diciembre 13, 2025

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Adán se llevó congreso, colaborador y hasta zacahuil huasteco | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

Amigos de la verdad que se asoma, hijos de mi risa y risa: así como no queriendo, el secretario de Gobernación del país, Adán Augusto López Hernández, soltó a quien esto escribe que, si un día se convierte en presidente, invitaría a Ricardo Gallardo Cardona como su secretario de Agricultura.

El jugueteo entre el funcionario federal y el jefe del ejecutivo del estado comenzó pasadas las diez de la mañana, hora en que llegó el secretario al palacio de gobierno. Ahí se reunieron en privado, recorrieron pasillos y salones y acordaron mucho más de lo que se hizo público en el recinto legislativo.

La fórmula de la misión oficial en la que se encuentra el segundo de abordo en la nave México se repitió en territorio potosino. El encargo que hace semanas cumple Adán Augusto López es el de dialogar con los diputados de cada uno de los estados en reuniones de trabajo, sesiones solemnes o encuentros, fundamentar y pedir la aprobación a la minuta que permitirá cambiar la Constitución para que hasta el año 2028 a las fuerzas armadas involucrarse en tareas de seguridad pública.

Pero antes de cumplir la encomienda local, se dio el tiempo de pactar con el gobernador Gallardo para resolver compromisos, como el hecho previamente respecto a la inversión federal para cambiar por completo el ducto de la presa de El Realito, tema que, según parece, tendrá salida a través de un diseño de estrategia financiera elaborado por Banobras y que aportará, sin tocar recursos locales, los más de 150 millones de pesos que se ocupan para que, junto con la empresa, se cambie por completo la kilométrica, problemática y acuífera tubería.

Sobre seguridad también se extendieron ambos personajes y, de acuerdo a los testigos del encuentro, en próximas fechas el mandatario potosino podría reunirse directamente con el secretario de la Defensa Nacional para que se envíen de inmediato a militares a San Luis que coadyuven en las tareas de seguridad en el estado, justo como se puede y permite hasta hoy y justo como quieren que se permita hasta el 2028.

Parece que la paciencia para andar esperando a que se cumplan las falsas promesas de la paisana Rosa Icela Rodríguez de enviar a más elementos de la Guardia Nacional llegó a su fin.

Ya en el salón de plenos del Jardín Hidalgo, el posicionamiento del secretario fue breve y era el que se esperaba y ha repetido en por lo menos otra docena de estados, es el argumento de la federación, verbalizó Adán Augusto la palabra del presidente: no retirar a las fuerzas armadas de las tareas de seguridad hasta dentro de 6 años más y mientras tanto fortalecer a las policías para que estén preparadas para combatir a la delincuencia.

El alcalde capitalino, Enrique Galindo, escuchó la argumentación atento.

Las fracciones parlamentarias toman una a una la palabra sin mayores sorpresas: Nueva Alianza a favor, PT a favor, MC se reserva pero se desliza una negativa, PRI a favor, Morena a favor, Verde a favor y PAN en contra.

Llamó la atención, por cierto, que el posicionamiento blanquiazul fuera tan dócil, negativo, pero dócil, comparado con lo que tanto diputados locales como federales han declarado respecto a lo que se ha llamado la “militarización” del país.

La postura estuvo a cargo de la diputada Liliana Guadalupe Flores Almazán mientras que sus compañeros Rubén Guajardo y Juan Francisco Aguilar cuchicheaban, seguramente algo gracioso por las sonrisas que expresaban. Arriba, en la mesa directiva y sentada junto al secretario, Aranza Puente se mantuvo a la altura.

Las demás fracciones fueron muy generosas en apoyar el fortalecimiento de las policías y en elogiar la confianza de los mexicanos en sus fuerzas armadas.

El Verde, a través de José Luis Fernández, llamó a sus compañeros (no lo dijo, pero se refería a los legisladores de oposición) a votar en conciencia y a liberar el “conflicto” interno respecto a seguir las “líneas nacionales de sus partidos”.

“Los líderes de sus partidos no viven en San Luis, como si lo hacemos nosotros, nuestras familias y nuestros hijos”,

Técnicamente se necesitan 18 votos para que en SLP se apruebe la minuta que modificará a la Carta Magna, con los posicionamientos revelados ayer, es fácil saber que ya se tienen. Las apuestas incluso están en que la minuta se aprueba el próximo jueves con 20 votos… Ya veremos si se mueven los números y los ojos analíticos están puestos en el voto de Mauricio Ramírez Konishi, Gabriela Martínez Lárraga e incluso el de algún panista destacado… (se las dejo de tarea).

