diciembre 13, 2025

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SLP, quinto lugar con más bebedores diarios

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4.1% de los mayores de edad toman todos los días; entre los 12 y 17 años es el 3.3%

Por Redacción

San Luis Potosí está entre las diez entidades del país con mayores niveles de Consumo diario de alcohol en la población de 12 a 65 años, según datos de la Encuesta Nacional De Consumo De Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat) 2016-2017.

La Encodat 2016-2017 estima que los potosinos de 12 a 65 años tienen un consumo per cápita de 8.5 litros de alcohol puro al año, mientras que el consumo per cápita de las potosinas en este mismo grupo de edad es de 1.68 litros.

El consumo per cápita total de potosinos y potosinas es de 5 litros de alcohol puro.

En la entidad potosina se estima que el 3.9 por ciento de la población entre 12 y 65 años, consumen alcohol diariamente, mientras que el 7.9 por ciento de la población son consumidores consuetudinarios, es decir, consumidores habituales o reincidentes.

El mayor porcentaje de consumo diario de alcohol entre la población de este grupo de edad se registra en Nuevo León, donde el 4.7 por ciento de la población entre los 12 y los 65 años consume alcohol diariamente. Le siguen Coahuila, donde el hábito diario en el consumo de bebidas embriagantes alcanza al 4.6 por ciento de la población; Michoacán y Durango con 4.4 por ciento; Zacatecas con 4.3 por ciento, Colima con 4.1 por ciento y Querétaro con 4.0 por ciento.

La entidad potosina se ubica en octavo lugar con 3.9 por ciento de consumidores diarios de alcohol entre la población de 12 a 65 años. En noveno y décimo lugar se ubican Quintana Roo con 3.8 por ciento y Aguascalientes con 3.7 por ciento.

A nivel nacional, se estima que el 2.9 por ciento de la población entre los 12 hasta los 65 años, consumen alcohol diariamente.

En el caso de San Luis Potosí, el consumo diario de alcohol se acentúa más entre los hombres, con 6.5 por ciento, mientras que en el caso de las mujeres solo afecta al 1.5 por ciento.

La Encodat 2017 también destaca que en San Luis Potosí, el 3.3 por ciento de los adolescentes entre los 12 y los 17 años beben alcohol todos los días, mientras que el 4.2 por ciento son consumidores consuetudinarios.

Ambos índices están por encima de la media nacional, pues se estima que en todo el país, de la población menor de edad entre los 12 y los 17 años, el 2.6 por ciento son consumidores diarios de alcohol y el 4.1 lo hacen habitualmente.

San Luis Potosí se ubica en el quinto lugar de consumo diario de alcohol entre la población mayor de edad de 18 a 65 años, con 4.1 por ciento. Además el 8.4 por ciento de este grupo de edad son consumidores habituales o consuetudinarios.

A nivel nacional, el porcentaje de mexicanos de 18 a 65 años que beben alcohol todos los días es de 3 por ciento, es decir, San Luis Potosí está por encima de este nivel, solo por debajo de estados como Nuevo León (5.2%), Michoacán (4.9%), Zacatecas (4.4%) y Durango (4.3%).

Aunado a ello, en el 29.6 por ciento de los potosinos entre los 12 y los 65 años de edad, declaró consumo excesivo de alcohol en el último año, mientras que el 17.9 por ciento reportó consumo excesivo en el último mes.

Por su parte, en el grupo de edad de 18 a 65 años, el 32.9 por ciento reconoció consumo excesivo de alcohol en el último año, y el 20.4 por ciento, practicó el consumo excesivo de alcohol en el último mes, previo a la encuesta.



Este porcentaje se acentúa entre la población masculina de 18 a 65 años, donde el 49.1 por ciento, es decir, prácticamente uno de cada dos potosinos mayores de edad, reconoce consumo excesivo de alcohol en el último año, mientras que el 33.7 por ciento reconoce consumo excesivo en el último mes.

Por lo que toca a la población femenina adulta de 18 a 65 años de edad, un 18.3 por ciento de este sector practicó el consumo excesivo de alcohol en el último año, y 8.3 por ciento consumió alcohol en exceso el último mes previo a la medición.

Según la Encodat, el abuso en el consumo de bebidas con alcohol, “es el problema de uso de sustancias más extendido en nuestro país con graves consecuencias sociales y para la salud de la población. El abuso del alcohol se asocia con más de 64 enfermedades y es el principal factor de riesgo para enfermar”. Además el consumo excesivo de alcohol también es la causa de accidentes viales y el detonante de problemas sociales como la violencia familiar.

