junio 17, 2025

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#4 Tiempos

Carta a la mamá del que escribe estos apuntes | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

Amigos y amigas, hijos de nuestras respectivas mamás.

En ocasión tan especial, comparto con ustedes un texto que me lo dictó desde hace mucho el corazón y ésta noche solamente lo escribí.

Es una carta a un ser tan maravilloso que hasta Dios, no pudo resistirse a tener una propia.

Vaya esta carta también para ustedes mis amigos, tanto a los que tienen el privilegio, como yo de tener a nuestra madre, como aquellos que la tienen ya en el cielo.

Hola mamá, hola madre: Días, noches y todo en orden.

Te mando y publico esta carta como el único regalo que sé que en realidad quieres, y que yo deseo con todo el corazón obsequiarte.

Me enseñaste que los hechos dicen más que las palabras, pero son las palabras la vía en que mejor sé comunicarme.

Vive en paz madre, mi regalo es decirte con amor infinito, que mis tormentos los encontré todos fuera de la casa y de tus brazos.

Lo que encontré en calor de la familia que formamos mi papá, Rossy, tu y yo, fueron siempre dulzuras, amores, enseñanzas y valores.

No sufras por mi, yo estoy bien y en orden, y como ya lo sabes, las decisiones buenas y malas que he tomado han sido todas mías.

Tu criaste a un hombre con esas capacidades, todas, incluidas las de equivocarme y reconocerlo.

Te recuerdo de verde y blanco, te recuerdo trabajando, entregada en tu vocación de enfermera, entregada siempre en tu sacrificio por nosotros, pero también por los demás.

Estoy seguro que no ha tenido jamás el Seguro Social a una trabajadora tan dedicada.

Quiero que sepas que en todos esos años, el beso con el que a diario te despedías de mi para irte a trabajar en el Seguro de Cuauhtémoc en tu turno de urgencias, lo llevo tatuado en el alma para siempre y me acompaña noche a noche.

Te recuerdo manejando la Brasilia ¿te acuerdas? Jajaja, nos llevabas a mi al kínder y a Rossy a la primaria. Llegabas corriendo, mi papá hacía el sándwich y a manejar temeraria para estar a tiempo.

Te recuerdo muy valiente, generosa y muy franca.

Te recuerdo de muchas veces que te fui a buscar al hospital y me sé de memoria todas las cosas buenas que los doctores y tus compañeras me decían de ti. Eres admirable.

Te confieso que lo que me anima siempre en momentos difíciles, o que cuento cuando disfruto mis más altas alegrías, es aquella anécdota que siempre cuentas de cuando nací.

Haces unos ojos especiales cuando platicas que nací muy grande, de no se cuántos kilos, y que mi cabeza era desproporcionada a mi cuerpo.

Siempre se te sale una sonrisa cuando repites que el doctor que atendió mi nacimiento sugirió: “Rosita, a este muchacho ya póngale mochila y mándelo a la escuela”. Presumida.

Me has consentido demasiado, lo tengo que decir con mucho orgullo.

Gracias porque me abrazaste aquel día en que me asaltaron, aquel diciembre en que regresé devastado de México, el otro en que me consolaste porque llegué con el corazón destrozado, y por acompañarme súper elegante en aquel vestido con el que fuiste a mi boda.

Recuerdo también tus aplausos emocionados en esos pequeños triunfos de la vida en los que tú y mi papá me han acompañado.

Cuando mis poesías, cuando la escolta, cuando la Banda de Guerra o la banda de Rock, cuando la guitarra, o cualquier graduación.

Me acuerdo cuando me disfrazaste de ratón, de pitufo, de espadachín o de danzante. Me acuerdo de ensayar contigo bailar el Querreque potosino, o que con paciencia me oías dar mis primeros acordes de guitarra.

Si, ya sé que también te he dado momentos muy malos (Eso hubieras pensado antes jajaja ntc)

Pero no te pido perdón nada más porque ya lo tengo, me lo has regalado en cada ocasión, incluso en esas en que mi cabezota mucho se tardó en reconocer y solicitarlo. Así de buena eres.

En realidad creo que ni siquiera les puedo llamar momentos malos y si acaso, fueron episodios desordenados de mi autoría, por lo tanto no cuentan para ti, sino para mi historial delictivo en mi larga lista de la ingratitud.

