mayo 7, 2024

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#4 Tiempos

Respeto al destino | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Siempre que me toca asistir a una pareja de jóvenes que se casan, a la hora del sermón les hago evocar el día en que se conocieron. ¿Qué día fue ese, de qué mes y año? Es claro que las más de las veces estos despistados no recuerdan la fecha exacta, pero es raro que se olviden de todo lo demás. ¿Fue en una fiesta o en una reunión de trabajo? Y si fue en una fiesta, ¿cómo llegaron a ella, por invitación de quién? ¿O fue más bien en la escuela, a la hora del recreo, o incluso en el salón de clases?.

Cuando los que están a unos minutos de contraer matrimonio piensan en estas cosas, casi siempre se enternecen a tal punto que los ojos comienzan a brillarles. «¡Ah –parecen exclamar cada uno por su lado o viéndose el uno al otro-, qué suerte haber conocido a esta persona con la que pronto me uniré para siempre!».

Después les hago ver que, de haberse buscado, jamás se habrían encontrado. Abandonados a sus propios recursos no hubieran hecho otra cosa que jugar a las escondidas: uno habría caminado por una calle, y el otro por otra, como dos líneas perfectamente paralelas que nunca llegan a tocarse. Pero por fortuna existe la Providencia y ha sido ella la que provocó lo que ninguno de los dos, por sí mismo, hubiera podido producir. Fue Dios, el Señor de la vida, el que los hizo coincidir, luego conocerse y finalmente amarse. Ahora bien, ¿qué se deduce de todo ello? Que si ha sido Él quien provocó el encuentro y el amor, Él bendecirá con mucho gusto su unión.

Por último, suelo pedirles que den gracias a este Dios maravilloso que con tanta puntería los llevó el uno hacia el otro, y que hagan todo lo posible para que lo que Él ha querido no lo dejen de querer ellos cuando la rutina los canse y el cansancio los venza.

Lo que me propongo al decirles estas cosas es hacerles ver que su amor es un misterio que tiene su origen en el querer divino y que como tal deberá ser siempre tratado, es decir, con respeto y reverencia. Si en el nacimiento de todo amor ha intervenido Dios, si ha sido gracias a Él que estos dos seres han llegado a amarse, entonces hay que quitarse las sandalias y caminar despacio porque la tierra que pisan es sagrada.

En más de una ocasión, cuando he tenido que hablar con esposos a punto del divorcio, me he dado cuenta de que cuando éstos evocan los tiempos y las circunstancias en las que se conocieron, así como los lugares que frecuentaron, los conflictos se suavizan y la tensión aminora. Hay quienes –me consta- han superado sus conflictos yéndose a hospedar al mismo hotel y en la misma habitación en la que se hospedaron veinte años atrás, durante su luna de miel, o volviendo a bailar las canciones que les gustaban cuando eran jóvenes y andaban de novios. ¡Qué misterioso es el poder del recuerdo! Una pareja amiga mía, cuando las cosas andan mal y se descubren concibiendo ideas separatistas, corren inmediatamente al parque en el que se conocieron y en el que, a hurtadillas, se dieron su primer beso. ¡Santo remedio!

Todo esto viene a cuento porque hace poco, leyendo un libro de Thomas Moore quedé gratamente sorprendido al leer en una de sus páginas la siguiente expresión que de moderna no tiene nana: respeto al destino. ¡Cómo! ¿Por fin alguien se atrevía a hablar de este modo?

¿Cómo era posible semejante expresión en una época que sólo cree en la soberanía de la libertad? Este autor, psicólogo de profesión, aunque muy poco ortodoxo, dice que, cuando en un matrimonio las dificultades se multiplican, los cónyuges deberían aprender el arte del respeto al destino. «Debemos respetar –dice- el espíritu inexorable que nos reunió en un principio. Desde el punto de vista del alma, nada ocurre por casualidad. El sino que rodea los comienzos de una relación profunda sugiere una intencionalidad incomprensible para las personas implicadas».

Este respeto al destino –continúa Moore- puede y debe convertirse en un elemento fundamental de la espiritualidad de la pareja. Y sólo entonces «a partir de ahí la relación se puede cimentar sobre una base que no es del todo humana, sobre un fundamento de roca más firme que nada de lo que pueda crear el ingenio humano».

