orgía de animales en el bosque y… no. Solo no. La poca tensión que estaba sintiendo hasta ese momento murió en el momento en que irrumpí en una carcajada al ver esa escena. O sea, poner muñequitos de felpa motorizados a representar la escena se hubiera visto menos barato.

En última instancia, La Región Salvaje parece más interesada en la forma que en el fondo. A pesar de sus ambiciones, la película no logra profundizar en los temas que plantea, dejando al espectador con más preguntas que respuestas. Al explorar los impulsos sexuales y la violencia, Amat Escalante intenta hacer una crítica de las relaciones humanas, pero el mensaje se diluye en una narrativa que no logra equilibrar sus elementos temáticos y estilísticos.

Más que una obra cohesionada, La Región Salvaje se siente como un experimento que plantea preguntas interesantes, pero no logra responderlas de manera satisfactoria. Su incapacidad para conectar emocionalmente con el espectador y para ofrecer una reflexión más clara sobre sus temas hace que se quede corta. Al final, lo que podría haber sido una exploración incisiva de la condición humana termina siendo una experiencia tan desconcertante como olvidable.

Y, claramente, nadie supo cómo concluir la película. Al final, cuando las cosas finalmente están escalando y parece que llegaremos a algún lugar, el guión dice “¿y si matamos a todos de una vez y vamos a créditos? ¿No estaría más padre? ¿No nos ahorraríamos tiempo y dinero?”

No.

No estuvo más padre.

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