#4 Tiempos
Anatomía del secuestro | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Se habla de secuestro cuando una persona, contra su voluntad, es arrebatada de su ámbito vital para no ser devuelta a él más que a cambio de cierta suma de dinero. Ahora bien, esta suma, por lo demás, suele ser siempre grande: llega a tener tantos unos y ceros –el lenguaje binario en su máxima expresión- que al hombre de la calle le resulta imposible imaginarla.
El secuestro se diferencia del rapto en que este último puede no estar motivado por la obtención rápida de dinero, en tanto que aquél, por el contrario, casi siempre lo está. Como se sabe, una de las más antiguas modalidades del matrimonio fue el llamado «matrimonio por rapto». Cuando un hombre trepaba a una mujer a la grupa de su cabalgadura y la sacaba –con violencia o sin ella- de la influencia familiar, de la casa paterna, dicha mujer era considerada entonces esposa legítima del raptor.
Dirá usted, tal vez, que era ésta una manera demasiado cavernícola de contraer matrimonio; no obstante, durante siglos y siglos tal fue el modo de casarse más practicado. Para no ir tan lejos, recuérdese que fue gracias a uno de estos raptos amorosos que dio inicio la llamada cultura occidental, cuando Helena –contra su voluntad o con ella: esto se halla todavía en discusión- fue raptada por Paris, según se cuenta en La Ilíada.
¿Modalidad cavernícola? Acaso sí, aunque no tanto, sobre todo si se piensa que la luna de miel de nuestros días no es otra cosa que la pervivencia del antiguo rapto mediante el cual el hombre se llevaba a la mujer a tierras lejanas para disfrutar de su amor sin ningún tipo de intervenciones paternas, recomendaciones maternas o imponderables del mismo estilo. ¿La luna de miel es entonces un rapto? Sí, señor: un rapto verdadero, aunque disfrazado de hermosa tradición. Un rapto con fecha fijada de liberación.
Al rapto por amor le sigue el rapto político. ¿Se puede hablar de secuestro cuando ciertos adversarios ideológicos «arrebatan de su ámbito vital» a un hombre para hacerlo ceder en sus posturas intelectuales u obligarlo a firmar documentos de gran importancia para la vida social? El lenguaje cotidiano dice que no. El secuestro, propiamente dicho, tiene que ver de manera directa -ya lo dijimos pero volvemos a decirlo ahora- con el dinero.
-¿Cómo fue?
Ésta es la pregunta que todos hacemos a quien nos llega con la triste noticia de que un individuo ha sido secuestrado, para luego agregar:
-¿Y cuánto piden?
Como si nos quedara c laro qué era lo que buscaban exactamente los delincuentes al hacer lo que hicieron.
–Diez millones -oímos que responde nuestro interlocutor.
¿Diez millones? No nos imaginamos la cantidad: tal conjunción de ceros no entra en nuestra cabeza. Ni siquiera nos es posible concebir una cifra semejante. No obstante, es verdad: diez millones (de pesos, de dólares o de euros, lo mismo da) es lo que exigen los secuestradores para devolver a su víctima a su hábitat natural, a su vida cotidiana. Y en este punto surge una pregunta: ¿tanto vale entonces nuestra vida cotidiana?
Es posible que la víctima sufriera de migrañas continuas, o que incluso estuviera afectada por un asma bronquial nada fácil de sobrellevar; que sufriera de continuas depresiones o que padeciera sencillamente del corazón. Esto es algo que no importa y que los criminales ni siquiera se preguntan. No dicen, por ejemplo:
-¿Aceptarán sus familiares darnos la cantidad que pedimos? Pues este hombre, a lo que se ve, no está muy sano que digamos. ¡Bien a las claras se nota que la muerte, desde hace tiempo, no le quita el ojo de encima!
No, nada de esto se preguntan los secuestradores, sino que dicen con plena seguridad:
-Tu vida de siempre a cambio de diez millones.
Es decir: «Tu asma, tu bronquitis, tu pastilla para los nervios a cambio de esa suma. ¿De acuerdo?». Y tanto la víctima como sus familiares responden unánimes:
-De acuerdo.
¿Habíamos caído en la cuenta del gran valor de nuestra vida cotidiana, de nuestra existencia tal y como la hemos vivido hasta el día de hoy, con sus molestias y sus incomodidades, con sus grandes frustraciones y sus pequeñas alegrías? En ocasiones nos quejamos de ella diciendo que es aburrida, insípida, monótona y absurda. ¡Pero cuánto daríamos por volverla a tener cuando alguien amenaza con quitárnosla, o nos la quita de hecho!
