junio 8, 2025

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#4 Tiempos

Municipio Pozos ¿a cambio de qué? | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

En esta semana la vida pública potosina dio satisfacción temporal a sus incertidumbres y lo hizo rápido, como lo que duran tres cuartos de parpadeo.

La delimitación del polígono del ahora pre-municipio de Pozos, y seguir los pasos para conseguir que lo sea, fue causa y efecto para generar y aliviar tensiones, fundar esperanzas, y vislumbrar tableros.

(Sobre todo electorales porque, seamos honestos, las ganas de los habitantes de la delegación en ocaso, aunque legítimas…son lo de menos)

Es miércoles 7 de junio y son casi las tres de la tarde. El legislador Rene Oyarvide zanja a paso veloz la garita para entrar en palacio de gobierno con el anuncio que deja como estela de plena identificación a los poli-porteros palaciegos: “soy diputado”.

Bajo su mano un engargolado de esos de los de 60×40 que, no es difícil imaginar, contiene los planos del polígono dorado.

Se entiende el apuro de entregar los planos y tampoco es complicado saber el destino que llevaban los mismos.

Minutos antes, en comisiones unidas del congreso, se votó por unanimidad, el “sí” rotundo para que desde el pleno se solicite al Ceepac ejecutar el plebiscito y procedimientos de rigor para, antes de octubre, San Luis cuente con 59 municipios.

El sí legislativo fue casi mágico: muy de pronto y en tonada de qué casualidad, todas las fuerzas políticas, sobre todo las de supuesta oposición, salieron a declarar estar a favor (y jurar siempre haber estado) de la metamorfosis delegacional-municipal poceña.

Le confieso, Culto Público que el extraño cambio, el giro y las señales a partir del “mágico sí”, me hizo recordar el piecito (iré al infierno) y la canción de Jenni Rivera, esa de “¿A cambio de qué?” que mientras la tarareo me pregunto: ¿Qué paso entonces durante los ¾ de parpadeo?

Para contestar hay que saber que el martes a medio día la presidenta del PAN, Verónica Rodríguez, sostuvo a una reunión en privado con el alcalde capitalino Enrique Galindo y los temas que discutieron no fueron ni gastronómicos ni climáticos. Las preguntas fueron directas y se dejó claro que, sin Galindo, el PAN tiene apuntados por lo menos cinco gallos (por cierto si alguien conoce a David Azuara Zúñiga, que me lo presente) y necesitan respuestas.

Hay que saber también que Enrique se reunió hace muy poco con sus compañeros del PRI para responder los mismos temas y calmar mas o menos las mismas ansias ahora que Sara Rocha, aliada más cercana de Alito Moreno Cárdenas tiene las riendas tricoloridas.

Otra pista para la respuesta está en enterarse que no fue hasta ayer jueves que el secretario general de gobierno, Guadalupe Torres Sánchez, recibió al alcalde capitalino después de la “tensión José de Galvez” (obra compartida entre Estado y municipio, pero que inauguró solo el gobernador en un evento que estratégicamente se omitió de la agenda pública del mandatario).

Sabiendo esto, lo que pasó de acuerdo a algunos cálculos personalísimos pero también con los testimonios de fuentes muy cercanos a lo ocurrido, fue que en esta semana se configuró un escenario –insisto- solo uno de tantos posibles detonado ni más ni menos que por el tema Pozos:

El alcalde Galindo dejó ver a los panistas la posibilidad de no buscar la reelección para abrirles el camino a que sea un candidato blanquiazul de origen el que busque la alcaldía el año que viene.

A los priistas concede, Edmundo Torrescano incluído, el manejo temporal del partido y lo poquito que le resta, pero con ambos institutos (PRI y PAN) acuerda llevar mano para apuntarse al senado de la república, apostando a entrar prácticamente en automático aún cuando quedara en la primera minoría.

De ahí el milagro: Todos de acuerdo con la municipalización y a decirlo fuerte.