Cuando caemos en la cuenta de que no fue el azar el que nos hizo encontrarnos con este ser particular, sino la Providencia –sigue diciendo Moore- sólo entonces podemos crear una intimidad más honda y crear lazos prácticamente indestructibles.

El día de su ordenación, casi todo sacerdote piensa –y lo digo con conocimiento de causa- en cómo Dios lo fue llevando hasta ese día sin que él supiera cómo. Toda su historia personal es leída entonces por él en clave de llamada, de vocación, de misión. «¡Cómo fue necesario –dice para sus adentros mientras se postra en el suelo a la hora de la letanía- que sucediera esto y lo otro para que hoy yo estuviera aquí!». De este modo el sacerdote, que se sabe llamado por Dios, ya no tan fácilmente, después, renunciará a ser lo que es.

Pues bien, eso es lo que deberían pensar también los esposos, pues su vocación es tan sagrada como lo es la sacerdotal. Desde la perspectiva del respeto al destino todo se vuelve más luminoso. «Dios lo quiso así»: he aquí un pensamiento capaz de hacernos vencer cualquier tentación por grande que sea. Un conocido mío –esposo intachable- era literalmente perseguido por una mujer hasta que éste le dijo con comprensión y amabilidad:

-Mira, de haberte conocido diez años antes, tal vez habría habido algo grande y bello entre nosotros. Pero yo ya estoy casado, y esto quiere decir que llegaste tarde a mi vida. Y si llegaste tarde es porque no estabas destinada a mí. ¡De haber querido Dios que hubiera algo entre tú y yo, Él habría provocado el encuentro en el momento en que amarnos no hubiera sido pecar!

¡Ah, si todos los esposos pudieran hablar de la misma manera! Bien, esto es lo que quiere decir, ya en la práctica, ese respeto al destino sin el cual todo se vuelve nebuloso, caótico y problemático.

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#4 Tiempos

Elsa Chavira, nueva integrante titular de la Academia de Ingeniería de México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Elsa Chavira Martínez hija del célebre astrónomo Enrique Chavira que laboraba en el Observatorio de Tonantzintla en Puebla, fue distinguida con su ingreso a la Academia de Ingeniería de México siendo parte del cuatro por ciento de mujeres que pertenecen a distinguida academia mexicana. En ceremonia protocolaria se concretó su ingreso con la conferencia: Diseño, desarrollo y construcción de fotoceldas de calidad espacial con tecnología mexicana, que es una de sus importantes aportaciones a la ingeniería mexicana.

Elsa Chavira fue mi compañera en estudios de maestría en física del estado sólido en la entonces Universidad Autónoma de Puebla, hoy Benemérita, siendo una de las primeras mujeres en estudiar un posgrado en física en el país, y en universidad de provincia sería la primera en hacerlo. Su vocación fue impulsada en seno familiar con el apoyo de su madre y la orientación de su padre que compartía la vista de los cielos con sus hijas las cuales seguirían carreras científicas; en el caso de Elsa Chavira en el ámbito de la física al estudiar esa carrera en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Puebla y posteriormente la maestría en el entonces Departamento de Física del Estado Sólido del Instituto de Ciencias de la Universidad poblana, hoy Instituto de Física “Luis Rivera Terrazas”.

Su relación con San Luis se enfoca en el apoyo al programa de construcción y lanzamientos de cohetes Cabo Tuna del que es una entusiasta promotora, al igual que en la construcción del primer robot pianista mexicano conocido como Don Cuco el Guapo el cual tiene orígenes potosinos, y que fuera construido en Puebla con tecnología mexicana como caracterizaba los programas de desarrollo de prototipos biomédicos y dispositivos electrónicos implementados en la Universidad Autónoma de Puebla y de los cuales el desarrollo de celdas fotovoltáicas de calidad espacial son un ejemplo; desarrollo en el cual participaría directamente Elsa Chavira construyendo esas celdas por primera vez en México. La calidad espacial significa su uso en el espacio exterior, para lo cual deben de cumplir con propiedades mecánicas y eléctricas muy superiores a las de uso terrestre que le permitan resistir las radiaciones y vibraciones a las que son expuestas.

