#4 Tiempos
Sobre la muerte | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Para un cristiano, morir es nacer; para él, el llanto que sale de la cama de los moribundos se parece mucho a los sollozos de las criaturas apenas nacidas.
¿Quiere el bebé salir del mundo uterino, en el que se encontraba hasta hace poco bastante bien, para venir a dar a este mundo hostil en el que se trabaja y se suda? No, no quiere: si por él fuera, se quedaría para siempre en el vientre de su madre. Y, sin embargo, ese paraíso tiene fecha de caducidad: bajo ninguna circunstancia debe quedarse en él más de los nueve meses de rigor, pues de lo contrario morirá; entonces el paraíso se le convertirá en infierno y el edén en una cámara de gas… Nacer, para él, es una de las formas del morir: un trauma verdadero, según dicen los que saben. Pero no muere: únicamente nace.
Cuando el bebé salió del vientre de la madre, pensó que de verdad moriría: una mano fría como un cuchillo lo expulsaba del paraíso sin que él supiera qué había hecho para merecer tal castigo. Pero cuando crezca, haya vivido y salga de este mundo, lo mismo pensará. Sin embargo, tampoco entonces muere, sino que nace: lo que sucede es que ahora ha sido expulsado del vientre de este mundo.
«Me preguntan a menudo lo que pienso de la muerte –confesó una vez a un periodista el cardenal Godfried Daneels, arzobispo de Bruselas-. Mi respuesta es siempre la misma: morir es nacer. El niño que se encuentra aún en el seno de la madre no tiene el menor deseo de abandonarlo: en él se siente feliz y seguro. Pero cuando llega el momento de nacer, se ve expulsado de este lugar protector. Lanza un grito de angustia. Sin embargo, poco a poco irá descubriendo los colores y oyendo los sonidos, aprenderá a hablar, a gatear, a correr. Pronto no tendrá ya ningún deseo de volver al seno de su madre, pues habrá descubierto un universo más rico. Lo mismo ocurrirá en el momento de nuestra muerte. No querremos morir, no tendremos ningún deseo de abandonar un mundo familiar que, después de todo, apreciamos. A menos que no dispongamos ya de todas nuestras facultades físicas y mentales, nuestro organismo se negará a morir. Pero envejeceremos y llegará el día en que seremos arrancados de esta existencia. En cuanto nos encontremos en el otro mundo, descubriremos un universo increíblemente más rico en sonidos y colores, un universo en el que el amor reina como señor, en el que la palabra y el pensamiento son muchísimo más profundos que todo lo que hemos conocido hasta ese momento: entonces no tendremos el menor deseo de dar marcha atrás. Por eso nunca ha vuelto nadie de ese mundo nuevo» (Guido van Hooff, Entretiens avec le Cardinal Daneels)
Sí, así debe ser, en efecto. «Por eso nunca nadie ha vuelto de ese mundo nuevo», como nadie ha vuelto jamás –ni lo haría, aunque pudiera- al vientre de su madre. ¿Para qué, si este nuevo mundo no es tan tenebroso, después de todo?
¿Para qué, si la vida es ahora mucho más rica y luminosa que antes? ¡Después de todo, de su estancia en el vientre no recuerda muchas cosas que digamos! Era feliz, sí, pero no le consta: la suya era entonces una felicidad que nada sabía de sí misma.
Hace poco leí en un libro una parábola que hablaba del nacimiento y de la muerte, y me gustó tanto que no me resisto a la tentación de transcribirla aquí; es una parábola, como puede verse, bastante moderna:
«Un día, las celulitas de la cavidad uterina materna vieron aterrizar algo así como una pequeña nave espacial que se adhirió a la pared cerca de ellas. Había descendido por las trompas de Falopio un huevo fecundado. Durante meses, las celulitas vieron desarrollarse una criatura, tomar forma, palpitar y comenzar a flotar en aquel espacio. Se encariñaron con ella. Pero, hete aquí que, de pronto, se agita todo: un terremoto, unas convulsiones y contracciones, unas corrientes de agua…, y aquella criaturita, con la que se habían encariñado, se les escapa por un túnel oscuro. La sujetan para retenerla, pero alguna fuerza parece tirar desde fuera. Al fin se les escapa y se cierra la salida o entrada de aquel túnel. Aquellas celulitas se quedaron solas y tristes en el interior del seno, llorando por la criatura desaparecida. Se pusieron a organizar un funeral por su muerte, pero les molestaban los ruidos que venían del exterior. No sabían que allá fuera se estaba celebrando con júbilo el nacimiento» (Juan Masiá Clavel, S.J., Respirar y caminar. Ejercicios espirituales en reposo).