A nivel nacional, el consumo excesivo de alcohol en el último mes previo a la encuesta incrementó entre 2011 y 2016, al pasar de 12.3 por ciento al 19.8 por ciento; en el caso de los hombres aumentó de 20.9 por ciento al 29.9 por ciento y en las mujeres de 4.1 a 10.3 por ciento.

La mayoría de las personas (29.1%) indican que necesitan de 5 a 7 copas para sentirse borracho o borracha, seguidas de quienes necesitan de 8 a 11 copas (24.3%) y 12 copas o más (23.2%).

El 31.2 por ciento de los hombres afirma que necesita 12 copas o más, mientras que en el caso de las mujeres la mayoría (33.2%) indicó que necesita entre 5 y 7 copas para experimentar la embriaguez.

precopeoEl pre-copeo

El pre-copeo es una costumbre cada vez más arraigada entre los jóvenes mexicanos. Incluso la encuesta destaca que los adolescentes toman mayor cantidad de copas (hombres 7.3 copas, mujeres 5.1) que los jóvenes de 18 a 29 años, cuando precopean (5.2 copas en hombres y 4.1 en mujeres).

Los adolescentes, en promedio, también precopearon más días en las cuatro semanas previas a la encuesta (1.7 días en hombres y 1.9 en mujeres), que los jóvenes de 18 a 29 años de edad (1.4 días para hombres y 1.1 días para mujeres).

Si bien los adolescentes precopean más, es mayor el porcentaje de jóvenes entre los 18 y los 29 años de edad que siguen bebiendo después de precopear.

Las bebidas preferidas para precopear, en los hombres, es la cerveza, seguida de los destilados, mientras que en las mujeres, además de la cerveza son las bebidas enlatadas.

La razón para precopear es por convivir con amigos, gastar menos dinero. En el caso de las mujeres también lo hacen para disminuir la ansiedad o el estrés.

El precopeo es una costumbre que se practica a menudo antes de ir a una fiesta (en el caso de los hombres lo hace así el 50%, mientras que en las mujeres el 68%), a un bar, discoteca o antro.

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Ayuntamiento de SLP

Demanada contra el Ayuntamiento asciende a 300 mdp por caso RICH

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Galindo señaló que tras el accidente, el municipio actuó de inmediato sancionando al responsable del evento e inhabilitó a los organizadores

Por: Redacción

Enrique Galindo Ceballos, alcade de San Luis Potosí señaló que es lamentable que el caso Rich no haya tenido una pronta resolución para los involucrados y se haya tornado a los tribunales. El edil sostuvo que el Ayuntamiento ha tenido mesas de diálogo y ofreció acuerdos de reparación moral a las familias afectadas por los acontecimientos ocurridos en junio de 2024 en el mencionado centro nocturno, que resultaron en la muerte de dos jóvenes  y varios lesionados tras el colapso de un barandal del antro.
Galindo señaló que tras el accidente, el municipio actuó de inmediato: sancionó al responsable del evento, inhabilitó a los organizadores y modificó el Reglamento de Comercio tal como lo solicitaron los familiares. Sin embargo, dijo que actualmente enfrentan cinco demandas por daño moral que, en conjunto, ascienden a casi 300 millones de pesos.
El alcalde explicó que el dictamen recientemente ventilado —en el que la defensa jurídica del Ayuntamiento hace referencia a responsabilidades indirectas, no corresponde a un nuevo documento, sino a parte de la estrategia legal para proteger el patrimonio municipal dentro del proceso judicial en curso. “No es que haya un nuevo dictamen; es parte del ejercicio de defensa. Tuvimos que plantear la defensa en varios sentidos, y una de tantas líneas es esa”, aclaró.
Con información de Plano Informativo
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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.

Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.

En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)

La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.

Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.

Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:

“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”

(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).

Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.

Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.

Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…

Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.

Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.

No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.

Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.

Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.

Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.

Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.

Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.

Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.

Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.

Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.

Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.

Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.

Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.

A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.

Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.

Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.

El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:

—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.

Flor del Campo. Claro.

No era un nombre. Era una respuesta.

Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.

Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.

Jorge Saldaña.

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#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano

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Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado

Por: Ana G Silva

A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.

Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.

Inician.

Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.

La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.

A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.

Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.

Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.

En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.

Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.

En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.

En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:

Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.

Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.

Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.

Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.

Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.

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