Elsa Chavira obtuvo su doctorado en Ingeniería Biomédica en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla y desarrolla su trabajo de ingeniería en las áreas de la salud, la electrónica y materiales, entre otros aspectos, por ejemplo el desarrollo de neuro prótesis. Su labor académica la ha realizado en su alma mater la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Su ingreso a la Academia de Ingeniería México, lo dedica a sus padres que le apoyaron a formarse en la ciencia, situación complicada en su época deformación en la sociedad mexicana, por lo que el ambiente familiar sería un apoyo por demás importante.

La observación del cielo junto a su padre Enrique Chavira en el observatorio de Tonantzintla, ya transformado en el Instituto Nacional de Astrofísica Óptica y Electrónica (INAOE), sería uno de sus momentos inspiradores y privilegiados. Enrique Chavira trasciende en el mundo de la astronomía al llevar su nombre varios objetos astronómicos, entre ellos el cometa Haro-Chavira, que es el único cometa que ostenta nombres de astrónomos mexicanos al ser descubierto en la década de los cincuenta por Guillermo Haro y Enrique Chavira en ese Observatorio Nacional de Tonantzintla.

Su labor académica ha sido importante para la ciencia e ingeniería mexicana, variada y de calidad teniendo contribuciones en física de superficies materiales semiconductores, crecimiento de silicio monocristalino, microelectrónica y ha diseñado diversos circuitos integrados protegidos contra radiación cósmica, celdas fotovoltaicas en el proyecto de desarrollo del que sería el primer satélite mexicano SATEX I, en el ámbito de la robótica y la ingeniería espacial, así como en ingeniería biomédica, desarrollando diversos sistemas microelectrónicos, bioquímicos y biomédicos. Ha sido merecedora de varios premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio de la Academia Mexicana de cirugía y Aparato Digestivo.

Felicitamos a Elsa Chavira Martínez por su ingreso a la Academia de Ingeniería de México que por cierto es presidida por una mujer la Dra. Mónica Barrera Rivera.

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Un tiempo para lo que te anima | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

El escritor británico Patrick Leigh Fermor mantuvo una costumbre sagrada hasta poco antes de su muerte. Cada día, pasadas las ocho de la noche, interrumpía lo que estuviera haciendo y se encaminaba a la bandeja de licores que había en la sala de su casa en Kardamili, Grecia (o el equivalente del lugar en donde estuviera), y se servía un trago. A este ritual lo llamaba Drink time. Una pausa dedicada a paladear lo que tuviera por antojo: vino, un coctel, algún aperitivo. Lo mismo aplicaba a la una y media de la tarde. Era el oasis de su travesía por la bohemia que disfrutaba sobre todo en compañía. Le encantaba tener invitados con los cuales charlar, una cadena de palabras que iniciaba con un ¿qué vamos a beber hoy?

Daban igual las tribulaciones, las urgencias, la mengua en su salud. No fue un autor prolífico, aunque sí meticuloso y esmerado. Los plazos de entrega impuestos por los editores quedaban relegados cuando tenía que cumplir con la obligación de su propio placer. Descorchar una botella y desligarse del yugo de la cotidianidad. Sorbos para adentrarse más y más en la vida contemplativa. Hallarse a gusto consigo mismo y las amistades. ¿Cómo está eso de que el trabajo te dignifica?

El ocio es un lujo por el que vale la pena luchar. No todos tienen las posibilidades que Patrick Leigh Fermor tuvo, pero incluso él tuvo que entregarse por completo para alcanzar tal estado. Era, después de todo, un soldado, un guerrero que se volvió célebre por su participación en la Segunda Guerra Mundial, particularmente en la resistencia cretense. Ahí logró una auténtica hazaña: junto a un pequeño equipo logró capturar al general alemán que tenía asolada a la isla.

Para erigirse como héroe del propio espíritu no hay que ir tan lejos. Basta con dedicar al menos una hora de cada día para nosotros mismos, para salvar la parte más genuina de las entrañas, aquella que no se somete ni doblega, esa que no tiene que estar a merced de un sistema que quiebra los sueños a cambio de ofrecer escasas gotas de supervivencia.