Como las celulitas, lloramos por lo que se ha ido, por lo que hemos perdido, sin saber que al otro lado, en la casa de Dios, se está organizando una fiesta por el hijo que acaba de nacer para la eternidad.
Y, ahora, ¿por qué no emprender una breve excursión al Oriente lejano en busca de lo que el Concilio Vaticano II llamó las semillas del Verbo? ¡Ah, la sabiduría ancestral también afirmaba que vivir es nacer! Tomemos como botón de muestra un viejo libro de Chuang Dsi, el filósofo chino, titulado El verdadero libro del país meridional de las flores. ¿Lo conoce usted? Pues bien, si abre usted el volumen por la mitad, se encontrará al instante con estos dos apólogos maravillosos:
«¿Cómo puedo saber que el que odia a la muerte no se parece al niño que había equivocado el camino e ignoraba que volvía a casa?
«Gi de Li era hija del guardia de frontera de Ai. Cuando el príncipe de Dsin acababa de desposarla, ella lloró amargamente y las lágrimas humedecieron sus vestidos. Mas luego, cuando llegó al palacio real y se convirtió en compañera del monarca, se arrepintió de sus lágrimas. ¿Cómo puedo saber si los muertos no se arrepienten de su lucha anterior por la existencia?».
Sí, ¿cómo saberlo?, ¿cómo saber si morir no es únicamente regresar? ¿Cómo saber si, ante la muerte, sería preferible reír a entristecerse? En efecto, ¿cómo saberlo?
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#4 Tiempos
Verano futbolero | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Apesar de los pesares, el verano futbolero arranca este fin de semana.
Tanto el mundial de clubes, como la Copa Oro, se jugarán en el territorio de los Estados Unidos, algo que bajo otro panorama sería lo ideal, un país multicultural, con una infraestructura increíble y fortaleza económica como para poder generar ingresos sobrevalorados, todo estaría bien, si no hubiera problemas sociopolíticos en Norteamérica.
Las recientes políticas han comprometido las entradas a los estadios y con esto un posible golpe comercial a las proyecciones de FIFA. Pero pasando al punto netamente deportivo, que al fin es lo que importa para esta sección, las cosas suenan muy interesantes.
Por un lado tenemos el nuevo experimento mundial, juntar a algunos de los clubes más importantes del mundo, en un torneo que buscará enfrentarlos con sus mejores jugadores en búsqueda de un gran premio económico, todos los equipos presentarán lo mejor que tienen y es probable que conforme avancen en el torneo su nivel tenga que aumentar, cuando los equipos que solo van a participar queden fuera, y se cierre contra los verdaderos rivales. Un torneo que levanta expectativas y que promete buenos juegos, sobre todo cuando clubes europeos salten a las canchas con sus figuras mundiales.
A la par de este torneo, se jugará el evento principal de CONCACAF. Si bien la región es tal vez la más olvidada del planeta, y sus selecciones fuertes no pasan por un buen momento, es notable voltear a ver a la zona y su torneo insignia a un año antes del mundial. Administrativamente, vamos a poder ver algunos estadios que serán sede de la Copa del Mundo 2026, así como los preparativos para ciertas ciudades que recibirán afición y participantes. Por lo futbolístico, vale la pena resaltar el mal momento que vive la selección de los Estados Unidos, un equipo que llega con 4 partidos sin ganar y que busca levantar cabeza con Mauricio Pochettino, quien de hacer un mal torneo seguramente se despedirá por ahora de sus posibilidades de dirigir un mundial. Del lado de México, el Vasco Aguirre tiene que demostrar que su equipo puede levantar la cara a un año de la copa. La obligación de campeonar en la Copa Oro sigue siendo imperante, así como desplegar un buen fútbol ante rivales que parecen a modo.
El resto de las selecciones piensan más en su posible clasificación al mundial y tomarán la participación como partidos de preparación ante lo que viene para el cierre del 2025.
Dos torneos interesantes, un mes lleno de futbol y equipos que disputarán en una de las próximas sedes mundialistas. Atentos con el país del norte, y que la política y lo social no sean impedimento para por lo menos distraer un poco de lo verdaderamente importante, sin perder por completo la atención. Que arranque ya el verano futbolero.
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#4 Tiempos
Alcalde Mayor de San Luis, primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Antes que nada, felicito a los compañeros reporteros de La Orquesta que se hicieron merecedores del Premio Estatal de Periodismo 2025, Bernardo Vera, Ana G. Silva, Fermín Saldaña y Sayd Sauceda, reflejo de su profesionalismo y compromiso comunicacional.