Justo cuando está a punto de morir, el rey Berenguer, personaje inolvidable del teatro de Eugène Ionesco (1912-1994), reconoce:
«¡Ah, la vida!… Echas a andar, tomas una cesta, vas a hacer las compras. Sacas el portamonedas, pagas, te dan el vuelto. En el mercado hay alimentos de todos los colores: lechugas verdes, cerezas rojas, uvas doradas, berenjenas violetas… ¡todo el arcoíris! Extraordinario, increíble. Un cuento de hadas… También es hermoso aburrirse, y encolerizarse, y no encolerizarse, y estar descontento, y estar contento, y resignarse, y protestar. Se agita uno, y hablas y te hablan, tocas y te tocan. Una magia todo ello, una fiesta continua»…
Pero el rey se muere y ahora lamenta no haber asistido nunca a esa fiesta cotidiana de la que, sin embargo, todos los días recibió –sin atenderla- una discreta invitación.
¡Qué lástima que sean los secuestradores, esos criminales, quienes nos den la noticia del valor inapreciable de nuestra vida, esa vida que en ocasiones vivimos con desgano e incluso maldiciéndola!
¡Qué lástima que sea gracias a estos rufianes que podemos entrever cómo se puede ser feliz sin saberlo, cómo lo somos sin que se lo digamos a nadie y a veces ni notándolo nosotros mismos!
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#4 Tiempos
La semana y sus brincos | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Brincar de la herida social causada por el asesinato de Jorge Dávila Ramírez el fin de semana pasado, al sigilo bobo en el manejo del madruguete para destituir (porque así fue) a Teresa Rivera como concejal de Villa de Pozos y la inmediata designación de Paty Aradillas y rematar con el salto a la noticia del pago del adeudo a la UASLP por parte de gobierno, es como jugar rayuela y ruleta rusa al mismo tiempo.
Entre salto y salto, también vivimos la aprobación de una iniciativa poco socializada y polémica sobre la regulación de la IA, que genera más preguntas e inquietudes que certezas.
Pero repasemos los brincos, en el primer caso, en el del homicidio de Jorge Dávila, hubo un giro inesperado que fue confirmado apenas hoy por la titular de la Fiscalía.
Se respaldó la versión que La Orquesta comunicó a su Culto Público desde el lunes pasado por la noche.
Jorge no iba caminando por una calle solitaria, silbando y soñando con su prometedor futuro cuando dos maleantes encapuchados le salieron al paso y le dijeron “las llaves o la vida” y le dispararon. No, definitivamente no fue así pero así nos lo dibujaron e hicieron creer las primeras versiones.
Jorge acudió al llamado de una solicitud de ayuda (uno ayuda a quien conoce y estima, lo que reafirma que era además un buen ciudadano y buen hombre).
Aquí el “blackout” o el vacío que han de llenar las investigaciones: No se sabe en qué momento se suben (y pongo énfasis que adelante explico) a su auto dos desconocidos.
Por la zona de los Filtros se detienen y le dan un disparo, su acompañante sale corriendo calle abajo y llega a la esquina de Río Papaloapan y Río Nazas.
Minutos después, como se observa en videos en poder de la Fiscalía, y de acuerdo a la declaración de la testigo clave interrogada el lunes por la tarde noche, Jorge llega herido a la misma esquina por su propio pié y se desploma en los brazos de su hasta ahora desconocida acompañante.
El énfasis que hago en que se subieron dos desconocidos es porque la circunstancia es particularmente extraña, pues de acuerdo a los datos de robo de vehículos y hasta para el sentido común, cuando los ladrones despojan a sus víctimas de un automóvil, lo “ba-jan” del carro, no se “su-ben” al mismo.
El silencio de la Fiscalía y los pocos avances (aunque apenas mañana se cumplirá una semana) han abierto espacio a todo tipo de especulaciones, y la multiplicación de versiones, lo que es cierto es que la historia original creada en el imaginario público dista de ser la verdad y lo más importante, la exigencia de la comunidad estudiantil por la indignación ante la muerte de su compañero, se suma a las exigencias de una marcha de “batas blancas” organizada por personal de centros de salud que saldrán a las calles para reclamar mejores condiciones de trabajo, material, equipo y personal.
El caso de Jorge Dávila se sigue escribiendo y los renglones cada día se tuercen más, la memoria del joven pasante no merece impunidad ni opacidad, la actuación de la autoridad además de pronta y eficaz, debe ser clara y transparente con la opinión pública.
Nuevo turno: saltemos en un pié en la rayuela semanal, para dar un brinco al tonto manejo, y bobo sigilo con el que el Congreso manejó la salida de Teresa Rivera, que para los términos y fundamentos legales que usaron los legisladores para designar a una nueva presidenta concejal, pues se podría decir que Tere Rivera no renunció… la destituyeron.