Para poner de su parte y aprovechar lo que parecen acomodos tempranos, Xavier Azuara, se desiste de la candidatura al senado y mejor repite en la diputación federal, al mismo tiempo apoya a un tal David que tiene sus mismos apellidos a la alcaldía, pero también apunta en la lista federal pluri a Rubén Guajardo (hábil responsable de la pausa dramática en las comisiones para que se dieran todos los acuerdos que relato) que sin obsesiones por la alcaldía, sigue su rumbo y hasta se le promete convidar regidores y posiciones en caso de triunfo (nada fuera de lo común)

En la negociación, Verónica Rodríguez está dispuesta incluso a no ser la número uno de la lista pluri a la diputación local, pero tiene para escoger formula femenina al senado con Galindo. (Nada mal)

En la otra esquina, pero del mismo barrio, en el parpadeo poceño el todavía panista Juan Francisco Aguilar obtiene tener en la bolsa la aprobación de su iniciativa para reducir a 90 días el plazo de separación del cargo como diputado para buscar ser magistrado en el poder judicial, y lo será.

Octavio Pedroza gana la oportunidad de no competir contra su ex compañero de “Combo” y en una de esas, con la bendición nacional y todas las consideraciones de Marko Cortés, logre su objetivo: regresar a la vida pública potosina, aunque enfrente a Azuara…(de eso ganas le sobran)

Dato adicional: José Luis Fernández “Chiquis” del verde, operador clave del Sí mágico y el “Pozos va”, fue el primero en subir las escaleras de palacio la tarde de este miércoles con la medalla en alto de la “misión cumplida” y si todo sigue su camino, Pozos necesitará alcalde…

Las 23 mil firmas de apoyo a la municipalización, por cierto, tienen nombre y apellido y estuvieron a punto de ir a exigir al legislativo su legitimo sentir para convertirse ya, antes de octubre, en municipio.

Brinco a tema nacional a propósito: si la consulta de Morena para elegir candidato presidencial es abierta…¿le caería mal a cualquier candidato unas 23 mil firmas potosinas más las que se sumen? (Hay que recordar que Manuel Velazco del PVEM ya dio pasito para participar también en la medición)

En este escenario tem-po-ral (requete insisto) Enrique Galindo libera presión, juega del lado del gobernador Gallardo (autor intelectual de la municipalización de Pozos) se ponen mejores condiciones para transitar los próximos 360 días que faltan para la elección, y de cualquier manera Galindo se apunta como aspirante a la gubernatura del estado dentro de tres años.

Pero nada está firmado con sangre Culto Público, las circunstancias cambian todavía más rápido que los parpadeos y duran los escenarios lo mismo que dura el sonido de un golpe de pandero.

Con lo ocurrido en estos días en SLP, solamente confirmo que en el ejercicio de la política es una cualidad indispensable el saber administrar incertidumbres e intentar en las negociaciones hacer pensar al de enfrente que será quien reirá mejor al último del refrán.

Por cierto ¿hablábamos de Pozos verdad?

En San Luis Potosí se han ganado gubernaturas con menos votos de los que sumarían Pozos como municipio junto con los de Soledad de Graciano Sánchez. (Ojo: la senaduría es prácticamente una elección gubernamental).

Si a eso se le añade que, si fuera el caso de que Galindo decida no estar en la ecuación municipal, el verde en la capital estaría compitiendo contra una alianza debilitada y muy probablemente con candidato de origen panista y desconocido.

No hay que ser ni muy atinado entonces para avizorar los resultados.

Entonces… Sí, si era importante avanzar en convertir la delegación de la barbacoa de borrego dominguero en el municipio cinco nueve.

Hijos de mi viernes aunque sea de vez en cuando nos leemos hasta la próxima.

Atentamente,
Jorge Saldaña.

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#4 Tiempos

De una semifinal al viernes botanero | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

No cabe duda de que quiero y mucho a este equipo, San Luis ha sido y siempre seguirá siendo el dueño de mi pasión, mis ganas y mis (falsas) esperanzas. Cualquier equipo de mi ciudad merece mi cariño.

