septiembre 7, 2025

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Bego Faz, la potosina estrella del baloncesto

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Tras un brillante paso por la NCAA, ahora es campeona en México con las Lobas de Aguascalientes

Por: Ana G Silva

María Begoña Faz Davalos, mejor conocida como Bego Faz, nació el 22 de septiembre de 1994 en San Luis Potosí, con sus 1.91 metros de estatura es considerada como la mejor mexicana que ha participado en la NCAA (División I de Baloncesto Femenino); además de haber logrado obtener varios récords, lo que la llevaron jugar para equipos importantes este deporte, así como lograr hazañas que ninguna otra mexicana ha conseguido. En el 2020, Bego Faz regresó a jugar baloncesto a México con las Lobas de Aguascalientes y en el 2021 resultó campeona.

Bego Faz fue campeona con Nuevo León en la Olimpiada Nacional 2012, fue novata sensación del equipo Fresno State de la División 1 de la NCAA, lugar donde se graduó en 2017 y obtuvo su título en administración de empresas y mercadeo.

La potosina cuenta con varios récords entre ellos: el de más bloqueos en la temporada 2014-2015 de su conferencia; el récord general de bloqueo de primer año de la conferencia con 96 y 70 de esos bloqueos en juegos de liga; registró el primer doble-doble de su carrera contra Cal State Stanislaus el 19 de noviembre de ese año con 19 puntos y 14 rebotes.

Para la temporada 2015-2016 con Fresno State obtuvo el reconocimiento como “Jugadora defensiva del año de Mountain West”; también fue líder de bloqueos en la NCAA con 136 bloqueos, es decir cuatro bloqueos por juego; su bloqueo número 106 de la temporada, que llegó en Air Force el 24 de febrero de 2016, rompió la marca de una temporada de Mountain West en tiros bloqueados; sus 136 bloqueos se ubicaron como el segundo mejor total de una temporada en la historia; además, estableció un nuevo récord de rebotes en una temporada con 318 en 29 minutos;

se convirtió en la primera jugadora en la historia del programa en registrar un triple-doble (24 puntos,17 rebotes y 10 tapones); estableció un récord de programa de una sola temporada con 14 dobles-dobles.

Begoña Faz consiguió otra vez el reconocimiento como “Jugadora Defensiva del Año de Mountain West” en la temporada 2016-17; es la jugadora número 23 en la historia de Fresno State en alcanzar los mil puntos; clasificada entre las 10 primeras en siete categorías diferentes de la NCAA: tercero en bloqueos (114), cuarto en bloqueos por juego (3.45), octavo en rebotes defensivos por partido (8,0), cuarto en dobles-dobles (21), quinto en rebotes, séptimo en rebotes por partido (11,2) y cuarto en triples-dobles (1).

Consiguió cinco récords de Fresno State durante la temporada: dobles-dobles de carrera (37), dobles-dobles de temporada (21), bloqueos de carrera (346), rebotes de temporada (370), promedio de rebotes de temporada (11.2). También logró cuatro récords de Mountain West: dobles-dobles de temporada ,rebotes de temporada, rebotes de temporada solo en juegos de Mountain West (186) y bloqueos en su carrera. Rompió cuatro récords en el Torneo Mountain West: rebotes en un torneo (53), rebotes en su carrera (85), bloqueos en un torneo (16) y carrera bloques (25).

Los logros de Faz la convirtieron en la primera mexicana en jugar en un Final Four y la única en llegar hasta un equipo legendario como Duke entre los años 2017-2018.

La basquetbolista terminó su carrera colegial ocupando el puesto 22 en general en la lista de tiros bloqueados de todos los tiempos de la NCAA con 369 con un promedio de 2.8 bloqueos por juego.

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#4 Tiempos

El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Guillermo Ochoa es un portero que se convirtió en bandera. Desde que debutó con el América en 2004, sus guantes parecían hechos para noches grandes: títulos de liga, protagonismo inmediato y el aura del “nuevo guardián” del arco mexicano. Tardó en dar el salto a Europa, y aún así, demostró sus ganas de crecer a pesar de los sacrificios, con una carrera que, aunque irregular en lo colectivo, lo mantuvo vigente en la élite del futbol internacional durante más de una década.

En Francia defendió al Ajaccio, donde se convirtió en ídolo de un club pequeño que sobrevivía gracias a sus atajadas imposibles. Después vinieron pasos por Málaga y Granada en España, donde la lucha contra el descenso lo expuso constantemente, pero también lo catapultó con actuaciones memorables frente a equipos como el Barcelona o el Real Madrid. Más tarde, Bélgica, con el Standard de Lieja, donde recuperó la estabilidad, disputó competencias europeas y volvió a tener el brillo de arquero confiable.

De ahí regresó a México, otra vez al América, como referente y capitán. Sin embargo, su ambición lo llevó a un último desafío en Italia con la Salernitana, donde las críticas fueron severas y el equipo terminó hundido en la tabla. Ese episodio marcó un antes y un después: Ochoa ya no era visto como el mismo arquero que tapaba lo imposible en los mundiales, sino como un veterano que comenzaba a pagar factura ante la exigencia de un futbol mayor.

Con la Selección Mexicana, su legado es indiscutible

. Fue cinco veces mundialista y protagonista en Brasil 2014 y Rusia 2018, con actuaciones que dieron la vuelta al mundo. Se le aplaudió como salvador, pero también se le cuestionó su influencia en el vestidor y el hecho de que, durante años, cerrara el camino a nuevas generaciones de arqueros.