En ocasiones, uno tiende a olvidarlo. El trabajo, los estudios, la rutina, son esfuerzos que uno se hace para llegar a ese punto en el que uno puede hacer al fin lo que se anhela

. Cruel como es, la responsabilidad no se conforma y tiende a consumirlo todo. De pronto ya no queda tiempo para recreo alguno. La refriega se vuelve la dominadora de cada jornada y el poco tiempo libre apenas y alcanza para desplomarse en la cama en busca de descanso. Molerse a uno mismo para pagar las facturas, una horrible costumbre.

Maldito sea todo aquello que nos aleja de la pasión, de las canciones y de las charlas bajo las velas. Menos alboroto en la plaza pública: el gran acto contestario ocurre en la intimidad, sin que nadie lo vea, cuando te olvidas del teléfono por un rato, cuando echas los pendientes por la borda e ignoras la urgencia que no cambiará al mundo, cuando decides regalarte cinco minutos para hacer lo que te anima. Cuando dejas de ser un esclavo de tu época.

En el caso de Patrick Leigh Fermor era una copa y la conversación. Para ti puede ser otra cosa, lo que sea. La hora del té, ver una película, pasear a tu perro. Leer una historieta, echar un chapuzón, cocinar un pastel, caminar de la mano con tu amada, escribir un verso que nadie más mira. Nunca renuncies a eso. Dale un portazo a las responsabilidades que pretenden acabar con lo mejor que posees, lo improductivo.

La fórmula le funcionó a Patrick Leigh Fermor. Vivió casi cien años. Como él mismo llegó a decir, lo trivial enciende los fusibles de la memoria. Toca, toca por los viejos tiempos y sírvete un trago.

 

Contacto:

Twitter: @Bigmaud

Correo: [email protected]

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El peor torneo de la historia | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Los torneos cortos en el futbol mexicano han traído cambios interesantes en la estadística, desde un sin fin de campeones, tres bicampeonatos (Pumas, León y Atlas) así como muchos títulos de goleo.

Pero la cosa no termina ahí, vale la pena voltear al fondo de la tabla para revisar los peores equipos en los torneos cortos.

El peor equipo de cada torneo, lo tendremos que buscar en la parte baja de la tabla, y aún así, nos tenemos que ir con equipos que sumaron cuando mucho 10 puntos al finalizar el certamen. Por ejemplo Tijuana que en el Clausura 2020, terminó con 9 puntos, pero recordemos que en ese torneo, no se completaron las fechas por la pandemia.

El primer equipo en tener esa marca fue Veracruz, que en el Invierno 96 termina el campeonato con solo 9 puntos. Posteriormente, en el Invierno 98, dos equipos compartieron el último lugar, Toros Neza y Puebla, cerraron la competencia con tan solo 8 unidades.

Del lado de los de casa, San Luis firmó su peor torneo corto en el Apertura 2022, cuando solo pudo hacer 9 puntos después de cumplirse las fechas.

Querétaro ha finalizado dos veces como el peor equipo del torneo, el Apertura 2003 y el Apertura 2012, logró solo 7 puntos.

El ya mencionado Puebla ostenta dos récords en este rubro, el primero es el de haber terminado también dos torneos como último, el Invierno 98 con 8 puntos y el presente Clausura 2024 con solo 5, mismos que le dan el galardón del peor equipo de la historia de los torneos cortos.

Por su parte, el Veracruz, es el equipo que más veces ha quedado en último lugar, con tres ocasiones, en el Invierno 96 cerró con 10 unidades, el Apertura 2019 sumó solo 8 puntos y el Clausura 2019 el equipo del puerto había logrado 6 puntos en la cancha, pero le fueron retirados en la mesa sancionados por FIFA, con lo que a pesar de tener 6 unidades, cerraron el torneo con 0 y desafiliación.

En fin, mucho podemos hablar de la calidad del torneo mexicano, podríamos llamarlo competitividad o torneo mediocre, pero lo que no nos debe quedar duda es que en este Clausura 2024, Puebla firmó el peor torneo corto de la historia del futbol mexicano.

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Opinión