Parece increíble que hace apenas unos meses, San Luis era un extraño protagonista en esta liga MX, San Luis estaba en una semifinal, a 45 minutos de hacer historia y colarse hasta a una Concachampions, lastimosamente el resultado en Monterrey nos dejó solo con las ganas de soñar con la final y del torneo internacional, ya ni hablamos.

San Luis fue un buen equipo, jugando bien, siendo invicto en casa y con muchísima suerte, terminó dentro de los 6 primeros, un equipo al que daba gusto verlo jugar, sobre todo en el Lastras, el equipo que históricamente más puntos entregó en una temporada, ese equipo que brilló, el mismo equipo que la campaña pasada, dejó de lucir y perdió rápidamente el invicto de local.

El torneo que recién terminó, fue uno triste para San Luis, jugadores y afición sufrieron, la directiva tuvo que salir a dar la cara y el cuerpo técnico decidió hacerse a un lado, San Luis era una caricatura.

Estamos en el comienzo de una nueva pretemporada, si bien el equipo conserva la base con la que ha venido jugando, ha llegado un nuevo cuerpo técnico, Guillermo Abascal es un entrenador con mucha experiencia aún con su corta edad para el puesto,

esto no siempre habla bien de un técnico, los entrenadores que rotan de equipo, normalmente lo hacen por malos resultados. Hay que esperar, el beneficio de la duda, lo tiene.

Por otro lado faltará conocer a los refuerzos, el equipo ha liberado plazas de extranjero y los nacionales también tendrán que aportar, la conformación del cuadro es muy importante para los planes del entrenador, más si tomamos en cuenta que está desde el inicio de la pretemporada.

En fin, de jugar una semifinal, ha estar considerados en muchas jornadas como un equipo de los viernes por la noche, espero y añoro que esta sea una buena temporada otra vez, ojalá volvamos a estar dentro de los finalistas, y dejemos de ser un equipo del montón… ojalá.

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Irantza Goytia, brillante estudiante potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Irantza Aleixa Goytia Hernández, jovencita de Tamazunchale, acaba de graduarse en Inglaterra en el nivel medio superior, como parte de su carrera de formación que iniciara en Tamazunchale y que siguiera por el camino de la educación extraescolar, aprovechando los espacios de participación educativa y formativos para niños y jóvenes en el campo de la recreación científica.

En Tamazunchale, la Dra. Pilar Suárez impulsó el programa Expociencias que está dirigido a niños y jóvenes donde desarrollan y defienden un proyecto científico en áreas de las ciencias y las humanidades desde el jardín de niños hasta preparatoria. En este programa Irantza participaría cuando estudiaba la primaria obteniendo uno de los primeros lugares lo que le permitiría representar a San Luis Potosí en Expociencias Nacional, donde a su vez logró acreditaciones para representar a México en concursos internacionales que forman parte del Movimiento Internacional para el Recreo Científico y Técnico, el MILSET.

En Tamazunchale, también participaría en el programa Niñas en la Ciencia que coordina la propia Dra. Suárez. Este programa es un programa internacional de niñas y mujeres haciendo ciencia. Estos espacios fueron detonantes para el reconocimiento al talento de niños y jóvenes en el que destacaría Irantza Aleixa. Desde primero de primaria participó en Expociencias, ganando en dos ocasiones veces a nivel nacional e internacional. Ha participado en diferentes concursos locales. Como la niña presidenta de Tamazunchale, al igual que en foros internacionales sobre STEM.

En uno de los eventos internacionales le ofrecieron una beca para estudiar en Reino Unido, cuando estudiaba bachillerato en el CBTIS 187 de Tamazunchale; en Inglaterra volvió a comenzar sus estudios de bachillerato de donde se ha graduado en Gales Reino Unido en el en el UWC (Colegios del Mundo Unido) Atlantic. La ceremonia donde recibió sus estudios de Bachillerato Internacional, fue presidida por el director, Naheed Bardai estando presente el Primer Ministro de Gales, Eluned Morgan. En esa ceremonia también se graduó Sofía Borbón Ortiz, hija de los reyes de España.