En su intervención en tribuna legislativa, Gallardo planteó el panorama potosino: hay municipios sin policías, otros sin control de confianza, otros sin armas, otros sin patrullas y otros sin nada. Mientras tanto, en la Zona Metropolitana, se concentra el 80 por ciento de los delitos, el 80 por ciento del poder adquisitivo y la clase media y media alta consume 120 mil dosis de drogas todos los días. No culpó a nadie “hay que buscar soluciones y no culpables” dijo.

Entre los invitados especiales se encontraba al coordinador de los diputados federales de Morena, Ignacio Mier, y al coordinador del partido Verde en San Lázaro, Carlos Puente, también estuvieron presentes un grupo reducido de representantes de las cámaras empresariales comandados por Juan Branca, así como los alcaldes de San Luis, Enrique Galindo y Soledad, Leonor Noyola.

Luego de una breve y controlada rueda de prensa, el invitado de honor avanzó a la salida del recinto, ya se le había preguntado sobre si llevaría a Gallardo a su gabinete en caso de convertirse en candidato y presidente, pero respondió con una broma en corto al mandatario, sin embargo, en el camino a la salida, este reportero le insistió al funcionario y respondió entre broma y broma con acento tabasqueño… “Sí, Gallardo me gusta para secretario de agricultura”

Adán Augusto no se fue con las manos vacías, prácticamente se llevó un congreso más a la cuenta de los 17 que necesitan para aprobar la reforma constitucional, un probable colaborador presidencial, dos compromisos con el estado y por si fuera poco, se llevó en una bolsa roja tamales de sarabanda, chilpan, zacahuil y enchiladas huastecas en hoja de plátano, regalo que se acomidió a llevar el periodista vallense y amigo del secretario, Samuel Roa Botello.

¿Qué les digo Culto Público?… Adán Augusto no es candidato, pero lo parece. No lo dice, pero tampoco lo niega, se pasea por el país y no lo sufre, lo disfruta. Cumple encomiendas y genera acuerdos.

En mi defensa diré que “El observador es oportunista” como lo escribió alguna vez Octavio Paz… y es cierto.

Hasta la próxima.

Atentamente,

Jorge Saldaña.

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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.

Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.

En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)

La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.

Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.

Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:

“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”

(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).

Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.

Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.

Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…

Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.

Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.

No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.

Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.

Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.

Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.

Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.

Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.

Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.

Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.

Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.

Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.

Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.

Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.

A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.

Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.

Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.

El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:

—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.

Flor del Campo. Claro.

No era un nombre. Era una respuesta.

Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.

Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.

Jorge Saldaña.

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#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano

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Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado

Por: Ana G Silva

A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.

Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.

Inician.

Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.

La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.

A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.

Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.

Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.

En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.

Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.

En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.

En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:

Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.

Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.

Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.

Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.

Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.

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Reforma educativa abre paso para que 30 docentes regresen a aula en SLP

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La medida deriva de una reciente reforma legislativa que busca proteger a quienes enfrentan acusaciones sin fundamento

Por: Redacción

La Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) estima la reincorporación de 30 docentes que habían sido separados temporalmente de sus funciones tras enfrentar diversas denuncias. Según varios medios de comunicación, esta medida deriva de la reciente aprobación de una reforma legislativa diseñada para salvaguardar al personal docente.

El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que el objetivo de esta nueva legislación es defender a las y los catedráticos que son señalados sin fundamento por parte de padres de familia o tutores. Si bien los 30 docentes aún no han sido exonerados de manera definitiva, su reincorporación es un paso que se prevé gracias al nuevo marco legal.

El funcionario estatal detalló que cuando existe una acusación contra un maestro, ya sea ante la SEGE o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se procede a su separación parcial de la impartición de clases. Torres Cedillo reconoció que este proceso administrativo provoca una carencia de maestros

frente a grupo, lo que a su vez genera afectaciones directas a los escolares, quienes pierden continuidad en sus clases.

La reforma legislativa, de acuerdo con las declaraciones del titular de la SEGE, busca mitigar estas afectaciones al proporcionar un mecanismo legal que defiende a los docentes de acusaciones infundadas, permitiendo que la mayoría regrese a sus aulas para continuar con su labor educativa.

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Opinión

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