Digo lo anterior porque aunque la filtración de la renuncia firmada por la hoy defenestrada Rivera Acevedo, tiene sello de recepción por parte del Congreso del 11 de noviembre, no obstante, el documento en sí mismo no tiene fecha de elaboración, solamente dice al calce la leyenda: “a la fecha de su presentación”.
Preguntando (porque si no pregunto me da comezón en lugares que me da pena comentar aquí) me soltaron que la renuncia fue redactada y firmada el día que tomó el cargo, es decir, ya la tenían lista desde mucho antes para que, en caso de ser necesario, simplemente usarla y así dejar fuera a Rivera a conveniencia pues de quien la designó.
Pues fue necesario. Desde hace meses se sabía que ni para su equipo ni para sus compañeros de la cúpula Tere era bien vista ni recibida, pues el cargo además de que le quedó grande, estimuló demasiado su ego, altivez y prepotencia. Ya no la aguantaban en pocas palabras.
Tras la “filtración” bobalicona de la renuncia así como de la convocatoria de Héctor Serrano para la sesión de la Comisión de Gobernación del jueves, misma en la que se daría entrada a la renuncia y al mismo tiempo se designaría nueva presidenta concejal, pues se concretó lo que muchos habían adelantado: Sale Tere, entra Paty.
¿Por qué? Porque el legislativo manda y -hay que decir- dejó rebasados por mucho a los concejales inconformes. La Ley Orgánica del Municipio Libre no aplicó porque son un Concejo no emanado de la voluntad popular sino por designación legislativa y punto.
Los concejales se vieron, por decir lo menos, lentos, desorganizados, desarticulados y de plano pazguatos.
Al legislativo, lo absorbió la habilidad del presidente de la Jucopo y la Comisión de Gobernación, Héctor Serrano, que ya tenía planchada la operación y la ejecutó.
El municipio bebé cambia de mamá nodriza.
¿Se interpondrán controversias por parte de los concejales? Ganas si tienen, pero dudo que las lleven a cabo. No tienen equipo jurídico, recursos, unidad y para acabar pronto el peso político suficiente. Que mal, pero así es.
Último brinco al diez con voltereta mortal en la semana rayuelésca: El pago de la deuda a la Universidad es un hecho y es cuestión de trámites bancarios para que se refleje en las cuentas universitarias como lo anunció La Orquesta desde la tarde de ayer jueves.
No se ustedes, Culto Público, pero el que esto escribe nunca ha transferido 208 millones de pesos, ni me han transferido 208 millones de pesos (que debe ser lindo) pero por sentido común, tal como lo aceptó el rector en una entrevista hace un rato este viernes, pues no es una cantidad que saques del cajero o que mandes por transferencia desde tu teléfono.
Lo que afirmé ayer, sobre el trámite en curso para que se reflejen los recursos para la uni, tanto como la reunión pactada para el lunes entre el ejecutivo y el rector están confirmadas por los mismos autores.
Aún así, hay voces universitarias que piensan que la nota en primicia en la que adelantamos lo anterior fue un invento, que fue producto de la imaginación de quien esto escribe y que si cae el depósito en el transcurso del día (yo di de 24 a 48 horas) y si se reúnen el lunes ambos personajes, será producto de la suerte, y de puritíta casualidad y no por los casi 28 años que llevo dedicándome al periodismo.
En fin, eso no es importante.
Para la UASLP, como para Santo Tomás “hasta no ver, no creer” y quizás tengan razón en la desconfianza.
Aunque lo adelantado se ha cumplido, hasta que tengan la ficha de deposito certificada por el Banco de México (y seguro la filtren a sus consentidos) la UASLP aceptará que les pagaron y que sus “ojalás” fueron escuchados.
Asunto también de poca importancia.
Lo verdaderamente relevante es que la comunidad, maestros, administrativos, funcionarios y jubilados podrán estar tranquilos y seguramente el paro de actividades no será necesario.
Lo verdaderamente relevante es que ganó la responsabilidad institucional después de muchos vaivenes declarativos e interpretaciones equivocadas del convenio y anexo de pagos convertido en compromiso para el gobierno estatal, mismo que estará cumpliendo.
El lunes se confirmarán las cosas y seguro se aprovechará para que, en la Ley de egresos gubernamental que tienen que entregar a mas tardar el 20 de noviembre, no se vuelva a cometer el error de contemplar menos recursos que los que firmen con la federación para que en 2026 no se tengan diferencias.
Si todas y todos somos la UASLP y todas y todos somos SLP, pues ganamos todos. “Ojalá que así sea”.
Llegamos al 10 de un “avioncito” o rayuela, dibujada no con gis, sino con sangre, sudor y lágrimas.
