SIGAMOS DERECHO.

Después de largas sesiones, jugadas políticas, protestas, e incluso tomas de tribuna, la Cámara de Diputados avaló el dictamen por el que se aprueba la extinción de los fideicomisos de ciencia, deportistas, protección a periodistas, entre otros. El día de hoy no pienso referirme a los fideicomisos ni defenderé la importancia de su permanencia: se ha dicho lo que se tenía que decir y las razones han sido expuestas; los diputados de la facción mayoritaria votaron en bloque —con una muy notable participación del PT, que se apartó de la consigna presidencial— y en este momento la última palabra está en manos de la Cámara de Senadores. Sin embargo, de lo que sí planeo ocuparme en estas líneas es del cierre de mi columna de la semana pasada, en donde realizo un llamado a la ciudadanía a sobrepasar la barrera de la apatía y la desinformación que existe respecto a las actividades que realizan los beneficiarios de los fideicomisos, particularmente los de ciencia y tecnología.

Como mencioné, es de suma importancia que las y los ciudadanos empaticemos con las causas que son de interés público. Sin embargo, esta coyuntura representa también un buen momento para que los centros de investigación realicen un corte de caja y reevalúen el trabajo que se ha hecho y la relevancia que tienen para la sociedad. Con esto no estoy poniendo en duda la importancia que tiene la ciencia en la vida de todos y todas, está de más decir que su valor es incuantificable; sin embargo, sus efectos son difíciles de identificar para una gran parte de la población.

En un primer plano, hay que señalar lo evidente: muy pocas personas saben de la existencia de estos centros de investigación. Pocas personas saben que existen 27 centros públicos de investigación del CONACYT en todo el país, en donde ofrecen programas de licenciatura y de posgrado, y llevan a cabo investigaciones científicas de distintos temas; como El Colegio de San Luis, cuya línea de investigación es la historia y la antropología; o el Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste, dedicado a las ciencias biológicas y al manejo de recursos naturales. Además de los centros del CONACYT, existen también otros centros que pertenecen a distintos órganos de la administración pública, como lo es el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, que tiene siete sedes a lo largo del país. Hace falta que todos estos centros difundan aún más que están ahí para que más personas puedan acceder a esos espacios y le sea más fácil a la población identificar la relevancia que tienen en su entorno.

De igual manera, estos centros de investigación —por lo general— no facilitan el acceso a las investigaciones que producen. Generalmente las investigaciones están publicadas en revistas arbitradas que solamente son leídas por los integrantes del gremio; o en páginas web con diseños enredosos que son poco amigables con los usuarios. Además, los trabajos de investigación suelen estar redactados en un tono y en un lenguaje que son poco comprensibles para el público en general. Claro, existen investigaciones que tienen un carácter muy complejo y especializado que no permiten su difusión de manera amigable, pero impera la necesidad de que la ciudadanía pueda identificar la manera en la que los impuestos —traducidos en presupuesto para los centros de investigación— están trabajando. La ciencia debe ser mucho más visible y que todos tengan acceso a ella. Es de gran importancia avanzar hacia el camino de la “democratización” de la ciencia.

De esta forma, las distancias entre la ciudadanía y la comunidad científica serán cada vez más cortas. No existirán razones para no defender a una parte fundamental para la construcción y avance del país, cuando se vea puesta en peligro por las agendas de los políticos que la llaman, por ejemplo, “ciencia neoliberal” o “ciencia neoporfirista”. La crítica debe de estar siempre fundada, y los ejercicios de autocrítica deben ser, también, más frecuentes. Sin embargo, de lo que no queda duda es de que la ciencia importa mucho; sin apellidos; y al alcance de todos. 

También lee: “Jusílalos y luego ‘viriguas”… o no | Víctor Meade C.