diciembre 13, 2025

Conecta con nosotros

Destacadas

El caso de Karla Daniela: cuando el Estado le falla a una niña

Publicado hace

el

La desaparición de una niña de 9 años en Ciudad Valles destapa la lentitud de las autoridades y el rezago y abandono de la región

Por Redacción

El domingo 17 de febrero de 2019 Karla Daniela Vázquez Martínez salió de su domicilio y ya ya no regresó. La niña de 9 años es originaria del ejido La Lima en Ciudad Valles, y aunque desde entonces la Fiscalía General del Estado de San Luis Potosí activó una Alerta Amber para localizarla, aún no se sabe nada de su paradero, una situación que con el paso de los días ha destapado un conjunto de factores familiares y rezagos sociales, educativos y económicos que le dan al caso un cariz especial.

Diez días han pasado y no se han logrado avances significativos respecto a la investigación. Sin embargo, los pobladores y seres queridos de la menor han organizado una búsqueda paralela a las autoridades. Carteles con el mensaje “Karlita no tengas miedo, te buscamos” fueron colocados en zonas aledañas en una carrera contrarreloj que sigue, pese a todo, alimentada por las esperanza.

El suceso resulta significativo ya que además destapó un fallo en el sistema. Más allá de los culpables directos que aún falta por procesar, y del paradero de la niña aún queda por descubrir, el entramado es un espejo en el que se reflejan los más grandes fallos del Estado en San Luis Potosí. A la ya de por sí enorme tragedia hay que sumar la marginación presente en un sector de la población empujado al olvido.

El caso ni siquiera ha adquirido la notoriedad mediática que resultaría pertinente para una verdadera emergencia de este tipo. El de una niña que no está y en el que cada minuto que pasa cuenta de forma determinante. Desde el gobierno tampoco se ha hecho el eco suficiente.

 

Marcelino Bautista Martínez, mencionado por la madre de Erika Daniela como probable responsable de haber abusado de la menor.

¿QUÉ SE SABE HASTA AHORA?

En un principio se dio a conocer que la niña pudo haber sido abusada sexualmente por el tío de su padrastro, un hombre identificado como Marcelino Bautista Martínez quien presuntamente trabaja en el campo y abandonó el Ejido poco después de la desaparición de Karla. Luego el hombre apareció y negó los hechos, aunque una de las principales líneas lo maneja aún como sospechoso, toda vez que vecinos han reportado la conducta errática y violenta que lo caracteriza.

El martes, el diario El Mañana de Valles entrevistó al susodicho. Bautista Martínez, tío del padrastro de Karla Daniela Vázquez Martínez, una de los últimas personas en tener contacto con ella antes de su desaparición el pasado 17 de febrero.

 

“ELLA SOLA SE METIÓ, DIJO QUE QUERÍA UNAS FRITURAS”

Bautista Martínez, reconoció que el día de la desaparición Karla Daniela, ella se encontraba en su habitación comiendo unas frituras, pero luego salió corriendo con rumbo desconocido porque su padrastro llegó a la casa a confrontarlo a él, pues pensó que había abusado de la menor.

“Le dijo que qué estaba haciendo dentro, regresó y estaba ahí sentado. Él mismo se la llevó; la niña iba llorando, yo creo que le pegó o algo así”, señaló y además reconoció que ese día, él había ingerido bebidas alcohólicas.

Añadió que, tras difundirse los rumores de su presunta responsabilidad en la desaparición de la niña, autoridades de Ciudad Valles lo detuvieron y lo golpearon, aunque él negó en todo momento haber violentado a Karla Daniela.

Bautista Martínez aseguró que al enterarse de que había sido señalado como el presunto abusador de Karla Daniela, en varias ocasiones encontró patrullas rondando su casa hasta que el viernes pasado lo detuvieron y lo trasladaron a Ciudad Valles.

 

La madre de la menor desaparecida.


ANTECEDENTES DE VIOLENCIA EN LA FAMILIA

Durante la entrevista, Marcelino Bautista fue cuestionado sobre varios rumores, como que en diciembre pasado golpeó a sus hijos y a su pareja, hechos que negó.

No obstante, al preguntarle sobre el hecho de que hace 10 años, presuntamente embarazó a su propia hija, Bautista Martínez reviró que fue uno de sus hermanos quien violó y embarazó a una de sus hijas, de la cual ni siquiera pudo decir su edad exacta.

“No es cierto, yo no fui, fue otro de mis hermanos. Yo no denuncié (…) yo estaba trabajando en Monterrey, me dijeron que viniera, pero no sabía lo que había ocurrido; cuando llegué mi sobrina ya había tenido al bebé”, respondió al reportero.

Bautista Martínez señaló que no interpuso una denuncia contra su hermano debido a que se amparó, por lo que las autoridades ya no intervinieron: “ya no se pudo hacer nada”.

Sobre su relación con la madre de la pequeña Karla, Bautista dijo no tener ninguna. “Yo no platicó con ella porque mi sobrino es medio celoso,  por eso yo no platico con ella. Es más, la mujer no sale, pues cómo voy a platicar”.