El buen éxito en sus estudios en Reino Unido le permite poder acceder a otra beca para realizar sus estudios profesionales en Inglaterra; Irantza tiene planes también de estudiar en Estados Unidos, aunque la situación actual para estudiantes mexicanos en Estados Unidos no es muy prometedora por la política de Donald Trump.

Irantza Aleixa Goytia Hernández, fue estudiante de la escuela primaria pública Rafael Ramírez Castañeda, de Tamazunchale, entonces, desarrolló un proyecto que se llama “Conociendo la naranja”, el cual propone que el aceite de la piel de esta fruta, conocido como limoneno puede ayudar a degradar el unicel, que normalmente tarda cientos de años.

Mostró este trabajo en la Expociencias Tamazunchale, obteniendo su acreditación para participar en la Expociencias San Luis Potosí, después, en Expociencias Nacional efectuada en Morelia, donde su proyecto fue considerado de los 50 más interesantes de su categoría y, por tanto, fue invitada a participar en la Feria de la Ciencia y la Tecnología en Paraguay.

Por esta vía a participado en las Ferias de Chile y Brasil representando al estado y al país; ya tuvo otras participaciones con proyectos en las Expociencias de Paraguay 2019, Perú 2019, Chile 2020, Guatemala 2021, Chile 2022, Brasil 2023. En 2019 le fue otorgado el Premio Estatal de la Juventud. El encauzamiento de formación no formal que permiten este tipo de programas ha sido aliciente para que Irantza pueda tener esa experiencia internacional que ha ayudado a su formación aprovechando el talento que ha exhibido. Los espacios de participación en Tamazunchale han sido fundamentales y siguen apoyando a niños y jóvenes de la Región Huasteca Sur.

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La Habana que vive en Mérida (yo sé que volverás) | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Es difícil decirles que no a algunas mujeres. Basta una inflexión en la voz, un destello felino en los ojos, y uno se queda desarmado. Aquella noche, en Mérida, yo estaba cansado no solo de la jornada, sino del mes entero.  El calor del día —una asfixia que oscilaba entre los 38 y 40 grados— había cedido al fin un poco: la luna ofrecía una clemencia que el sol había olvidado. Los tejados coloniales invitaban a dar un paseo.

Ante el acumulado laboral y sus desgastes tuve a bien hacer lo mejor que uno puede hacer en algunas circunstancias: olvidarse de todo y rascarle al día los últimos minutos, con dignidad, porque mañana —ya lo sabes— será otro campo de batalla. No visitaba Yucatán desde que era un bebé, así que debía salir y escarbar algún gramo de historia. Me lo debía, me debía la búsqueda de una grieta. Una ciudad como Mérida no puede reducirse al trabajo. Tenía que salir.

Una breve investigación me reveló la existencia de una cantina: La negrita, la más antigua de Mérida. Buen nombre. Estaba a pocas cuadras del hotel en el que me hospedaba y eso bastó. Salí con la intención de tomar lo que fuera, comer algo sencillo, y luego dormir sin (tantos) remordimientos.

Caminé por la calle 62 en el Centro Histórico de Mérida, en horas en las que ya había bajado el bullicio. La gente andaba sin prisa, las vitrinas mostraban guayaberas bordadas, arte y diseño local; mucho objeto enfocado en turistas que no corresponderán tal amor y que solo le verán el lado kitsch. Las calandrias con sus pobres caballos ya no esperaran a nadie.

Iba firme rumbo a La negrita, cuando a una cuadra y media topé con el jardín de una casona: mesas desperdigadas bajo un árbol enorme, luces tenues como de un antiguo parque y el murmullo prometedor de algo que todavía no empieza. Me detuve a mirar. Fue entonces cuando apareció ella. Una joven de acento cubano, sonrisa amplia y esos ojos de quien sabe convencer sin apurar (el tipo de persona que cautiva no porque imponga nada o levante la voz, sino precisamente porque no lo hace). «Buenas noches, pásele», dijo. «Hoy tenemos un trío con boleros en vivo. Comienza a partir de las diez».