Juan Camacho Gayna que naciera en 1653 en el Puerto de Santa María en Andalucía España, y viniera a Nueva España con el séquito del Marqués de la Laguna que vino como Virrey a Nueva España, ocupó el cargo de Alcalde Mayor de San Luis Potosí, se considera el primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz.
Español avecindado en San Luis, fue gobernador en el Puerto de Santa María de 1689 a 1692 a su partida de tierras potosinas.
Ostentando el título de Capitán y Caballero de la Orden de Santiago, en 1680, llegó en el sequito de Tomás Antonio de la Cerda y Aragón marqués de La Laguna y Conde de Paredes, quien le confiaría la encomienda de ser su mayordomo, caballerizo y capitán de guardias.
Cuatro meses después de su llegada, el 20 de septiembre de 1680 tendría el título de Alcalde Mayor de San Luis Potosí y teniente de capitán general de esta ciudad y fronteras chichimecas, nombrado por el rey Carlos II. El 20 de diciembre de 1680 se llevaría a cabo la que sería primera reunión de un ayuntamiento con su cabildo; Camacho Gayna ocuparía ese puesto al menos durante cinco años. Lo sustituiría en 1685 Juan Bautista Ansaldo de Peralta como Alcalde Mayor de San Luis Potosí, yendo a la Ciudad de México donde radicó hasta 1687 antes de regresar a España.
La Inundación Castálida se la dedica Sor Juana a la Virreina Condesa de Paredes que se volvió eje de la vida sentimental de Sor Juana.
La Inundación Castálida apareció en Madrid en 1689 con el título:
“Inundación Castálida de la única poetisa, musa décima, Soror Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el Monasterio de San Jerónimo de la Imperial Ciudad de México. Que en varios metros, idiomas y estilos fertiliza varios asuntos con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos; para enseñanza, recreo y admiración. Dedicados a la Excelma. Señora, D. María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, y los saca a la luz D. Juan Camacho Gayna, Caballero de la Orden de Santiago, Mayordomo y Caballerizo que fue de su Excelencia. Gobernador actual de la Ciudad de Puerto de Santa María. Con privilegio. En Madrid por Juan García Infanzón, año de 1689”.
Se reeditó al siguiente año “corregida y mejorada por la autora” con el título Poemas de la única poetisa americana, musa décima…. Sacados a la luz por Juan Camacho Gayna, que constituyó el tomo primero de los tres que forman las ‘obras’ de Sor Juana. Este tomo fue impreso en Madrid en 1690 y reimpreso en Barcelona en 1691, Zaragoza y Sevilla en 1692.
El papel de editor consiste en el trabajo intelectual para preparar los originales del libro, así como el que pone el dinero necesario para la publicación. Una de las evidencias para asegurar que Gayna es el editor, pues Octavio Paz lo pone en duda, es la “Suma del privilegio” que aparece en las páginas preliminares de la obra que dice: “Tiene privilegio D. Juan Camacho Gayna, Caballero de la orden de Santiago, para poder imprimir un libro intitulado ’Varios poemas castellanos de Soror Juana Inés de la Cruz’, por un tiempo de diez años, como más largamente consta de su original, despachado en el Oficio de Manuel Mojica, Escribano de Cámara del Consejo Real. Dado en Madrid en 18 de Septiembre de 1689”.
Camacho Gayna debió ser hombre de cierta cultura. Dados los diversos cargos que desempeñó en España y en Nueva España bajo tres virreyes, sus cartas están escritas con soltura y propiedad.
Durante cinco años fue Alcalde de San Luis, conoció y trató a Sor Juana. El nombre del Alcalde Mayor de San Luis Potosí, quedó vinculado para siempre al de la Fénix de México y Décima Musa, máxima poetisa de nuestra lengua o fácilmente del orbe como lo asegura Peñalosa y lo ratifica Francisco de la Maza, potosino estudioso de la obra de Sor Juana, y del historiador Dr. Alfonso Martínez.
También lee: Irantza Goytia, brillante estudiante potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
El administrador astuto | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
«Un hombre rico tenía un administrador y le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu gestión porque quedas despedido”» (Lucas 16, 1-15).
Cuando Jesús contó esta parábola nada dijo de cómo recibió el administrador tan mala noticia. ¿Retrocedió espantado?, ¿sintió que el piso se movía bajo sus pies como un tapete?, ¿intentó defenderse o ya por lo menos justificarse? Nada de esto sabemos; lo que sí sabemos, en cambio, es que más bien se puso a hacer cálculos en su interior, diciendo:
«-¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, haya quien me reciba en su casa!».