Delgado de la Fiscalía, Antonio Rodríguez Rodríguez

LA VERSIÓN DE LAS AUTORIDADES

Antonio Rodríguez Rodríguez, delegado séptimo de la Fiscalía General del Estado con sede en Ciudad Valles, dijo que la búsqueda de Karla Daniela se ha complicado al transcurrir los días, pues en una de las líneas de investigación se maneja que la niña está extraviada, por lo que al estar sola podría haber repercusiones en su estado de salud. Otra de las líneas de investigación indica que alguien podría estar resguardando a Karla Daniela en algún domicilio.

“Se han realizado operativos de búsqueda con gente de Ciudad Valles, voluntarios, algunos apoyando con víveres, agua, alimento para las personas que están en la búsqueda, y hemos establecido colaboración con varias corporaciones como la Policía Estatal, Municipal, Cruz Roja, el Ejército y Protección Civil”.

Añadió que mientras no sea localizada la menor, no se pueden sacar conclusiones como los rumores que se han vuelto virales tras la desaparición. Mientras tanto, en una transmisión de otro medio local, Antonio Rodríguez hizo un llamado a la ciudadanía a colaborar con los trabajos de localización de Karla Daniela:

“Si alguna persona tiene a la menor, pues que la entregue, es importante que esté bien en su integridad física, elementos de la Fiscalía, la Policía Investigadora, sumamos gente de otras regiones incluida la capital”, aseguró.

Confirmó que la búsqueda ya se ha extendido a parcelas de municipios aledaños y se ha hecho la difusión de la fotografía y datos de la niña en Tamuín y Ébano.

 

+SOLO

“”Ella nada más estaba llorando, llorando y llorando. Y no me dijo nada. Y yo no le pregunté nada”.

-Martina, la madre de Karla Daniela, sobre el estado de su hija antes de desaparecer.

También lea: Buscan a Karla en la sierra de Valles; tiene 9 años y desapareció hace 6 días

Destacadas

Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña

Publicado hace

el

APUNTES

Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.

Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.

En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)

La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.

Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.

Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:

“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”

(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).

Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.

Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.

Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…

Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.

Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.

No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.

Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.

Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.

Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.

Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.

Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.

Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.

Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.

Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.

Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.

Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.

Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.

A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.

Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.

Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.

El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:

—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.

Flor del Campo. Claro.

No era un nombre. Era una respuesta.

Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.

Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.

Jorge Saldaña.

También lee: Unicornio trasquilado | Apuntes de Jorge Saldaña

Continuar leyendo

Destacadas

#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano

Publicado hace

el

Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado

Por: Ana G Silva

A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.

Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.

Inician.

Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.

La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.

A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.

Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.

Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.

En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.

Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.

En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.

En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:

Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.

Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.

Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.

Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.

Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.

También lee: Se dejan atrás estigmas: solteros, parejas LGBT+ y familias diversas pueden adoptar en SLP

Continuar leyendo

Destacadas

Reforma educativa abre paso para que 30 docentes regresen a aula en SLP

Publicado hace

el

La medida deriva de una reciente reforma legislativa que busca proteger a quienes enfrentan acusaciones sin fundamento

Por: Redacción

La Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) estima la reincorporación de 30 docentes que habían sido separados temporalmente de sus funciones tras enfrentar diversas denuncias. Según varios medios de comunicación, esta medida deriva de la reciente aprobación de una reforma legislativa diseñada para salvaguardar al personal docente.

El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que el objetivo de esta nueva legislación es defender a las y los catedráticos que son señalados sin fundamento por parte de padres de familia o tutores. Si bien los 30 docentes aún no han sido exonerados de manera definitiva, su reincorporación es un paso que se prevé gracias al nuevo marco legal.

El funcionario estatal detalló que cuando existe una acusación contra un maestro, ya sea ante la SEGE o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se procede a su separación parcial de la impartición de clases. Torres Cedillo reconoció que este proceso administrativo provoca una carencia de maestros

frente a grupo, lo que a su vez genera afectaciones directas a los escolares, quienes pierden continuidad en sus clases.

La reforma legislativa, de acuerdo con las declaraciones del titular de la SEGE, busca mitigar estas afectaciones al proporcionar un mecanismo legal que defiende a los docentes de acusaciones infundadas, permitiendo que la mayoría regrese a sus aulas para continuar con su labor educativa.

También lee: Gallardo asegura que “en SLP casi nadie gana salario mínimo”

Continuar leyendo

Opinión

Pautas y Redes de México S.A. de C.V.
Miguel de Cervantes Saavedra 140
Col. Polanco CP 78220
San Luis Potosí, S.L.P.
Teléfono 444 2440971

EL EQUIPO:

Director General
Jorge Francisco Saldaña Hernández

Director Administrativo
Luis Antonio Martínez Rivera

Directora Editorial
Ana G. Silva

Periodistas

Diseño
Karlo Sayd Sauceda Ahumada

Productor
Fermin Saldaña Ocampo

 

 

 

Copyright ©, La Orquesta de Comunicaciones S.A. de C.V. Todos los Derechos Reservados