Hoy el futuro de Ochoa es una incógnita. Con 39 años cumplidos, se habla de un posible regreso a la Liga MX, donde tendría el respaldo de la afición y un lugar asegurado en el escaparate. También existe la posibilidad de un destino exótico, en ligas de menor exigencia pero con cheques generosos. El problema es que cada paso que dé será juzgado no como una nueva aventura, sino como el epílogo de una carrera que marcó época.

El verdadero reto de Guillermo Ochoa ya no está bajo los tres palos, sino frente al espejo. Su historia se escribió entre América, Ajaccio, Málaga, Granada, Standard de Lieja y Salernitana; su leyenda se forjó con la Selección. Pero ahora, cuando el tiempo le recuerda que no hay reflejo eterno, deberá decidir si se despide como un gigante que supo irse en lo alto o como un ídolo que se aferró demasiado al recuerdo de sus mejores atajadas.

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#4 Tiempos

Hoy, frente al campeón | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Cuando Toluca llegue al Alfonso Lastras esta noche, no lo hará como un visitante cualquiera. Llega con la etiqueta de campeón, con una racha que asusta y con la confianza de un equipo que se sabe sólido. Para San Luis, en cambio, la cita es una cuerda floja: si tropiezan, el vacío no será sólo en la tabla, también en la credibilidad.

Los Diablos Rojos han mostrado lo que pocos en este torneo: regularidad. Saben atacar, saben cerrar partidos y rara vez pierden la calma. Es un conjunto que luce afinado, con un mediocampo que controla ritmos y delanteros que no perdonan. La pregunta no es si Toluca llega bien, sino si San Luis tiene con qué incomodarlos.

El conjunto potosino, por su parte, ha vivido a base de altibajos. Capaz de ganar con autoridad un fin de semana y de derrumbarse al siguiente con errores de principiante. Su defensa es frágil cuando la presión se acumula y su ataque depende demasiado de destellos aislados. Juegan en casa, sí, pero el Lastras ha dejado de ser un verdadero bastión, demasiadas veces los rivales han salido de aquí con los brazos en alto.

El historial entre ambos no ayuda al ánimo local. Toluca suele imponerse con naturalidad y pocas veces ha permitido que San Luis lo sorprenda. No es casualidad, cuando uno tiene orden y el otro improvisa, el resultado suele estar cantado.

Sin embargo, el fútbol tiene esa manía de burlarse de la lógica. A San Luis le basta un arranque intenso, un gol inesperado o una noche inspirada de su arquero para cambiar el guion. Lo sabe la afición, que se aferra a la esperanza de que, ante el rival más fuerte, el equipo saque la versión que pocas veces aparece.

Hoy no se juega sólo un partido. Para Toluca es la oportunidad de confirmar que su liderazgo no es un accidente. Para San Luis, es el chance de mandar un mensaje claro de que no están condenados a ser comparsa, que pueden competir con cualquiera si deciden hacerlo en serio.

Si San Luis sale tímido, Toluca lo devorará sin esfuerzo. Pero si el local entiende que este es el momento para dar un golpe sobre la mesa, entonces el líder tendrá, por fin, un rival que lo haga sudar. El balón dirá si el Lastras es tumba o resurrección.

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#4 Tiempos

Clásico de la 57: pasión al filo del cuchillo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Hoy se juega en Querétaro el Clásico de la 57, un duelo que siempre viene cargado de tensión, orgullo y, por desgracia, un trasfondo que no se puede ignorar: la sombra de la violencia. Este enfrentamiento no es un simple partido de fútbol, es un espejo incómodo de lo que todavía está pendiente en nuestro balompié.

El recuerdo de la batalla campal entre Querétaro y Atlas sigue vivo. Esa tarde oscura, con imágenes que dieron la vuelta al mundo, dejó claro que la pasión puede convertirse en caos en cuestión de segundos. Y no fue un hecho aislado: en otras ocasiones también hemos visto enfrentamientos en las gradas del Alfonso Lastras, peleas que interrumpieron partidos, además de aquel episodio en Torreón en el que el sonido de las detonaciones generó un pánico colectivo que terminó por vaciar un estadio entero. Lo que debería ser fiesta, demasiadas veces se ha convertido en pesadilla.

El problema no es exclusivo de México. Apenas esta misma semana, en Argentina, un partido internacional quedó marcado por escenas dantescas: aficionados golpeados, perseguidos y obligados a escapar del propio lugar que debería haber sido su refugio. El encuentro tuvo que ser suspendido y la violencia dejó un saldo de heridos, detenidos y un continente entero preguntándose cómo es posible que sigamos repitiendo las mismas historias de siempre.

Con ese telón de fondo se juega hoy este Clásico de la 57. En la cancha, Gallos Blancos y Atlético de San Luis se disputan algo más que tres puntos: se juegan la credibilidad de una rivalidad que merece ser recordada por goles y no por golpes

. La exigencia es doble: para los equipos, que deben entregar un partido digno; y para las tribunas, que están obligadas a demostrar que se puede alentar sin cruzar la línea del salvajismo.

Porque la verdad es dura: si después de lo vivido en Querétaro hace unos años todavía no entendemos, si después de tantas escenas vergonzosas en México seguimos tolerando barras que se comportan como pandillas, entonces lo que pasó en Argentina podría repetirse aquí en cualquier momento.

El Clásico de la 57 debe ser una advertencia. Que la intensidad se quede en la cancha, que la rivalidad se mida en goles, que la pasión no vuelva a confundirse con barbarie. Si hoy la historia vuelve a torcerse hacia el lado equivocado, no habrá espacio para el asombro: sería simplemente la consecuencia de haber aprendido nada.

Este clásico es una puerta: o se abre para dejar pasar el fútbol en su forma más pura, o se entreabre para que se cuele de nuevo la violencia. Y lo que ocurra esta noche dirá mucho más de nosotros como país que de los once contra once que se atrevan a pisar la cancha.

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