El foco, como se dice, se le había prendido. Pero, ¿qué era eso? Quiero decir, ¿qué fue se le ocurrió para que ahora que estaba desempleado no le faltara por lo menos un mendrugo de pan y un vaso de agua fresca? En realidad, algo muy ingenioso y sutil: como aún no había rendido el informe que le exigía su amo, todavía era tiempo de alterar ciertos papeles… Y esto es lo que hizo:
«Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo y preguntó al primero:
»-¿Cuánto debes a mi patrón?».
La pregunta, por supuesto, era retórica, pues los documentos los tenía él en su mano y a la vista, y bien escrito estaba en ellos el monto de la deuda; lo que quería, más bien, era causar en su interlocutor un cierto impacto difícil de olvidar.
«-Cien barriles de aceite –respondió el deudor, que aún no sabía muy bien de qué iba la cosa.
»-Aquí está tu recibo; date prisa, siéntate y escribe: cincuenta».
Ya podemos imaginar el gozo con el que éste hizo lo que el administrador le pedía. ¡Le estaba perdonando nada menos que la mitad de la deuda! Es como si yo debiera al banco 100.000 pesos y de pronto el gerente me mandara llamar para decirme, guiñándome el ojo, que a partir de ahora no debo más que 50.000. ¿No era esto como para ponerse a gritar de alegría e invitarle un café en el restaurante más elegante de la ciudad?
El administrador mandó llamar al segundo deudor y le hizo la misma pregunta que al primero:
«-¿Cuánto debes a mi patrón?
»-Cien costales de trigo –dijo éste a su vez.
»-Aquí está tu recibo: escribe ochenta».
Y así hizo con todos los otros. Si de cualquier manera lo iban a despedir; mejor dicho, si ya estaba despedido, ¿qué perdía haciendo lo que hizo? ¡No perdía nada! Todo lo contrario: se jugó la última carta y había ganado, porque estos deudores iban a quedar eternamente agradecidos con él. ¡Su vejez estaba asegurada, pues un día lo invitaría uno a su casa a comer, y otro día otro! Ya no tendría que mendigar ni que andar por las calles del pueblo extendiendo la mano en busca de un pedazo de pan… Se retiraba, por decir así, con la cabeza levantada y pisando fuerte.
¡Qué hombre más inteligente! Jesús mismo no pudo menos de alabar su ingenio. ¡Cómo, antes de ser despedido, supo hacerse amigos que después ya no lo dejarían solo! «Por eso les digo yo –concluyó el Maestro-: con el dinero, tan lleno de injusticia, gánense amigos para que, cando esto se acabe, los reciban en las moradas eternas».
Con esta sencilla historia, Jesús ha querido responder a estas dos preguntas que, si no fueran eternas, creeríamos que son banales «¿Para qué sirve el dinero?, ¿para qué sirve el poder?». Y su respuesta es: para que te hagas todos los amigos que puedas: sólo para eso. ¿Eres rico? Hazte amigos. ¿Eres poderoso, ocupas un cargo de cierta importancia? Hazte amigos igualmente.
Hay quienes, al tomar posesión de un cargo, empiezan a ver a los demás mortales como a hormigas (¡tan encumbrados se sienten ocupando su flamante escritorio de caoba!). Bien, que se anden con cuidado, porque no siempre estarán ahí, porque la rueda de la fortuna gira y gira y no es nada seguro que los que están arriba permanezcan en la cumbre eternamente. Sí, la fortuna es una rueda que no deja de girar: los que hace poco estaban abajo, resulta que ahora están arriba, y si no los trataste bien cuando tenías la sartén por el mango, como se dice, ellos lo recordarán una y otra vez, y ahora será la suya.
Hay quienes piensan que el poder es necesario para enriquecerse, y que el enriquecimiento es ya en sí mismo una forma de poder; en una palabra, que la riqueza y el poder se bastan a sí mismos. Si así es como piensas tú, déjame decirte, lector, que te equivocas. ¡Rompe el círculo! Hoy que la vida te ha favorecido, favorece a los que puedas, porque nada sabes del futuro. Haz como el hombre de la parábola: gánatelos a todos, porque no siempre serás administrador y quizá un día el patrón de turno te mande llamar para decirte:
-Dame cuenta de tu gestión porque estás despedido.
Si esto te dijeran sin que te hubieras hecho amigo de nadie, entonces sí que estarás perdido.
Toda la sabiduría de la vida está en esta sencilla parábola. Hazte amigos ahora que puedes; porque, si no lo haces ahora, quién sabe si lo podrás hacer mañana. «Conoce la ocasión o la oportunidad»: según Pítaco, el filosofo griego, no había conocimiento en el mundo más útil que éste.
Sí, aprovecha la oportunidad, porque mañana, sin que te des cuenta, quizá sea ya demasiado tarde.
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