Le agradecí, pero seguía firme con mi plan. No quería comprometerme. Sin embargo, aquella muchacha era muy gentil. Y atractiva, con ese brío que alumbra a las mujeres en sus veintes y que al cabo de un tiempo se disipa para no volver jamás. «Ande, venga, se la pasará muy bien. No me diga que no».

Ella era una de esas mujeres a las que es complicado decirles que no. «Vuelvo más tarde», le dije. «Tengo un compromiso con alguien», agregué, sin precisar que me refería a La negrita.

No era un mal plan. Podía beber algo en el otro sitio, tal vez comer algo y regresar después a la casona para los boleros.  Al mismo tiempo no estaba del todo convencido. No sería la primera promesa que el viento se llevara consigo. Ya se vería.

La Negrita era distinta a lo que esperaba. Había imaginado una cantina tradicional: uno de esos tugurios perdidos en el tiempo con ventiladores un aspa rota, mesas de madera raspada, y en el que un grupo de ancianos juega dominó y bebe tragos lentos en el afán de arañar alguna memoria. Y no. Aquello era otra cosa. Un sitio grande, con luces neón colgadas como frutas eléctricas, gente de todas las edades moviéndose al ritmo de un grupo en vivo que disparaba ráfagas de cumbia, salsa y alegría.

Me senté en la barra. El calor había vuelto para apretar los labios, así que pedí una cuba servida en una copa de un litro, como si la sed del Caribe tuviera medida. Luego, animado por el ambiente y la seguidilla de temas ofrecidos por el conjunto que alumbraba el escenario, y para no desentonar, me aventuré con una bebida que no acostumbro: un mojito, igual de generoso, que apuré cuando me avisaron que el lugar cerraba a las diez. Lo lamenté, aquel era un lugar magnífico para quedarse encerrado.

Los meseros eran atentos, veloces, con un ritmo que mezclaba profesionalismo y picardía. Uno de ellos me susurró que si quería seguir la fiesta había un sitio con más música, mezcal y mujeres que iría más allá de la medianoche y que todos —él, sus compañeros, varios clientes, quizás hasta los músicos— acabarían allá. Lo descarté. Yo ya venía agotado. Solo quería volver al hotel y envolverme en el aire acondicionado cual si fuera un chapuzón en la alberca.

Aunque ya se sabe, a veces cuando uno se rinde surgen otros planes. Al regresar por la calle 62, antes de doblar hacia el hotel, escuché el eco de un bolero flotando en el aire. Y ahí estaba de nuevo la casona, como si me estuviera esperando para cumplir la promesa que hice a la muchacha cubana que ahí reapareció.

—Estoy de vuelta para tomarme algo con ustedes —le dije—. Creo que llegué a tiempo.

Me sonrió con un gesto sin sorpresa. No soy el primero al que convence.

Entré. Me senté frente al grupo Trío Ensueño que tocaba los boleros. Detrás de mí, dos parejas cuchicheaban sobre sus andanzas de juventud. A mi derecha, un hombre mayor compartía mesa con dos mujeres cubanas que le flanqueaban. Para alguien que mirara de fuera podíamos pasar por nighthawks del Caribe.

La gerente del lugar, una mujer rubia, se acercó a ofrecer la carta. Le pedí un cóctel. Me miró con una mueca de disculpa: el bartender no había venido y ella no sabía preparar bebidas. Tendría que conformarme con una cerveza, a menos que pidiera algo muy simple. Vamos, le dije, creo que usted puede ayudarme. Qué le parece un gin tonic. Solo ponga ginebra en un vaso y complete con agua tónica. Échele un chorrito de limón. Nada más. Está bien, lo intentaré, dijo, como si le propusiera una travesura.

El acento de la mujer rubia también era cubano. Parecía que había aterrizado en una versión paralela de La Habana, esa que vive oculta en el centro de Mérida. Yo encantado. Todo terminó de encajar cuando vi el nombre del lugar en el menú: Bodeguita del Centro.