“Eres la mejor mamá del mundo”, te escribí alguna vez en la primaria en un portarretrato torpemente construido por mi. Me quedé corto: Eres la más buena de todo el universo.

También eres una gran mujer, profesionista, íntegra, siempre bondadosa en todas las circunstancias, tanto en las tormentas como en los oasis al lado de nosotros dos y de mi papá. Eres roca, eres nuestro pilar.

Confieso y presumo que siendo ya el semejante hombre hecho y derecho que soy, aún eres la mamá que me le sopla a la sopa si está caliente o me coces un botón cuando se caen, todavía me dices párate derecho y ponte suéter. Así de tierna eres.

Eres la de verde y blanco que se quitó el uniforme de enfermera profesión a la que entregaste mucha vida, pero de lo que jamás pudiste jubilarte es de la vocación de ayudar a los demás.

Eres mi primera socia de negocios, mi maestra en emprender cuando hicimos aquellas temporadas en que vendía flanes y me resultó bastante rentable. Buenos tiempos.

Te debo mucho, y nunca me cobras.

Te quiero mucho, aunque lo diga poco.

Se que he sido muy ingrato, pero en mi defensa te diré que es porque me has dado demasiado al grado de no alcanzar en justicia, agradecerlo todo.

Tú me enseñaste a rezar, a comer (papaya no ¿ok?) y a viajar con la imaginación a través de todos esos cuentos y libros que me regalaste.

Me inspiras y se me inflama el pecho de ternura al saber que “la señora Rosy” como todos te dicen, o la “santa de tu madre” como se refieren a ti mis amigos, seas tú, mi mamá.

La de blanco y verde, la del trabajo incansable, la que siempre está ahí, la del portarretrato a mano, a la que dedico mis triunfos, a la que debo y debo y debo tanto.

A la que amo, amo y amo tanto, esa eres tú.

Eres la líder que nos enseñó, en los ochentas, cuando nadie hablaba del tema, sobre la igualdad de genero en todas las circunstancias.

Eres de quien aprendí a valerme por mi mismo, a tratar por igual al más rico y al más pobre, a valorar a todos, a respetar a los adultos y a siempre saber que se puede aprender.

Eres la razón por la que sé rendirme nada más ante Dios, y por la que me queda claro que siempre será mejor dar que recibir.

Me fascina cuando pienso en ti y en esa historia que compartes de tu primer Fíat, o cuando imagino tus alegrías de aquellos días de tu juventud en que estuviste en tus grupos de baile.

Admiro tu entereza cuando, contra todo pronóstico, te lanzaste en aquella empresa de buscar a tu papá en Tula Hidalgo. Fuiste a encontrar la verdad y la paz para todos, él incluido.

No juzgaste y diste tranquilidad a Tita, a la que no dejaste en ninguna circunstancia, hasta esa última en que se despidió de nosotros para siempre tomada de tus manos. Eres muy valiente.

Gracias mamá, gracias madre y no olvides tu regalo:

Mis tormentos son míos, no los encontré en tu casa. Ahí solo tuve, tengo y tendré dulzura.

Vive tranquila madre, que este cabezón que tienes por hijo, gracias a ti, sabe lidiar con cualquier tormenta.

Días, noches y todo en orden.

Tu hijo que te ama, tu “obra maestra”:

Jorge Francisco Saldaña Hernández.

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#4 Tiempos

La miseria del sexo | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Sucede en un cuento de Arthur Schnitzler (1862-1931), el escritor austriaco. Una vez, un joven fue invitado a asistir a un duelo en calidad de padrino de un militar de cierto rango que, al ver ofendido su honor, retó a muerte a un caballero de la alta sociedad vienesa abofeteándolo con su guante. Qué razones había para lavar con sangre esa mancha real o imaginaria, no lo sabemos, pues éstas no quedan muy claras en el relato, aunque todo parece indicar que había unas faldas de por medio, y que estas faldas eran nada menos que las de la esposa del militar.