A compañeros, dueños de medios y directores de información que me mandaron comentarios de reconocimiento y todos alentadores: Muchas gracias. A veces el periodismo da satisfacciones, a veces es canalla. Abrazo a todos.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña
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#4 Tiempos
La incansable divulgadora del conocimiento, Ikram Antaki | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hace cincuenta años llegaba a México una siria recién graduada de doctora en etnología en la Universidad de París VII, y fincaría su actividad profesional en este país nacionalizándose mexicana y realizando diversas actividades relacionadas con su área de interés convirtiéndose en una de las intelectuales mexicanas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en México; Ikram Antaki que había nacido en Damasco en 1947 en el seno de una familia de juristas y humanistas.
Su madre estudió la literatura rusa del siglo XIX y su abuelo que fuera el último gobernador de Antioquía, salvó a miles de armenios del exterminio en 1915, durante el asedio otomano. En 1969 viajó a Europa y siguiendo la vena familiar estudiaría literatura comparada, antropología social y el doctorado en etnología del mundo árabe.
En 1975 abandonó Francia para venir a México; Antaki narra su decisión que tomó abriendo un compás sobre el mapamundi y, siguiendo una línea horizontal imaginaría paralela al Ecuador, determinó que México era el país más lejano a Siria, “era el fin del mundo” un lugar que ella quería conocer. Al poco tiempo nacería su hijo y formaba así una familia mexicana e iniciaba su intenso trabajo intelectual.
Ikram se dedicaría a la docencia, el ensayo, el periodismo y la radio, convirtiéndose en una de las más importantes divulgadoras del conocimiento, encajando de manera natural en la vieja tradición mexicana en divulgación de la ciencia, donde caben de manera conjunta todas las disciplinas y que inciden en el ámbito cultural.
Escribió alrededor de veintinueve libros y agradecía a sus lectores “el deseo de saber”. Libros que proyectó su creación desde los ocho años y que guiarían sus intensas lecturas de obras literarias y de ensayo. Dejó en borrador muchos otros escritos de sus ambiciosos proyectos de divulgación.
Ikram Antaki, se definía a si misma: “Ahora me proclamo, de manera un poco simple, conservadora, aunque de hecho no es exactamente así; en la práctica sigo la frase de Averroes: ‘sean renovadores en todo lo que se refiere a la ciencia y el pensamiento, sean conservadores en lo que se refiere a los asuntos de los hombres’”.
Al morir en la Ciudad de México en el año 2000, Ikram Antaki estaba completamente dedicada a cumplir con la meta más ambiciosa de su vida: “He descubierto, en este país, que soy un ‘buen maestro’, no solo ‘un buen escritor’, alguien que sabe algunas cosas y que no las quiere guardar, sino compartir”.
Además de la escritura, a la que considera resguardadora de la memoria ante la memoria de la información mediática que es frágil, tuvo un importante papel en medios audiovisuales colaborando en los canales oficiales, once y trece , y en numerosos programas de radio y conduciendo los propios, como fueron los célebres: el Banquete de Platón y el Ágora.
Los interesados en adentrarse al mundo de la divulgación científica, sobre todo cuando no existen instituciones formadoras para ello, pueden recurrir a las obras de Ikram Antaki y aleccionarse con sus narrativas llenas de información y basadas en el pensamiento crítico, como trabajos de síntesis del pensamiento y que traspasan los campos de la especialidad uniendo de manera natural la ciencia y el humanismo y su responsabilidad con la sociedad.
Su programa El Banquete de Platón, ha sido base de varios de sus escritos donde recoge lo tratado en el programa. En especial el libro, mas que recomendado, que lleva como título, simplemente: Ciencia, editado por Penguin en su colección De Bolsillo, no puede faltar en la lectura de quienes se interesan por el pensamiento y conocimiento desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad.
Escrito en forma rigurosa y fácilmente asimilable, ayuda al lector a tener una idea rápida y actualizada de la naturaleza humana, el origen de las lenguas, las razas, el racismo, la inteligencia, la genética, el principio del universo, el tiempo, el cerebro y la descorazonada aventura de la modernidad científica que venció el oscurantismo.
Como le decía Ikram Antaki: “El merito de su parte (refiriéndose al lector), está en el hermoso y agradecible deseo de saber. El mérito, de mi parte, está, en la tentativa de síntesis”.
Recordamos así a una extraordinaria mujer que tomó a México como su casa y que contribuyó a la educación del pueblo con base en la divulgación y educación no formal, a través de sus libros y programas audiovisuales, convirtiéndose en una importante divulgadora del conocimiento en México.
También lee: El surcador de los cielos potosinos, Alfonso Ledezma Zavala | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
-¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?
¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!
Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?
Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.
Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».
¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…
El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.
Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:
-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.
Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.
El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.
Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!
Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.
«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!
Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».
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