Al cabo de un rato, llegó el gin tonic. Fresco, bien logrado. La amable gerente me preguntó, con cierta duda en la voz:

—¿Qué tal le pareció?

—Usted tiene una mano con tino. Le dije que lo lograría.

Asintió con la dulzura que caracterizaba a aquel local, una calidez que no estaba en la decoración ni en la carta, sino en las personas. En ella, en la hostess, en otro mesero que me explicó los platillos, en los músicos que me saludaron al llegar como si fuera un viejo cliente. Me sentí en casa, aunque estuviera tan lejos de ella, aunque no la tuviera ya.

Los boleros seguían desfilando sobre el aire tibio del lugar. El Trío Ensueño desgranaba joyas una tras otra: «Usted», «Sin ti», «Bésame mucho», «Noche, no te vayas», «La gloria eres tú». En un impulso íntimo, grabé un fragmento de esta última y lo envié por video a una persona buena, que estaba a cientos de kilómetros, a modo de carta.

Luego vinieron las complacencias. Una para cada mesa, como si cada cliente trajera una herida secreta que necesitara una canción para sobrellevar en paz. Cuando llegó mi turno, pedí «La barca». Esa melodía que, como siempre, me llevó al sentimiento de añoranza que caracteriza a este tema.

Dicen que la distancia es el olvido
Pero yo no concibo esa razón
Porque yo seguiré siendo el cautivo
De los caprichos de tu corazón

[…]

Hoy mi playa se viste de amargura
Porque tu barca tiene que partir
A cruzar otros mares de locura
Cuida que no naufrague en tu vivir…

 

Terminé conmovido por la música, por el momento. De tanto en tanto intercambiaba miradas cómplices con el hombre de la mesa de al lado y sus acompañantes, quienes también conocían a fondo esas melodías. Seguí pidiendo de beber.

En una ida al baño noté que era tarde y que al día siguiente tendría que madrugar. El lugar, además, empezaba a cerrar. Hay sitios de los que uno no quiere irse, pero de los que es mejor marcharse a prisa, antes de que lleguen los guardias y apaguen las luces o cualquier imprevisto arruine el recuerdo.

Antes de irme, el hombre de la mesa de al lado se acercó.

—Noté que le gustan las canciones Luis Miguel —me dijo.

—Mucho —respondí, sin saber a dónde iba.

—Déjeme presentarme. Soy escritor. Yo escribí la letra de una canción que quizá usted ha escuchado alguna vez.

—¿Sí? ¿Cuál?

—«Yo sé que volverás», de Luis Miguel. Me llamo Luis Pérez Sabido. Mucho gusto.

 

Me costaba creerlo. Había escuchado esa letra docenas de veces (musicalizada por Armando Manzanero) sin imaginar que un día coincidiría con su autor en un rincón de Mérida, del que pude haberme perdido de haber cedido a la abulia.

—Es un honor —le dije—. Me encantaría mantener contacto con usted, pero me he quedado sin tarjetas.
—No importa. Vuelve aquí. Suelo venir los jueves de boleros.
—Está bien, volveré.

Al salir, saludé a los músicos que ya charlaban con una cerveza en las mesas del jardín delantero. Agradecí tambaleante a la dueña por el gin tonic improbable y, sobre todo, a la hostess, que aquella noche me había abierto la puerta no solo a un gran lugar, sino de algo más profundo: la historia que había salido a buscar.

—Yo estaba perdido antes de verte —le dije—. Y esta noche me has hecho feliz.

Ella sonrió comprensiva ante mi ridículo.

Volví caminando al hotel con el espíritu renovado, recordando una antigua verdad que había olvidado entre correos electrónicos y obligaciones. Lo importante de la vida está allá afuera, escondido en guaridas donde aún suena la música, donde alguien se sienta a conversar sin mirar la hora, donde una desconocida te cambia la ruta con un guiño.

También está en las viejas costumbres: leer, escribir, dejarse tocar por una canción. Me prometí volver a aquella Bodeguita del Centro… y también a eso que más me gusta de la vida. Que nada destruya nuestros amores. Ni los que ya fueron ni los que están por venir.

 

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