Como decimos, el padrino nada sabía de los motivos que impulsaron al teniente Loiberger a tomar tan drástica determinación, pero tampoco quiso averiguarlas. ¿Para qué? Como se dice, cada uno sabe dónde le aprieta el zapato; y, además, ¿para qué negar que en aquellos tiempos remotos la gente se mataba entre ella por los motivos más banales y fútiles? «El hecho –dice el narrador de esta historia, es decir, el padrino- de que en ciertos círculos tuviera que contarse con la posibilidad o incluso con la inevitabilidad de los duelos, ya sólo esto, créame, daba a la vida social una cierta dignidad o, al menos, un cierto estilo. Y a las personas de estos círculos, incluso a las más insignificantes o ridículas, les prestaba la apariencia de una continua disposición a la muerte, aun cuando a usted esta expresión le parezca, utilizada en este contexto, demasiado rimbombante».

Digámoslo ahora con nuestras palabras: en aquellos tiempos, batirse a muerte con adversarios verdadero o ficticios era una moda tan extendida, sobre todo entre las clases superiores, que nuestro joven narrador ni siquiera se extrañó cuando el teniente Loiberger solicitó amablemente su padrinazgo. Además, ¿no era ésta la séptima u octava vez que un caballero ofendido le pedía exactamente la misma cosa? Sin embargo, es necesario abreviar, y lo haremos diciendo cuanto antes que el muerto, allí, fue precisamente el señor Loiberger, que cayó al suelo con cierta elegancia y sin demasiados aspavientos a causa de una bala que vino a incrustársele a la altura del corazón. Se llevó la mano al pecho, lanzó un suspiro hondo, se tendió en la hierba como quien se dispone a permanecer en esa postura un tiempo muy largo y murió en el acto.

Una autoridad municipal dio fe del deceso –también sin demasiados aspavientos- y el día transcurrió como de costumbre, cual si en realidad nada grave hubiese acontecido. Sin embargo, un problema quedaba sin resolver, y era que la viuda, que vivía en la capital, es decir, en Viena, debía enterarse de la muerte de su marido. ¡Claro, era necesario decírselo, y cuanto antes mejor! ¿Y quién iba a encargarse de tan desagradable tarea? El padrino, naturalmente, que para eso estaba. Y allá va nuestro narrador. Frau Agathe, la esposa del señor Loiberger, lo recibe amablemente y lo hace pasar al recibidor. En realidad nunca en su vida había visto ella a este hombre, pero no le parece feo y hasta le invita una copa…

¡Dios mío, qué bella era Frau Agathe! Su rostro resplandecía como una hoguera encendida. Ahora bien, ¿para qué ponerse a hablar ahora, precisamente ahora, de cosas tan tristes como son las que se refieren a la muerte? Ya lo haría después; por el momento era preciso beber otra copa y disfrutar el momento. Frau Agathe se veía incluso feliz. ¿Para qué romper el hechizo? Entonces el visitante se puso a hablar con la joven viuda –ella aún no sabía que lo era- de cosas que nunca sabremos. Y tanto hablaron y hablaron, y tanto se gustaron el uno al otro que pronto, sin que nadie supiera cómo ni cuándo, ya estaban los dos tomados de la mano en la alcoba de ella. ¡Oh, no se habían reunido allí para entregarse a la práctica de ejercicios piadosos! Y pasó el tiempo. Cuando el visitante despertó por fin, pudo recordar como entre sueños que había venido a esta casa a cumplir una misión. ¿Cuál era ésta? Trataba de recordarlo. ¡Ah, sí, decirle a Frau Agathe que su marido había muerto en la vecina ciudad de Ischl, en el transcurso de un duelo, precisamente!… Aún no salía completamente de su modorra cuando oyeron ambos a lo lejos un ruido de pasos. Quien llegaba era el doctor Mülling, amigo de la familia, para preguntar a la señora si ya se había enterado de la triste noticia. Cuando la supo, la mujer se deshizo en llanto y pidió ver cuanto antes el cuerpo de su marido.

«Desde entonces –cuenta el narrador- no me dirigió ni una palabra… Efectivamente, aquella misma tarde partió sola y a la mañana siguiente condujo el cadáver a Viena. Al otro día tuvo lugar el entierro al que, por supuesto, asistí… Muchos años después nos encontramos en una reunión social. Mientras tanto se había casado de nuevo. Nadie que nos hubiera visto hablar habría adivinado que nos unía una profunda vivencia común. Pero, ¿realmente nos unía? Yo mismo habría podido considerar aquella estival y tranquila, misteriosa y, con todo, feliz hora como un sueño que sólo yo había soñado: tan clara, tan sin recuerdos, tan inocentemente profundizó su mirada en la mía».

Y así acaba esta historia, que no ha hecho más que confirmar mis sospechas, a saber: que la relación sexual, por sí sola, no puede unir a dos seres que no se aman. Hoy es común, o casi, afirmar que las relaciones sexuales son como el termómetro del amor, de manera que nada puede esperarse de dos seres que no saben -o no pueden- hacerse gozar el uno al otro. Hay quien dice, además, que para enamorarse de una persona antes hay que haberse acostado con ella. Pero esto es falso, pues las cosas, por lo regular, suceden exactamente al revés. Así como los milagros no producen la fe, sino que es más bien la fe la que produce los milagros, así habría que decir también que las relaciones sexuales no producen el amor, sino que, a lo más, cuando éste ya existe sólo lo alimentan. Los que no se amaban antes de ir juntos a la cama, no se amarán más cuando hayan regresado de ella, y hasta es posible en algunos casos que terminen queriéndose menos. Los cuerpos podrán acoplarse todo lo que quieran, pero, si las almas están lejos, entonces no hay nada que hacer.

Me decía hace poco un joven hablándome de su novia, con la que tenía ya estas relaciones y con quien acababa de romper: «Quizá deje más material para el recuerdo una tarde viendo juntos el crepúsculo que una relación sexual». Claro, claro. ¿Podría decirse mejor? He aquí la miseria del sexo.

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#4 Tiempos

Verano futbolero | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Apesar de los pesares, el verano futbolero arranca este fin de semana.

Tanto el mundial de clubes, como la Copa Oro, se jugarán en el territorio de los Estados Unidos, algo que bajo otro panorama sería lo ideal, un país multicultural, con una infraestructura increíble y fortaleza económica como para poder generar ingresos sobrevalorados, todo estaría bien, si no hubiera problemas sociopolíticos en Norteamérica.

Las recientes políticas han comprometido las entradas a los estadios y con esto un posible golpe comercial a las proyecciones de FIFA. Pero pasando al punto netamente deportivo, que al fin es lo que importa para esta sección, las cosas suenan muy interesantes.

Por un lado tenemos el nuevo experimento mundial, juntar a algunos de los clubes más importantes del mundo, en un torneo que buscará enfrentarlos con sus mejores jugadores en búsqueda de un gran premio económico, todos los equipos presentarán lo mejor que tienen y es probable que conforme avancen en el torneo su nivel tenga que aumentar, cuando los equipos que solo van a participar queden fuera, y se cierre contra los verdaderos rivales. Un torneo que levanta expectativas y que promete buenos juegos, sobre todo cuando clubes europeos salten a las canchas con sus figuras mundiales.

A la par de este torneo, se jugará el evento principal de CONCACAF. Si bien la región es tal vez la más olvidada del planeta, y sus selecciones fuertes no pasan por un buen momento, es notable voltear a ver a la zona y su torneo insignia a un año antes del mundial. Administrativamente, vamos a poder ver algunos estadios que serán sede de la Copa del Mundo 2026,

así como los preparativos para ciertas ciudades que recibirán afición y participantes. Por lo futbolístico, vale la pena resaltar el mal momento que vive la selección de los Estados Unidos, un equipo que llega con 4 partidos sin ganar y que busca levantar cabeza con Mauricio Pochettino, quien de hacer un mal torneo seguramente se despedirá por ahora de sus posibilidades de dirigir un mundial. Del lado de México, el Vasco Aguirre tiene que demostrar que su equipo puede levantar la cara a un año de la copa. La obligación de campeonar en la Copa Oro sigue siendo imperante, así como desplegar un buen fútbol ante rivales que parecen a modo.

El resto de las selecciones piensan más en su posible clasificación al mundial y tomarán la participación como partidos de preparación ante lo que viene para el cierre del 2025.

Dos torneos interesantes, un mes lleno de futbol y equipos que disputarán en una de las próximas sedes mundialistas. Atentos con el país del norte, y que la política y lo social no sean impedimento para por lo menos distraer un poco de lo verdaderamente importante, sin perder por completo la atención. Que arranque ya el verano futbolero.

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#4 Tiempos

Alcalde Mayor de San Luis, primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Antes que nada, felicito a los compañeros reporteros de La Orquesta que se hicieron merecedores del Premio Estatal de Periodismo 2025, Bernardo Vera, Ana G. Silva, Fermín Saldaña y Sayd Sauceda, reflejo de su profesionalismo y compromiso comunicacional.

Juan Camacho Gayna que naciera en 1653 en el Puerto de Santa María en Andalucía España, y viniera a Nueva España con el séquito del Marqués de la Laguna que vino como Virrey a Nueva España, ocupó el cargo de Alcalde Mayor de San Luis Potosí, se considera el primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz.

Español avecindado en San Luis, fue gobernador en el Puerto de Santa María de 1689 a 1692 a su partida de tierras potosinas.

Ostentando el título de Capitán y Caballero de la Orden de Santiago, en 1680, llegó en el sequito de Tomás Antonio de la Cerda y Aragón marqués de La Laguna y Conde de Paredes, quien le confiaría la encomienda de ser su mayordomo, caballerizo y capitán de guardias.

Cuatro meses después de su llegada, el 20 de septiembre de 1680 tendría el título de Alcalde Mayor de San Luis Potosí y teniente de capitán general de esta ciudad y fronteras chichimecas, nombrado por el rey Carlos II. El 20 de diciembre de 1680 se llevaría a cabo la que sería primera reunión de un ayuntamiento con su cabildo; Camacho Gayna ocuparía ese puesto al menos durante cinco años. Lo sustituiría en 1685 Juan Bautista Ansaldo de Peralta como Alcalde Mayor de San Luis Potosí, yendo a la Ciudad de México donde radicó hasta 1687 antes de regresar a España.

La Inundación Castálida se la dedica Sor Juana a la Virreina Condesa de Paredes que se volvió eje de la vida sentimental de Sor Juana.

La Inundación Castálida apareció en Madrid en 1689 con el título:

“Inundación Castálida de la única poetisa, musa décima, Soror Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el Monasterio de San Jerónimo de la Imperial Ciudad de México. Que en varios metros, idiomas y estilos fertiliza varios asuntos con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos; para enseñanza, recreo y admiración. Dedicados a la Excelma. Señora, D. María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, y los saca a la luz D. Juan Camacho Gayna, Caballero de la Orden de Santiago, Mayordomo y Caballerizo que fue de su Excelencia. Gobernador actual de la Ciudad de Puerto de Santa María. Con privilegio. En Madrid por Juan García Infanzón, año de 1689”.

Se reeditó al siguiente año “corregida y mejorada por la autora” con el título Poemas de la única poetisa americana, musa décima…. Sacados a la luz por Juan Camacho Gayna, que constituyó el tomo primero de los tres que forman las ‘obras’ de Sor Juana. Este tomo fue impreso en Madrid en 1690 y reimpreso en Barcelona en 1691, Zaragoza y Sevilla en 1692.

El papel de editor consiste en el trabajo intelectual para preparar los originales del libro, así como el que pone el dinero necesario para la publicación. Una de las evidencias para asegurar que Gayna es el editor, pues Octavio Paz lo pone en duda, es la “Suma del privilegio” que aparece en las páginas preliminares de la obra que dice: “Tiene privilegio D. Juan Camacho Gayna, Caballero de la orden de Santiago, para poder imprimir un libro intitulado ’Varios poemas castellanos de Soror Juana Inés de la Cruz’, por un tiempo de diez años, como más largamente consta de su original, despachado en el Oficio de Manuel Mojica, Escribano de Cámara del Consejo Real. Dado en Madrid en 18 de Septiembre de 1689”.

Camacho Gayna debió ser hombre de cierta cultura. Dados los diversos cargos que desempeñó en España y en Nueva España bajo tres virreyes, sus cartas están escritas con soltura y propiedad.

Durante cinco años fue Alcalde de San Luis, conoció y trató a Sor Juana. El nombre del Alcalde Mayor de San Luis Potosí, quedó vinculado para siempre al de la Fénix de México y Décima Musa, máxima poetisa de nuestra lengua o fácilmente del orbe como lo asegura Peñalosa y lo ratifica Francisco de la Maza, potosino estudioso de la obra de Sor Juana, y del historiador Dr. Alfonso Martínez.

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Opinión

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